¿Cómo eran nuestros indios? Los aborígenes cubanos eran agricultores, ceramistas y los más avanzados que habitaban en Cuba; pertenecían a los aruacos, "procedentes de grupos humanos de la América del Sur, que hablaban la lengua aruaca y , tras su entrada en las Antillas, ya practicaban la siembra de la yuca, hacían casabe, fumaban el tabaco, dormían en hamacas, poseían canoas, fabricaban hachas de piedras, hacían sus viviendas de madera y hoja de palma y construían una interesante cerámica… "
Esos "indios" habían venido de América del Sur atravesando ríos como el Amazonas, Negro, Orinoco, Napo, Caciquiare, las pequeñas islas de las Antillas Menores (Trinidad, Granada, Martinica, Guadalupe, Islas Vírgenes) y continuaron de isla en isla hasta Puerto Rico, Haití y Cuba.
Su primer contacto con nuestro país fue por la región de Baracoa. En el renglón de la agricultura cosechaban boniato, maíz, yuca y tabaco; lo hacían con un instrumento de madera llamado coa, especie de vara que finalizaba en una punta con la que abrían los huecos en la tierra.
De la yuca elaboraban el casabe, alimento que ha llegado hasta estos días; también con el maíz, el boniato, la yuca, la jutía y el almiquí cocinaban un rico ajiaco. Se unían a esos productos mencionados "… algunos tipos de haba y frijoles que formaban parte de la cosecha. El ají, usado como condimento, estaba presente al parecer".
Conocieron varias frutas que posiblemente cultivaban o sencillamente les daban atención en zonas donde éstas crecían: El anón, el mamey, la guayaba, el hicaco, la piña, el caimito y el marañón, entre otros. De la fauna terrestre, consumieron y cazaron varias especies de jutías, iguanas, majáes, y el perro mudo, mencionado por Colón en su primer viaje Pescaban en los ríos y playas por medio de redes y utilizaban el guaicán, rémora o pez pega, sujeto a un hilo delgado, a cuya ventosa se adherían los peces.
Otro sistema utilizado era la pesca con anzuelos, que confeccionaban con espinas de pescado y huesos atados a un hilo de algodón fuerte, denominado cabuya y al cual le amarraban un sumergidor de redes, que servía como plomada. Pescaban tiburón, picudas y otras especies.
En relación con las aves, cazaban el alcatraz, los flamencos, las garzas, varias especies de palomas cubanas y otras migratorias, la yaguasa, el huyuyo y patos que venían de La Florida.
Como parte de su dieta se encontraban las tortugas, los careyes, las jicoteas de agua dulce, diferentes tipos de cangrejos y los moluscos marinos y terrestres como los cobos, el tritón, el quinconte, la sigua y el Polidonte Imperatore, en proceso de extinción.
En las investigaciones arqueológicas realizadas por la Academia de Ciencias de Cuba, el Museo Montané de la Universidad de La Habana, el norteamericano Mark Harrington, el grupo de arqueología Cacique Hatuey de Baracoa y el Museo Matachín de esta misma ciudad, se han localizado restos de todas esas especies enumeradas.
El transporte más conocido de los aborígenes fue la canoa, construida en una sola pieza de madera que podía ser el edro o el árbol de la eiba; la quemaban y ahuecaban con hachas, después la impermeabilizaban con caracoles triturados que unían a la cera.
Algunas de ellas llegaban a transportar hasta 80 personas y el medio que utilizaban para moverlas era el remo. La empleaban no sólo en los ríos, sino también para viajar de isla en isla. En los años 1987 a 1988, la expedición internacional En Canoa del Amazonas al Caribe demostró, mediante la utilización del mismo tipo de embarcación, la pericia de éstos y lo fácil que les pudo haber resultado el traslado de sus lugares de origen hasta el Caribe.
Las viviendas de ese grupo de agricultores-ceramistas se caracterizaban por lo siguiente: una era de base circular y de techo cónico, la llamaban Caney. La otra tenía un techo de dos aguas y base rectangular o cuadrada. La denominaban Bohío.
Ambas eran construidas con madera, yaguas y hojas de palmas. Según el historiador Ramiro Guerra y Sánchez "se agrupaban alrededor de un espacio abierto llamado batey, en el cual se celebraban fiestas, bailes religiosos y oros actos de carácter público".
Refiriéndose a las viviendas de nuestros aborígenes dice: "en el distrito de Baracoa, donde han sido estudiados más detenidamente y en mejores condiciones, los pueblos taínos se hallaban situados invariablemente en lugares altos, distantes de la costa, donde los habitantes contaban con la seguridad de abundantes lluvias para sus cosechas y cerca de manantiales o corrientes de agua potable". Esas construcciones han pasado de generación en generación y han llegado hasta nuestros tiempos.
La cerámica tuvo un desarrollo considerable. En las investigaciones arqueológicas realizadas en Baracoa desde el siglo pasado, por el español Miguel Rodríguez Ferrer, en el año 1847, se localizó la importante hacha de Cueva Ponce, que representa una figura antropomorfa, hasta los cientos y cientos de piezas localizadas por Fermín Valdéz Domínguez, Don Carlos de la Torre y Huertas, Luis Montané, Mark Harrington, Irvin Rouse, Juan Cross Capote, Constantino Noa, Antonio Núñez Jiménez, José Guarch del Monte, Felipe Martínez Arango, los arqueólogos Milton Pino y Nilecta Castellanos, Manuel Rivero de la Calle, el arqueólogo Ramón Dacal, el Grupo de Arqueología Cacique Hatuey, así como por el autor de este trabajo, han permitido a los arqueólogos identificar distintos momentos del desarrollo cerámico, tanto por las peculiaridades que se pueden presentar en los aspectos técnicos como por las manifestaciones artísticas plasmadas en las piezas de barro.
Los aborígenes usaron distintos tipos de barro; de acuerdo con las características de cada zona de Baracoa, les añadieron temperantes y los cocieron en hornos a distintas temperaturas. Sus cazuelas o vasijas son de diferentes tamaños y generalmente de colores rojizos y pardos. Como técnica realizaban la incisión y la fijación de elementos previamente modelados y el modelado directo.
Concibieron varios tipos de asas, entre las cuales son más conocidas la zoomorfa y la antropomorfa. En la decoración es común encontrarse las líneas paralelas, oblicuas y una variedad de dibujos geométricos.
El burén lo hicieron con decoraciones y sin ella. En la Sala de Arqueología y en el almacén del Museo Matachín se encuentra una valiosa colección de cerámica perteneciente a esta cultura.
¿Cómo eran los aborígenes que habitaban en Baracoa? ¿Qué estatura tenían? ¿Qué color de piel? ¿Cómo era su pelo? Como antecedente histórico del estudio de las características físicas de los aborígenes baracoanos, tenemos la recolecta de los primeros cráneos hecha por el geógrafo español, Miguel Rodríguez Ferrer, en 1847, en la Cueva del Indio (Maisí).
Estos fueron estudiados posteriormente por el sabio cubano, Felipe Poey, quien concluyó que su deformación craneana era artificial y no natural, como opinaban algunos investigadores europeos de la época.
Con relación a ese aspecto, dos importantes estudiosos de la antropología y la arqueología cubana, Ramón Dacal Moure y Manuel Rivero de la Calle, afirmaron que la deformación craneana fue una de las costumbres que más llamó la atención a los españoles, y tenemos descripciones que nos han dejado los cronistas, especialmente el Padre Las Casas y Fernando Oviedo.
Se practicaban en los indios recién nacidos, a quienes se les aplicaba en la frente una tablilla amarrada en el occipital. Esa tablilla producía un desplazamiento de la zona de la frente hacia atrás, al mismo tiempo por la plasticidad que tiene el cráneo del infante, éste se ensanchaba en forma extraordinaria en sentido transversal, con lo que resultaba que los cráneos lucían muy cortos y anchos.
Nuestros aborígenes se caracterizaban por ser de baja estatura, extremidades cortas, pómulos salientes y arcos superciliares abultados. Su piel era de color aceitunado, pelo lacio y fuerte, y ojos muy hermosos. Esas características las podemos encontrar aún en muchos de sus descendientes, que viven en determinadas regiones de las provincias orientales cubanas, especialmente en la zona de Yateras y en algunas áreas de Maisí, Baracoa y la Sierra Maestra.
Hoy, es común entre los pobladores baracoanos, encontrarse con apellidos como los Ramírez, Romero, Rodríguez, Rojas, Cobas y Acosta, entre otros muy castizos
* Historiador de Baracoa y director del Museo Matachin.Colaborador de Prensa Latina.