Vemos a los científicos que cuestionan el consenso sobre el cambio climático; vemos a organizaciones que impulsan escándalos falsos, y vemos también a los comités de asesores que dicen que cualquier esfuerzo para limitar las emisiones paralizaría a la economía. Una y otra vez, se encontrará que están en el extremo receptor de un ducto de financiamiento que empieza con las grandes compañías de energía, como Exxon Mobil, que ha gastado decenas de millones de dólares promoviendo la negación del cambio climático, o Koch Industries, que ha patrocinado organizaciones antiambientalistas durante dos décadas
Y las empresas transnacionales siguen la misma tendencia de explotar los recursos naturales para sus fines de lucro: la explotación minera, la mercantilización del agua, la extracción de petróleo y la usurpación de la diversidad biológica, llegando al extremo de patentar las variedades biológicas mesoamericanas para sus futuros planes comerciales.
El poder de las transnacionales es de tal magnitud que el futuro de un país entero se decide en sus oficinas centrales con sede en los países miembros del G-7. Es en Washington, Madrid, Tokio o Londres donde se toman las decisiones que resultan en mayores niveles de pobreza en lo que ellos siguen denominando como Tercer Mundo, marcando una diferencia abismal no solo en términos de la calidad de vida, sino en aspectos sociopolíticos, culturales y tecnológicos.
Las corporaciones transnacionales son las responsables de la peor contaminación ambiental, del calentamiento global, de la manipulación genética, de las guerras (Irak, Afganistán), de las muertes violentas y de las muertes por enfermedades. En su actual estrategia pretenden apropiarse del agua, del oxígeno, de la vida, del futuro. Las transnacionales se reparten el mundo como un inmenso pastel prescindiendo de las necesidades básicas de los pueblos. Están en todos lados y hasta en los países más pobres operan generando ganancias que superan los presupuestos públicos.
Para algunas de éstas empresas el petróleo se ha convertido en algo así como la sangre del sistema capitalista y es un recurso estratégico que mueve la economía del mundo y que justifica guerras de intervención para favorecer a una decena de empresas: Exxon, Mobil, Texaco, Chevron, Shell, British Petroleum, AGIP-Phillips, Elf y Amoco
La industria farmacéutica es otro de los puntos fuertes de las transnacionales; unas cuantas de ellas dominan el mercado mundial de estos imprescindibles productos: Bayer, Abbot, Aventis, Lancasco, Merck, Pfizer, McKenson, Hoechst, Shering, Bristol-Myers, Squibb BMS por citar algunas de las más poderosas.
Pero además, la industria farmacéutica transnacional pretende monopolizar el derecho exclusivo de mercadear la medicina y a través de las imposiciones comerciales pretende bloquear la producción y venta de medicina genérica, también pretende controlar las plantas curativas de la medicina tradicional de los pueblos indígenas.
Las trasnacionales comercializan con todo y cada vez más, abarcan la agricultura y la producción alimentaria en sus negocios, en ambos casos se han experimentado severos cambios en los últimos años por la introducción de los productos transgénicos.
A través de la manipulación genética, se producen actualmente alteraciones en las plantas para acelerar el crecimiento, aumentar el peso y dotarlas de insecticidas incorporados a su código genético o producir semillas estériles con lo que se incrementa la dependencia de la agricultura y se engorda a las grandes trasnacionales agroquímicas como Monsanto, Syngenta, Aventis, Seminis, Advanta, Groupe Limagrain, Sakata, Delta & Pain Lane, KWS AG, Bayer Crop. Science y Down, vulnerando la soberanía alimentaria, afectando a millones de campesinos, especialmente los pequeños productores.
Las mismas características encontramos en un amplio abanico de ejemplos del poder transnacional, que va desde cadenas globales de restaurantes (Mcdonald´s, Pizza Hut), de tecnología informática (Microsoft, Apple), de las comunicaciones celulares (Motorola, Nokia), de la telefonía móvil y fija (Americatel, Telefónica) de entretenimiento e información (HBO, AOL, CNN), en la explotación minera a cielo abierto (Glamis Gold Internacional –Montana-), y las transnacionales interesadas en la privatización de la distribución del agua domiciliaria (Internacional Water Limited, Betchel Enterprises), o de las embotelladoras de agua pura o gaseosas (Coca-Cola, Pepsico) también forman grandes firmas de artículos de deporte (Nike, Reebock), de maquinaria de construcción (Topke, Caterpillar), de fabricación de automóviles (Ford, Toyota) de cereales (Nestlé, Kellog´s) de aparatos electrodomésticos (GE, Samsumg) por citar solamente algunas.
A todas las atraviesa un rasgo en común: son, como dice Chomsky, “creaciones artificiales, monstruos listos para devorar todas las ganancias que puedan a costa de quien sea”. Forman parte de un sistema de muerte, porque ponen en peligro directo las condiciones ambientales en el planeta y amenazan la calidad de vida de millones de excluidos y excluidas en el mundo.
Fuente: Barómetro Internacional, sylviaubal@gmail.com