además que, durante su desarrollo, provocan grandes desequilibrios, contaminación y expulsión de los habitantes, aumentando la pobreza. Esta realidad en Sudamérica es una amenaza para Bolivia, donde se realizan experimentos y ensayos para introducir esta peligrosa actividad.
La deforestación que avanza a pasos agigantados en Bolivia, explotando madera en beneficio de pocos, tiene por justificación la posibilidad de la reforestación en las zonas afectadas, sin tomar en cuenta que una medida de ese tipo no es una solución para el daño provocado. Además, en esa perspectiva se encuentra la experimentación con especies de árboles de rápido crecimiento, los cuales han sido plantados en millones de hectáreas en países sudamericanos, donde ya se ha comprobado el daño a los ecosistemas y a los grupos sociales.
Uruguay, Brasil, Chile, Paraguay y Colombia son los países sudamericanos que en los últimos años han acelerado de manera irracional las plantaciones a gran escala, llevando a una mayor concentración de tierras en manos privadas contraladas por transnacionales, aspecto que provoca comprobados daños en la productividad de las regiones agrícolas y ha hecho que las poblaciones que viven de esa actividad abandonen sus tierras y vayan a formar parte de los cinturones de pobreza en las ciudades.
Falsos bosques
Las grandes extensiones de monocultivos corresponden a especies no originarias del continente –como eucaliptos, pinos y palmeras– y, para su mantención, son apoyadas por organismos internacionales bajo un discurso de la importancia de estas plantaciones para el clima y como un buen negocio para los empresarios. Sin embargo, las justificaciones no son sinceras con los efectos de esta práctica comercial.
Los monocultivos, no pueden ser calificados como bosques, debido a que no cumplen la función natural de éstos. Un bosque es una extensión en la que se desarrollan especies vegetales de distinto tipo y edad, donde se produce un intercambio equilibrado con otros seres vivos también diferentes, que son los animales de todo tipo. En los bosques también pueden interactuar poblaciones humanas con diferentes actividades. Es así que por lo menos el 30 por ciento de la población mundial depende de los bosques para su supervivencia.
Por el contrario, los monocultivos forestales son plantaciones extensas de árboles de una sola especie, plantados al mismo tiempo con distancias regulares, haciendo que éstos tengan la misma edad y que se encuentren formados en líneas. Esta práctica hace que en su interior o alrededor, estas plantaciones no alberguen otras especies vegetales ni que existan otros animales que se puedan refugiar ni alimentar.
Al mismo tiempo, las actividades de los pueblos indígenas y de los productores campesinos son imposibles, puesto que los monocultivos no dejan paso a otras plantaciones y pertenecen a grandes empresas. Por otra parte, tampoco ofrecen condiciones o posibilidades de empleo para los habitantes de la zona, pues sólo requieren de pocos encargados que se ocupen de la aplicación de pesticidas y otros agroquímicos.
Luego de unos años, debido a la utilización de especies de rápido crecimiento, las plantaciones a gran escala son taladas, dejando un paisaje desértico hasta otra campaña de plantación o para siempre, debido al daño ocasionado.
Estragos en el territorio
Entre los efectos más perjudiciales de los monocultivos se encuentran la modificación del ciclo hidrológico, provocando sequías o inundaciones; la degradación de suelos, porque éste queda desnudo por lo menso dos años después de la plantación (mientras crece la planta) y dos años después de la “cosecha”, aumentando la erosión.
Los monocultivos forestales también aumentan la contaminación con agrotóxicos, debido a la elevada utilización de fertilizantes para acelerar el crecimiento y herbicidas para evitar la competencia de otros vegetales.
Todo este desarreglo en un ecosistema lleva a que la biodiversidad sea degradada en proporciones elevadas, pues los lugares donde se implanta monocultivos ya no son ni serán hogar para animales o plantas. Lo mismo sucede con las poblaciones humanas que vivían de la agricultura y otros recursos de su región.
Bolivia y la movilización mundial
En respuesta a esta amenaza, con grandes daños en el continente asiático, los países han generado redes para la defensa de la biodiversidad y la vida, factor que ha posibilitado la creación del Día Internacional contra los Monocultivos, celebrado el 21 de septiembre desde 2004, gracias a la iniciativa de la «Red contra el Desierto Verde» (Brasil).
Este año, como en los anteriores, diversas instituciones de muchos países han desarrollado actividades en contra de este tipo de plantaciones, buscando una conciencia para que los seres humanos puedan vivir en paz y en equilibrio con sus ecosistemas. El día ha sido instituido con la comprobación de los daños que causa la expansión de los monocultivos de árboles en el medio ambiente y en los grupos sociales.
Pese a las evidencias comprobadas, los organismo internacionales continúan el apoyo a estas prácticas señalando que los monocultivos de árboles tienen funciones positivas, entre ellas la de compensar la disminución de los bosques naturales.
En Bolivia la amenaza no está plasmada totalmente, pero ya se han realizado experimentos con palma africana con el pretexto de los agrocombustibles, también se continúa con la deforestación de las zonas boscosas, las cuales son blanco para la intención de introducir monocultivos. Mientras tanto, en el camino Warnes-Santa Cruz y en otras regiones han aparecido monocultivos de eucalipto en perfecta formación.