El Protocolo de Kioto sobre Cambio Climático de 1997, que recién entró en vigencia en 2005, estableció principios más claros para reducir las emisiones de gases generadores del calentamiento global, estableciéndose una meta que debía alcanzarse el 2012 y a cada país se le dio un margen distinto en función a variables ambientales y económicas, criterio cuestionado, pues permitían mantener las desigualdades existentes. Sin embargo, el gobierno de Estados Unidos primero no ratificó el acuerdo y después se retiró, considerando “injusto que el Protocolo involucre la reducción de emisiones de los países industrializados –generadores del 55% de las emisiones– y no involucre a países en vías de desarrollo como China e India, que iban constituyéndose en importantes actores del calentamiento global.
Después de la Convención Marco y del Protocolo de Kyoto, el Acuerdo de Bali del 2007 aprobó una «hoja de ruta» sobre las negociaciones para establecer en el encuentro en Copenhague en el 2009, un régimen post 2012 que reemplace a Kioto. La reunión de Copenhague de este año nos lleva a comentar el papel de los actores clave y su estrategia en la crisis climática.
Responsabilidades comunes pero diferenciadas y recursos financieros nuevos y adicionales que generarían grandes flujos financieros de los países del norte, principales emisores, formaron parte de los principios críticos de la Convención Marco. En los países del sur es donde debía realizarse la mitigación, adaptación, desarrollo y uso de tecnologías más limpias para enfrentar el cambio climático. En los hechos, estos principios se convirtieron en nuevas formas de imponer el modelo de mercado y la incorporación de la tierra, los bosques y el agua en el negocio de bancos, empresas y transnacionales de la conservación, a través de mecanismos como el desarrollo limpio MDL, mercados de carbono y aplicación conjunta.
En los últimos años, cuando se discutía la crisis o relevancia de las instituciones financieras internacionales IFIS, en particular el Banco Mundial BM y el Fondo Monetario Internacional FMI, resultado de la situación de la deuda, la vitalidad del sector financiero en América Latina y el superávit de las reservas en Bancos Centrales, la crisis financiera, económica, ambiental y climática establece un nuevo escenario favorable para el accionar de las IFIS, sin olvidar la capacidad del Banco Mundial para la determinación de modelos de desarrollo a través de sus programas de préstamo, direccionamiento de los préstamos, asistencia técnica y poder de convocatoria a los gobiernos y empresas.
En este panorama, el Banco Mundial se establece como “Banco verde” y “Banco de conocimientos” en el cambio climático, vendedor de los mecanismos de mercado, experto en la arquitectura financiera climática, experto en la relación clima-desarrollo y constructor de la capacidad del prestatario para obtener ingresos de los mercados de carbono. También se coloca como importante actor político en las negociaciones de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, no sólo en la financiación del mercado de carbono, sino en la financiación de la adaptación, mostrando una imagen de alianza con el sur para obtener recursos adicionales (fondos de tecnologías limpias y fondos para la estrategia climática) y ser la principal institución que maneje las reglas de la deforestación.
El Banco Mundial asume entonces un nuevo rol importante, se coloca como administrador y agencia de implementación de las estrategias frente al cambio climático, como innovador y agencia del “mercado de carbono” mediante la creación de diferentes fondos, el Fondo Prototipo de Carbono y el Fondo para reducir las emisiones de carbono mediante protección de los bosques FCPC o el Mecanismo de Desarrollo Limpio, como también agregador de recursos y estabilizador del mercado de carbono a través del Fondo de Inversión Climática CFI.
En los hechos, pensar en un compromiso real del Banco Mundial para enfrentar el cambio climático es ingenuo, su papel en el financiamiento a emisiones de carbono ha ido en crecimiento en los últimos años, de manera paralela a su discurso verde y a su posicionamiento en el financiamiento e impulso a los países del sur para adoptar las “recetas” (mecanismos de mercado) para enfrentar el cambio climático.
El BM es un importante financiador a nivel mundial de proyectos generadores de gases de efecto invernadero, los préstamos a proyectos de combustibles fósiles se triplicaron en el período 2005 – 2008 en relación al 2000-2004, llegando el financiamiento en el 2008 a superar en 48 por ciento (un billón de dólares más) el financiamiento del 2007 a proyectos de combustibles fósiles.
El financiamiento del Banco hacia combustibles fósiles es cinco veces más alto que en nuevas fuentes de energía renovables (Gráfico), mostrando así que este constante énfasis en los combustibles fósiles responde a su compromiso con intereses de empresas transnacionales y países industrializados no dispuestos a cambiar su modelo de consumo y de desarrollo en base a fuentes de energía intensivas generadoras de emisiones de carbono.
El incremento del financiamiento y de los proyectos hace que, en la realidad, las reducciones en las emisiones de carbono y transición a otras fuentes de energía a nivel global y en particular en los países industrializados sea una falsedad, develando que la estrategia del Banco Mundial hacia el cambio climático no es más que una nueva forma de injerencia con préstamos que pueden ser para desarrollo de políticas ambientales o políticas para enfrentar las consecuencias en la disponibilidad de agua.
Estos medios son dirigidos hacia los gobiernos o se trata de préstamos para privatizar los bosques o la tierra y generar la apropiación de la biodiversidad en manos privadas a través de los mecanismos de mercado de carbono, marcando una nueva etapa de dependencia y de deuda a partir de la crisis climática en la que los países del sur poco han tenido que ver.
Financiamiento del Grupo del Banco Mundial a proyectos deenergía fósil, energía renovable y eficiencia energética.
Fuente: Bank Information Center BIC