Pero más tarde, si estos planes no dan resultado en su aplicación práctica, ellos guardan silencio, diseñan “nuevas recetas” o simplemente concluyen que no se alcanzaron los objetivos por la incapacidad de los países, de sus gobiernos o porque las medidas “sugeridas” no se implementaron plenamente.
El beneficio de la crisis
La actual crisis hipotecaria y financiera, localizada en Estados Unidos y que se ha convertido en crisis y recesión de la economía global –porque lo único realmente globalizado son los flujos financieros–, es el resultado de la libertad de movimiento de capital, con la lógica del beneficio de quienes lo manejan en desmedro de las economías débiles, como las de los países de la periferia de América Latina, donde la reducción de capitales significa menores inversiones y menos recursos para la satisfacción de las demandas sociales y para el desarrollo productivo.
Todo esto debe ser satisfecho con nuevos recursos, y quienes están preparadas para “dar soluciones” a estas necesidades son las IFIS (Instituciones Financieras Multilaterales), que además cuentan con la “capacidad” de siempre para “aconsejar” nuevamente las medidas que consideran “más adecuadas” para el capital.
La crisis económica global llega en el momento preciso en que se debatía la relevancia de las IFIS en Latino América y, para dar respuesta a este debate, “los gobiernos dependerán más del financiamiento de las
instituciones internacionales”, según un sondeo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), mostrando que en momentos de crisis hay quienes siempre ganan movilizando el capital a través de las IFIS u otros bancos nacionales, privados, regionales.
Otra vez la subordinación
De todos modos, a través de sus aparatos financieros, las IFIS siguen siendo el mecanismo para promover nuevamente la dependencia del financiamiento externo a través de nuevos créditos y condiciones de financiamiento, además de “señalar” a los países del sur cómo, cuándo y en qué deben invertir y cómo deben relacionarse con el mercado internacional para acceder a estos recursos.
Aunque ahora éstos se llamen “préstamos para políticas de desarrollo” y ya no de ajuste estructural, aunque se origine nuevos instrumentos financieros, resultado de los efectos del cambio climático, ya sean para adaptación o mitigación –fondos de protección de bosques, mecanismos para promover los servicios ambientales y mercados de carbono o cooperaciones técnicas reembolsables o no–, es evidente que se avecina un nuevo periodo de recetas, es decir, “condicionantes” para dirigir las economías de los países del sur y consolidar el modelo económico diseñado por el capital y mantener el estado de dependencia.