El destino me llevó a muchos lugares, pero no se daba la oportunidad para filmar alguna película relacionada a los pueblos en aislamiento, tuve que hacer algo radical, dejé todo y me mudé a Pucallpa para por fin dedicarle tiempo a un documental con los indígenas aislados como protagonistas.
Fueron más de tres años y en una feliz coincidencia de objetivos con el Instituto del Bien Común pudimos filmar, lentamente, de acuerdo a lo que iba aconteciendo, pudimos filmar la historia de los cinco viejitos Iscobakebo (conocidos como Isconahua) que aún sobreviven luego de haber sido sacados del bosque hace unas décadas.
Pero también filmamos otras situaciones un poco más invisibles, las decisiones políticas que pueden llevar al desastre ecológico y social de una parte de la Amazonía y los permanentes conflictos territoriales con las áreas naturales protegidas, las reservas territoriales para pueblos en aislamiento y también con comunidades donde la ambición por la madera trastoca todo.
Así nace Iskobakebo, un difícil reencuentro. La verdad ha sido un enorme esfuerzo que habría sido imposible de llevar sin la suma de apoyos y voluntades de decenas de personas que en su momento participaron en el proyecto, eso me deja pensando en lo difícil que es filmar en el Perú un documental que muestre situaciones reales, durante un largo lapso de tiempo.
A veces escucho que opinan que debemos estar locos para meternos en estos proyectos donde sabes cómo empiezas pero nunca sabes cómo ni cuándo vas a terminar. La verdad hay muchos inspiradores: Cousteau ha sido la base de todo y a donde siempre regreso cuando tengo dudas en el tratamiento narrativo, luego Adrian Cowell y su activismo cinematográfico, también mi amigo Vincent Carelli que filmó durante 25 años ese gran largometraje llamado Corumbiara.
En fin, este 6 de mayo presentamos el documental Iskobakebo, un difícil reencuentro y el mayor premio para nosotros va a ser que pueda difundirse en todos los espacios posibles para que el Perú y el mundo conozcan lo que ocurre en estas fronteras.
Sabemos que la televisión peruana está cerrada a este tipo de temas, para ver un documental mío (o el de otros colegas documentalistas) debo ir a cualquier país vecino. Felizmente hay gente que proyecta documentales independientes, en salas culturales, festivales, muestras itinerantes y espacios alternativos. Los canales regionales son muy abiertos a recibir este tipo de trabajos.
En fin, crearnos el espacio es otro gran objetivo, entre todos podemos lograrlo, programando proyecciones, incluyendo en la curricular escolar este tipo de materiales y acostumbrándonos a ver películas que no hablen solo de nuestras maravillas, también que hablen de las cosas no resueltas de nuestro país. Estamos en el camino.
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