26 Ago
2014

13 horas de rebelión

Todos los días, a través de todos los medios de comunicación, la sociedad toma su dosis de veneno machista, destinada a reforzar todos y cada uno de los prejuicios crónicos que lo sustentan. Asistimos con normalidad al asesinato, violación, humillación y cosificación de las mujeres, como parte del almuerzo, la cena y el desayuno.

Escuchamos en el minibús, en el colegio o la universidad todo tipo de justificaciones para la opresión de las mujeres; como las recientes declaraciones  del candidato a senador por Cochabamba. Como las recurrentes del presidente, o como las de Doria Medina, que califica su propia violencia machista contra una trabajadora como afán colaborativo. El machismo en nuestra sociedad goza de status de normalidad, se lo hace parecer muy sólido e imposible de resquebrajar.

Yo disfruto de la confianza de cientos de mujeres que diariamente me buscan para tan sólo conversar conmigo y poner sobre la mesa sus sueños, sus miedos, sus búsquedas. Como depositaria de esa confianza, pero sobre todo como depositaria de ese latir mujeril rebelde, me he sentido en la obligación de producir una réplica pública a todo ese machismo.

Mostrar sus grietas, sus contradicciones. Mostrar sobre todo cómo el machismo no recae en las vidas de las mujeres como se pretende. Un golpe disciplinador no representa una respuesta disciplinada de sumisión. Una imagen cosificadora no representa una respuesta de acomplejamiento. La capacidad de la cosificación de las mujeres de imponerse sobre nuestros cuerpos tiránicamente está siendo puesta en cuestión por las propias mujeres.

13 horas de rebelión es un trabajo que quiere dar cuenta de algo que está sucediendo y que está siendo invisibilizado por el conjunto de las instituciones de la sociedad: las mujeres de las edades y proveniencias más diversas estamos en estado de rebelión.

Estamos produciendo una rebelión invisible de gran escala: una rebelión que ha cambiado las estructuras de las familias, que ha cambiado los presupuestos de la maternidad, de la felicidad y de nuestros propios cuerpos. Una rebelión que ha cambiado las bases mismas de la economía boliviana. Las mujeres hemos roto con el padre proveedor, somos la base de sustento de nuestras familias y del fenómeno económico más extendido que es la economía informal. Nos estamos inventado el sustento diario, y esa capacidad de invención del sustento supone la invención de nosotras mismas.

Las mujeres estamos construyendo un nuevo lugar social, modos de subsistir y sueños y aspiraciones capaces de revertir el sentido de todo.

Las protagonistas son mujeres de a pie. No hay héroes, no hay príncipes azules, no hay heroínas. No hay imágenes aéreas, ni gran derroche de recursos. La fuerza expresiva del trabajo está en la mirada feminista que contiene.

Desde el primer momento puedes sentir que está en pantalla otra forma de mirarlo todo. Basta pensar que vivimos en un mundo donde todo está producido desde el punto de vista y a medida de las necesidades masculinas, para ubicarse en que romper con esa lógica, además de ser una hazaña en sí misma, resulta ser refrescante y sorprendente.

A falta de otro tipo de cobertura, he tenido que utilizar esta columna para invitarles. El próximo viernes 3 de octubre se estrena en la Cinemateca, contiene seis cortos. Un trabajo de 80 minutos que será proyectado durante un mes en dos funciones, a las 19:30 y a las 21:30. La función de las 19:30 contará, además, con un espacio de debate con el público.

Uno de los cortos (Úteros ilegales)  ha sido ya estrenado en la 31 Bienal de Arte de Sao Paulo y está siendo ahora mismo proyectado allí, con subtitulación en inglés y portugués.

Las instituciones culturales en nuestro país están destrozadas y puedo decirles que obtener la Cinemateca Boliviana para la proyección de un trabajo boliviano ha sido muy difícil. Más difícil aún ha sido lograr que las entradas tengan un costo en todas las funciones de dos por uno.   María Galindo es miembro de Mujeres Creando.

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