a Patricia Molina y Peter Parodi
ni la danza de soles elípticos enloquecidos desnudos de su nombre
ni la miríada de velas encendidas porque sí
con sus borlas de luz acariciando el camino del silencio más hondo
ni los hilos luminosos del capullo de la mariposa
filigranada de muerte propia
ni los cuerpos que respiran luz a contrapunto del oleaje del mar
ni el aura que emana de la música para el olvido de sus huesos estelares
ni los faroles milagrosos de seres abisales bajo presiones fabulosas
no lo intentaron las flores junto al brillo de los ojos de un niño
a punto de perder la inocencia
ni la luz difusa que emana del sueño de los moribundos
ni la chispa que encuentran ciertas palabras para incendiar el bosque más profundo de tu cuerpo
nadie encendió la hoguera en el desierto helado
la nieve del Illimani con la luna llena se derritió en mis manos antes de brillar
con la crueldad de acallar los hornos
donde el pan de la poesía se multiplicaba
los amantes apagaron la sangre con el miedo de ciertos animales prehistóricos
pavas del monte cantaron a medianoche
ningún pájaro reconoció el alba
el hondo habitante del umbral desplegó todas sus sombras
no había luz
ni recordar luz
nada nada nada
nada
iluminó el camino del que regresa desde el fondo
Valle Hermoso, Vaqueros, Salta, 12 de agosto de 2014.