12 Dic
2013

Blues del infinito

Vuelvo a ver cada montaña en su esencia mineral e inesperada y la belleza me magnetiza y la belleza me insume porque si quiero, en este país de montañas bravas y de mansas montañas, en este país de cerros ocres y de cerros violetas y que vuelan, puedo tocarlas con mis manos, oh poderosas montañas, puedo recorrer su piel y su distancia, puedo sentirlas raigales, y a la vez horizonte y destino

Olvido al tiempo en estas montañas que vuelvo a ver, siento que el devenir les pertenece a  ellos, a los hombres de sus aldeas de barro y tola, a las decididas mujeres que siguen pastando alpacas, a esos niños que crecen sin escaparle a la rudeza, al silencio de las piedras; niños que escuchan y saben hablar con ellas, como Ernestito sabía, lo supo siempre en el Cusco

Vuelvo a desatar los nudos, vuelvo a amarrar mis tripas a tanta grieta, al colosal abismo que me espera, vuelvo a imaginarme la nieve, la nieve eterna, como el pergamino donde escribiré mis alegrías y también más tristezas, vuelve la nieve a habitarme, a ser refugio y estrella que me guía, que me ampara, me consuela

Vuelvo a ver cada montaña en su potencial ardor de ser volcán que ilumina o revolución de conciencias: ni los ruidos ajenos y lejanos ni la insensatez que acecha ni las balas de carbón y hastío podrán desviarme de mi derrotero

Vuelvo a ver cada montaña en su imagen virginal, tan pura, como la imperiosa resurrección de la voluntad, del hacer, del crear; vuelvo a ver a los duendes, a los duendes de las montañas: vuelvo a sentir rituales en los ojos; vuelvo, simplemente, a tatuarlas en mi alma.

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Fobomade

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