Al brasileño Eike Batista nunca le faltaron aspiraciones. Parado sobre una serie de empresas que él mismo fundó en sectores que van desde el petróleo y las minas hasta la hotelería y el entretenimiento, en el 2009 ya podía jactarse de ser el hombre más rico de Brasil. Pero aspiraba a un título mayor: el de “más rico del mundo”, según admitió en 2010 en un show de la TV estadounidense.
Ya desde sus nombres, las empresas que creó este hijo de un ex ministro de Energía y Minas, de 56 años, tienen inscripta la ambición. Su eléctrica se llama MPX; su minera, MMX; su firma de logística, LLX; su petrolera, OGX; su firma de off shore OSX y su carbonífera, CCX. Esas seis compañías que cotizan en bolsa son el corazón de su imperio, el holding EBX. La X alude a la multiplicación de la riqueza, ha dicho muchas veces.
La multiplicación fue vertiginosa: En 2005, Batista valía 1.500 millones de dólares; en 2008, 6.600 millones. Y en marzo de 2012, en su apogeo, 34,5 mil millones. Para entonces, el índice Bloomberg de millonarios lo rankeaba octavo entre los magnates del mundo.
Hoy, con 30.000 millones de dólares menos, por el desplome de las acciones, Batista vende partes de sus empresas y renegocia deudas. Días atrás debió salir a desmentir una versión periodística de que había incumplido un pago de US$200 millones a Acciona, una constructora española que interviene en el proyecto portuario de Açú (un gigantesco complejo de astilleros y terminal mineralera, al norte de Río de Janeiro). No es de extrañar que por estos días, importantes medios de prensa internacionales estén trazando paralelos entre la evolución de su imperio de industrias duras, apoyado, entre otros pilares, sobre un fuerte respaldo crediticio estatal, y la del propio Brasil, donde la bolsa ha caído 23% en lo que va del año y donde la gente protesta en las calles por la combinación de proyectos faraónicos y necesidades insatisfechas.
Por cierto, el ciclo de Batista se presta para personificar una década de oro de los commodities, en la cual Brasil se catapultó como potencia emergente (y hasta llegó a ser agrupado con China por un banco de inversión que acuñó la prometedora sigla BRICS). La crisis de su imperio se produce en un momento de enfriamiento de la economía brasileña, de dudas sobre la firmeza de la demanda china y de caída de precios mundiales de los commodities no agrícolas.
Batista, un hombre “suave y con encanto”, y un “emprendedor serial” de larga data, según el semanario inglés The Economist , no tuvo dificultades para conseguir que los inversores, deseosos de no perderse los réditos del ascenso de Brasil a potencia emergente, lo acompañaran en su sobreexpansión de los últimos años. Por ejemplo, la salida a bolsa de su petrolera OGX, que le valió US$4.100 millones en 2008, fue la mayor oferta pública inicial de Brasil.
Batista atrajo a ejecutivos de la petrolera estatal y algunos vieron en OGX una “mini Petrobras”, mientras anunciaba el descubrimiento de indicios de hidrocarburos en sus bloques de Bacia de Campos. Pero los pozos no rindieron lo esperado, y desde entonces las acciones cayeron el 93%.
OGX contagió parte de su suerte a otros negocios del grupo.
Este año, Batista empezó a vender activos sanos para poder afrontar sus compromisos. En abril cedió a E.ON parte de su eléctrica MPX Energia; y esta semana, tras una nueva ampliación del control por parte de la firma alemana, renunció a la presidencia.
En otro frente de su tambaleante imperio de commodities, Batista notificó el jueves a la bolsa que su minera MMX cerrará una de sus minas por seis meses, y despedirá al personal, para ahorrar costos. MMX, que produjo 7,4 millones de toneladas en 2012, dijo que tiene stock como para cumplir con sus contratos de venta.
Batista estuvo casado con Luma de Oliveira, tapa de Playboy y musa de escolas del carnaval carioca. En los 90 fue campeón de náutica; su yate Pershing está valuado en US$19 millones. Entre sus caprichos, se menciona que una vez estacionó su Mercedes SLR McLaren en el living de su casa de Rio.
Ahora su avión Embraer Legacy 600 de 26 millones de dólares está en venta, y busca socio para el tradicional hotel Gloria, que compró en 2008 para rehabilitarlo con miras al Mundial de Futbol.
A fines del primer trimestre, las compañías de Batista que cotizan en bolsa debían 10.800 millones de dólares, según un cálculo de Economática. El lunes, Bank of America Merrill Lynch dijo que entre los mayores acreedores están los bancos estatales Caixa Econômica Federal y BNDES.
El BNDES precisó que lo otorgado a las empresas del Grupo EBX asciende a 10.400 millones de reales, un monto que no llegó a ser desembolsado totalmente dado el calendario largo de ejecución de los proyectos. “El BNDES acompaña la evolución de los acontecimientos del Grupo EBX, que dispone de activos sólidos y valiosos”, dijo el banco de fomento en una nota. Y aseguró que cada contrato está amparado en garantias específicas, entre ellas finanzas bancarias.
El BNDES dijo a Bloomberg News que Batista garantizó personalmente con su fortuna 2.300 millones de reales (US$1.000 millones) en préstamos de la entidad.
Entre los privados, otros importantes acreedores son Itaú Unibanco, Bradesco, Santander Brasil y el banco de inversión BTG Pactual, señaló The Wall Street Journal.
Mientras se multiplicaban los rumores sobre la situación del grupo EBX, el gobierno brasileño desmintió que estuviera considerando un rescate. “No lo necesita. Tiene activos muy valiosos”, dijo el ministro de Desarrollo e Industria Fernando Pimentel a O Globo .
Los brasileños descontentos que han protestado en diversas ciudades del país desde mediados de junio no se olvidaron del multifacético Batista. “El Maracaná es nuestro. Fuera Eike” decía un cartel, enarbolado durante la última jornada de la Copa de Confederaciones. “Fuera Eike X” había pintado otro manifestante en su remera. Es que en el consorcio que ganó la concesión por 35 años del estadio más famoso de Brasil también figura, con una participación minoritaria, una empresa del omnipresente grupo EBX.
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