Despidiéndome de Hugo

La mañana estaba fría, desolada, desangelada. No daban ganas de salir a ningún lado y menos a donde yo quería acudir: a un lugar, entre las montañas, donde pudiese despedirme del que ha partido. Y en realidad, tampoco tenía claro a dónde iría, a dónde quería ir. Tenía que sentirlo, nomás. Por eso, me armé de valor, cogí un par de abrigos, y salí.