¿Qué es un centro de origen y un centro de diversidad? En 1926 el científico ruso Vavilov encontró que casi todas las plantas cultivadas se originaron en ocho lugares del mundo a los que llamó centros de origen, el lugar donde inicialmente fueron domesticados. Estos centros, casi siempre situados en zonas montañosas, también fueron la cuna de las grandes civilizaciones del pasado.
La diversidad genética está relacionada con la adaptación de una población y con el potencial evolutivo de la especie. Un centro de diversidad no es necesariamente el centro de origen de una especie domesticada o silvestre. Es un área geográfica donde existe diversidad morfológica, genética o ambas, de determinadas especies, que se caracteriza por albergar parientes silvestres y que constituye una reserva genética. Ya en su tiempo Vavilov distinguió entre centros primarios donde se dio la domesticación de la especie vegetal y centros secundarios, donde se diversificó. Por tanto la mayor diversidad puede o no coincidir con el centro de origen. De estos centros de origen, los cultivos se expandieron y dieron lugar a los importantes desarrollos agrícolas de las llanuras y valles bajos, con mejores condiciones edafológicas, climáticas y de riego, donde los rendimientos se multiplican en relación a los centros de origen, de manera natural.
El conocimiento de estos centros de origen y diversidad tiene un importantísimo valor para los mejoradores, ya que proporciona la localización de las áreas mundiales donde pueden ir a buscarse nuevos genes por la concentración de variabilidad genética existente entre ellos.
La polémica sobre el centro de origen del maíz no ha sido resuelta. Para algunos, fue domesticado en México, a partir de su pariente silvestre teosinte y luego llegó a la región andina. Para otros, está región podría ser el centro de diversificación primaria. En todo caso, en Los Andes se desarrollaron tipos bastante diferenciados de los mexicanos generando una enorme variabilidad genética. Al respecto Goldman y Brown (1988) en base a las descripciones realizadas en toda América, afirman que del total de 260 razas descritas para América, 132 son originarias de la zona andina.
De los aportes de los pueblos indios de América a la humanidad tal vez la domesticación y selección de especies vegetales sea el más importante. Esto se refleja en la superficie cultivada del mundo con especies domesticadas y mejoradas en América, que alcanza alrededor del 20% de la superficie mundial anualmente.
¿Dónde se cultiva maíz en Bolivia y qué variedades?
En el libro El maíz y su mejoramiento genético en Bolivia, Gonzalo Avila, Director del Centro de Investigaciones Fitoecogenéticas de Pairumani, explica que el maíz en Bolivia se cultiva en cuatro macroregiones:
a) las zonas tropicales bajas entre los 200 y 900 metros de altitud
b) las subtropicales entre los 1000 y 1600 m de altura.
c) la zona chaqueña sub-andina entre 200 y 1500 m de altura
d) en las laderas y valles interandinos, entre los 1700 y 3000 m. de altura. Excepcionalmente puede alcanzar los 3800 m de altitud en las orillas aledañas al lago Titicaca.
Cada zona de cultivo utiliza variedades diferentes, así, en el trópico bajo, con agricultura empresarial, (Montero, Okinawa, Pailón) el maíz es un cultivo de rotación (actualmente utilizado especialmente para romper el ciclo de la roya, principal enfermedad de la soya) y se utilizan semillas de híbridos dobles y en menor proporción variedades mejoradas de granos semidentados y semivítreos amarillos o naranja. La mayor parte de la semilla es importada, mientras el saldo es producido por empresas semilleras existentes en la zona.
En las zonzs de la Chiquitania, la Provincia Cordillera, los valles cruceños, Beni, Pando, llanos orientales de Cochabamba y La Paz entre 200-600 m), así como en las zonas subtropicales (1000-1600m) se utilizan variedades mejoradas a partir del maíz Cubano amarillo (duro) y en variedades locales de maíz blando cruceño (choclo) para consumo humano, producidas en las estaciones del CIAT y Vallecito/UAGRM (Santa Cruz) y de Pairumani (Cochabamba).
En el Chaco subandino (300-1600m), chuquisaqueño y tarijeño se utilizan variedades mejoradas de grano duro, además de variedades criollas y nativas. El Chaco chuquisaqueño y tarijeño son zonas de producción de semilla certificada.
En la Zona Andina (1700-3000 m), Cochabamba, Chuquisaca, Tarija, SCZ, La Paz, Potosí, en sus valles densamente poblados, se utilizan variedades de maíz blando, capaces de ser reproducidas y manejadas por los mismos agricultore.
Las estaciones y centros de investigación mencionados han liberado una gran cantidad de variedades, debido a los usos variados de cada tipo de maíz en la alimentación humana.
El área principal área de producción comercial de maíz, destinadado a la preparación de concentrados para la alimentación animal es la Zona de Expansión de Santa Cruz (Montero, Okinawa, Pailón). Los valles, chiquitania y chaco cruceños producen principalmente para la alimentación humana, incluyendo las zonas de colonización. En todo el departamento, la producción comercial convive con la producción para el consumo humano, esta última con razas locales. En la región andina la mayor parte de la producción se destina al consumo humano en diferentes formas de uso. La chicha de maíz se produce en la región andina, en la Amazonía y especialmente en los territorios indígenas, como parte de su cultura.
En 1976, el Centro de Investigación Agrícola Tropical CIAT, en estrecha coordinación con el CIMMYT (International Maize and Wheat Improvement Center) y el sector maicero, inició trabajos de investigación en Santa Cruz. A partir de 1982 liberó las primeras variedades de maíz duro. Los beneficiarios de estas tecnologías son los pequeños y medianos agricultores, que constituyen más del 90% de los productores de maíz de la región. Por la demanda de los pequeños productores, del año 2004 al 2007, el CIAT trabajó en la conservación de materiales genéticos nativos/tradicionales, logrando la recuperación y purificación de las variedades más empleadas por los productores del chaco boliviano: Blando Amarillo Cobrizo, Perla Frangollero, Blando Amarillo Avaray y Perla Criollo Abati Yemba.
Entre los materiales liberados en los años 2007 y 2008 se mencionan las variedades Chiquitano-28, Cupesí, 4 Ojos, Tahiguaty, Valluno y los híbridos SIBTA-BN1 y Conquistador, lanzándose, además, la primera variedad Biofortificada denominada CIAT QPM-1, cuyas características fundamentales son el alto contenido de Lisina y Triptofano, aminoácidos esenciales para el desarrollo nutricional equilibrado de humanos y animales (www.ciatbo.org).
De las 300.000 has sembradas en el país, 148.000 se siembran en Santa Cruz, 75.000 en Chuquisaca y 35.000 en Cochabamba. De Chuquisaca: 64.000 has maíz excedentes se venden en Santa Cruz. (Avila Lavadenz, septiembre 2012. Correo del Sur)
Avila y Brandolin mencionan que los maíces bolivianos pertenecen a 7 complejos raciales, 45 razas y centenares de variedades, considerando como raza a una población con características en común que ocupa un área geográfica definida y que han sido seleccionadas para finalidades utilitarias definidas y con características morfológicas y fisiológicas comunes.
Mencionan los siguientes complejos raciales: Pisankalla; Alto Andino; Harinoso de los valles templados: Morocho; Amazónico; Perla; Cordillera y los de introducción reciente, a partir del Cubano amarillo, cruzado con las variedades existentes en la zona tropical y subtropical, desde los 250 m a 1500 m.
Se utilizan diversos métodos para el mejoramiento genético y la producción de semilla. La hibridación del maíz es el tema sobre el que se ha investigado y escrito más dentro del mejoramiento genético. Se forman líneas endogámicas por autopolinización y luego se cruzan estas para formar los híbridos, pero no se pueden utilizar estos híbridos para semilla y se debe comprar para la siguiente siembra.
Del total producido, el 57% es para la producción avícola, 17% para consumo humano, 20% para ganadería y 6% para exportación, aunque esto último depende de la variabilidad de precios que genera mayor o menor producción. El comercio internacional es solo de maíz para consumo animal, del tipo de grano duro.
¿Regionalización o coexistencia?
La propuesta del Gerente del IBCE no es nueva, en Brasil ya existe una Ley para normar la “coexistencia de transgénicos”, mientras que en España fue rechazado un proyecto similar.
En Brasil, el CTNBio (Comissão Técnica Nacional de Biossegurança), en su documento Regras de Coexistência entre Milhos Transgênicos e Variedades não transgênicas, sostiene que las variedades criollas e indígenas, que son los genotipos más antiguos de maíz, solo existen en bancos de germoplasma. Embrapa los mantiene en cámaras frías en Siete Lagunas y Brasilia y también existen en el exterior. Las variedades criollas, orgánicas o ecológicas, son producto de cruzamientos del maíz comercial, inclusive las que usan los pequeños agricultores. Por otro lado, asegura que no hay posibilidad de flujo génico horizontal en territorio brasileño para genotipos ancestrales del maíz pues no existe ningún pariente próximo del maíz en Brasil. Reconoce que el flujo génico vertical para variedades locales de polinización abierta es posible pero presenta el mismo riesgo causado por los genotipos comerciales disponibles en el mercado, es decir, los híbridos que se siembran en un 80% en Brasil.
En realidad el único pariente silvestre cercano al maíz que se conoce es el teosinte, originario de México y Guatemala. Y aún está planteada la polémica respecto a si el maíz se originó del teosinte o de un maíz silvestre que no ha sido encontrado y que algunos autores sugieren fue una planta de tierras altas.
La situación es completamente diferente en Bolivia, ya que las variedades criollas y las mejoradas a partir de las mismas, son las que se utilizan para la alimentación humana en toda la región maicera, inclusive en la zona de producción empresarial destinada al alimento aviar.
La CTNBio considera que la coexistencia del maíz convencional y transgénico es posible, con simples labores agronómicas, y que no hace falta establecer reglas de aislamiento para la producción del grano porque el destino es la venta para consumo o autoconsumo.
Asimismo, sostiene que los agricultores deben atenerse a las mismas normas de producción de semillas (Normativa 25 de MAPA), para evitar la contaminación y mantener la integridad de los genotipos. Además, como la dispersión del polen del maíz genéticamente modificado es similar al convencional, las medidas para evitar el flujo génico son las mismas que para la producción de semilla convencional.
Por tanto, concluye que basta un aislamiento de 20 metros del maíz convencional del transgénico y unas diez hileras de maíz convencional de porte suficiente para garantizar la identidad del genotipo de variedades criollas o convencionales destinadas a producción de semilla de cultivos transgénicos.
La CTNBio pone énfasis en que por la Ley Productos Orgánicos (Lei 10831/03) la responsabilidad por la protección del producto orgánico recae en los interesados en mantener la pureza de su producto. De la misma manera, recomienda a los productores de semillas criollas u orgánicas que tengan interés en evitar la contaminación, que colecten sus semillas bajo estrictas reglas de aislamiento y que las cosechen a distancias superiores a 100 m de genotipos de maíz cuya contaminación pretenden evitar.
Es interesante notar que en realidad la norma de “coexistencia” establece que no es necesario reglamentar nada más allá de lo establecido en la normativa de producción de semillas. Y lo que es peor, echa toda la responsabilidad de posibles contaminaciones a los productores convencionales.
¿Es esto lo que proponen el IBCE y el agronegocio cruceño? ¿Permitir la contaminación del mayor centro de diversidad del maíz con la promesa de una norma que no regulará nada? En un país donde el híbrido se cultiva para las aves y el maíz lechoso para la alimentación, en la misma propiedad, en el mismo departamento, región y localidad, ¿qué se puede esperar sino la contaminación del legado más valioso de nuestros ancestros?