La Casa Grande, símbolo de la resistencia indígena, acechada por el gobierno

Uno de los símbolos más importantes del movimiento indígena es, sin lugar a dudas, la Casa Grande de la Central de Pueblo Indígenas de Bolivia –CIDOB, que hoy está en peligro de sufrir la arremetida del gobierno.

La Casa Grande se erige en el corazón de los 85 barrios que conforman la Villa Primero de Mayo, una de las zonas más populosas de  la ciudad de Santa Cruz y, es por tanto, también referente de identidad de la población urbana de esas barriadas conformadas por más de 220.000 habitantes.

En la Casa Grande se concentran todos los pueblos del chaco, oriente y amazonia.  Es el centro donde se han formado muchos líderes, se han planificado las movilizaciones para defender  los derechos indígenas, es el escenario donde se han planificado y adoptado las más importantes decisiones para orientar la lucha de los pueblos indígenas del oriente.

Hoy, la Casa Grande, es símbolo de la resistencia indígena ante el acecho del gobierno, que pretende consumar su estrategia de desestructuración de la máxima organización de los indígenas del oriente, la CIDOB, con la toma física de sus instalaciones.

No es la primera vez que un gobierno de turno pretende someter la resistencia indígena con la toma de la sede de la CIDOB.  Ya ocurrió en el pasado, ingresaron por la fuerza, quemaron y destruyeron su infraestructura, pero no pudieron destruir el alma de la Casa Grande que, en realidad, está constituida por cientos de miles de indígenas que luchan por sus derechos.

Paradojas del llamado proceso de cambio, la toma de la CIDOB, constituye el último eslabón de la estrategia diseñada por el gobierno de Evo Morales  para someter al movimiento indígena y ponerlo bajo sus designios.  Las primeras acciones estuvieron orientadas a dividir  a las organizaciones con prebendas, con promesas electorales, rompiendo estructuras orgánicas, desconociendo a las legítimas autoridades.

La toma de la CIDOB estaba lista los primeros días de junio, pero a último se posterga para no llevar agua al molino que impulsaba la IX Marcha Indígena. Entonces se elige el camino de la división, a través de una Convocatoria para una supuesta GANPI, maquinada por funcionarios gubernamentales que otrora fungían como asesores de los pueblos indígenas, que conocen las debilidades y fortalezas de sus organizaciones y, por tanto, saben cómo desestabilizar a la máxima instancia de conducción y, por ende, quebrar al movimiento indígena.

El segundo intento de toma física de la CIDOB, a principios de julio, fracasa porque la columna de la IX Marcha Indígena se repliega en la Casa Grande para custodiar sus instalaciones.

Hoy, la toma de la Casa Grande, constituye una posibilidad inminente.  Con  la dirigencia y las bases indígenas desplegados en sus comunidades y especialmente en el TIPNIS para defender el territorio, los operadores políticos del gobierno han instruido la toma física de la CIDOB por las buenas o por las malas.  Hacerlo, según la estrategia oficialista, constituye la única manera de consolidar a la “dirigencia” que designó a dedo, habilitarla para luego negociar la entrada al TIPNIS y, posteriormente, avanzar hacia otros territorios para llevar a cabo las anunciadas auditorías de las TCOs, para destruir las tierras comunitarias y distribuirlas entre campesinos y colonizadores afines a su proyecto político.

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Fobomade

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