Entre mogotes y parcelas rojizas, los campesinos de la zona preservan centenarias prácticas para hacer surcos en la tierra como el uso de la tracción animal o yunta de bueyes y el arado de metal (americano). Son costumbres armónicas con el medio ambiente y que conservan total vigencia, comentó a Prensa Latina la investigadora Nieves Lugo, especialista del Centro Provincial de Patrimonio.
La experta explicó que junto a esas técnicas en la occidental región -distante unos 160 kilómetros de La Habana- asoman abundantes exponentes de la arquitectura vernácula como el bohío, hecho de madera y guano (hojas de palma), así como las viviendas cubiertas con tejas de barro cocido, conocidas como criollas.
En la localidad perviven también viejos procedimientos de alfarería para elaborar porrones, tinajas y filtros, así como tradiciones artesanales sustentadas en el empleo de fibras vegetales, con las que se obtienen cestas, sombreros y otros objetos. Se trata -explicó- de una artesanía utilitaria, cuyos principios se transmitieron de una familia a otra, y que hoy busca diversificarse.
Surgida en el siglo XIX, la elaboración de canastas para transportar las hojas de tabaco distingue a Viñales, al igual que añejos bordados y otras manualidades, agregó.
En la música perduran las décimas y controversias de los poetas repentistas, dentro o fuera del guateque, festividad típica de los campos cubanos. Mientras en la pintura predomina el paisajismo, modalidad que rinde culto a las deslumbrantes vistas del Valle de Viñales, salpicado de mogotes jurásicos, aseveró Lugo.
Por la armonía hombre-naturaleza y la preservación de tradiciones agrícolas y culturales, la localidad serrana fue inscrita en 1999 en la Lista del Patrimonio Mundial.
Las terrazas, desarrollo rural sostenible en montañas La pintoresca comunidad de Las Terrazas celebra 41 años de fundada en las serranías cubanas, donde exhibe los resultados de un proyecto de desarrollo rural sostenible basado en el turismo. Creada el 28 de febrero de 1971 para dar abrigo a campesinos del municipio de Candelaria, seduce a pintores y poetas por el concierto hombre-entorno.
La armonía entre la arquitectura y la sierra hechiza a los recién llegados en busca de deslumbrantes vistas y de una experiencia única en la isla. Además de financiar las inversiones y proyectos locales, premisa del peculiar modelo, las instalaciones turísticas del paraje proporcionan empleo a casi la totalidad de los pobladores.
Los cerca de mil habitantes del sitio montañoso se enorgullecen de su origen y de la fama de ese escenario, que se renueva y enriquece con sus propios frutos. En el centro del poblado, el hotel Moka devino el mayor exponente de la complicidad entre los aires de modernidad y el mundo silvestre.
Alrededor de un árbol centenario transcurre la vida en la edificación que obsequia una de las panorámicas más hermosas de la circundante Sierra del Rosario, declarada Reserva Mundial de la Biosfera y cuya altitud oscila entre los 300 y 700 metros.
Las ruinas de haciendas cafetaleras, edificadas en los siglos XVIII y XIX por colonos franceses, atraen también las miradas de viajeros tanto cubanos como foráneos. Buena Vista, uno de los complejos reconstruidos, exhibe ahora pinceladas de esa modalidad de plantación, que adquirió auge aquí luego de la Revolución haitiana (1791-1804).
El restaurante El Romero, especializado en comidas vegetarianas, agasaja a lugareños y visitantes con sus aguas bravas aromatizadas. Muy cerca la Casa Museo Polo Montañez, atesora recuerdos del compositor y cantante conocido como El Guajiro Natural, quien falleció en 2002 víctima de un accidente automovilístico.
Con una población mayoritariamente joven, el pueblo serrano (70 kilómetros al oeste de La Habana) muestra favorables indicadores de salud. El incremento de la expectativa de vida, que ronda los 80 años, sobresale entre los logros indiscutibles de la zona.
Un periódico propio (El Terracero) y ofertas exclusivas como paseos aéreos sobre el lago suspendidos de un cable -canopy-, distinguen a la comunidad. Sus viviendas de homogéneos diseños y tonalidades se entrelazan con la vegetación y la topografía de la región, inhóspita hasta mediados del siglo pasado.
El cuidado del entorno es desvelo de quienes residen en esas cimas, hábitat de más de 100 especies de pájaros, abundantes variedades de orquídeas y helechos, confirman expertos. Una estación ecológica situada en las alturas lidera las investigaciones, acciones de conservación y educación ambiental con el fin de preservar la riqueza natural del paraje, que ostenta el título de primer ecomuseo de la isla.
Desde cualquier punto, el canto de las aves devela la majestuosidad de uno de los lugares mejor preservados del archipiélago, orgullo de los montañeses.