Temporada ciclónica 2011, muy activa y relativamente benigna

El 15 de marzo, meteorólogos de 26 países de América reunidos en el IV Comité Regional de Huracanes en George Town pronosticaron cerca de 17 ciclones en el Atlántico. Cinco serían de gran intensidad, ocho alcanzarían la categoría de tormentas tropicales y cuatro tendrían fuerza moderada.

El 23 de mayo de 2011, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) anunció que el episodio de La Niña, iniciado en julio de 2010, estaba llegando a su final, después de ocasionar lluvias torrenciales en Pakistán, Australia, Indonesia, Venezuela, Colombia y Centroamérica, donde se reportaron graves pérdidas humanas y económicas. El organismo internacional precisó que ese fenómeno climatológico no debía reaparecer en la segunda mitad de 2011 y tampoco había indicios de un regreso del evento opuesto, conocido como El Niño.

La ciencia responsabiliza a La Niña por el enfriamiento inusual de las aguas oceánicas del centro y este del Pacífico, en tanto El Niño, por el contrario, calienta notablemente las mismas corrientes. Ambos influyen en el clima de todo el planeta, al producir perturbaciones en los flujos de circulación de la atmósfera y los océanos, a gran escala. Su duración casi siempre es de nueve meses o más.

Al comienzo del actual episodio de la Niña se estimó que llegaría hasta marzo, pero se extendió hasta finales de mayo. Los pronósticos también fueron sobrepasados en cuanto al número de tormentas tropicales. Sin embargo, aún cuando algunos países padecieron inundaciones y deslaves importantes, y varias personas murieron en República Dominicana, Puerto Rico y Estados Unidos, lo cierto es que el período, fue bastante benigno, ya que la mayoría de los meteoros no tocaron tierra.

Temporada ciclónica 2011

Desde el día primero de junio rigió la temporada ciclónica 2011 que terminó el 30 de noviembre, y según los pronósticos debía ser menos activa que la anterior en áreas del Atlántico norte, Mar Caribe y el Golfo de México. No hay que olvidar, sin embargo, que la región del Caribe aún se encontraba en una etapa dinámica que comenzó en 1995 y esto durará algunos años más.

Desde cierto punto de vista, la temporada sería activa, sobre todo si nos retrotraemos a los promedios históricos registrados antes de 1995, mucho menores. La temporada 2010 fue clasificada como muy activa, al registrar 19 fenómenos tropicales, entre los que sobresalen 12 huracanes, cinco de ellos de gran intensidad.

La primera tormenta tropical de la temporada 2011 fue Arlene, que se formó en el Caribe y afectó a México entre el 29 de junio y primero de julio. Luego se formaron Bret, Cindy, Don, Emily, Frankin, Gert y Harvey. Para el 20 de agosto llegó Irene, y más tarde, el 28 apareció José, que se disipó un día más tarde. Katia, Lee, María y Nate, continúan la lista.

La temporada se despidió con Ophelia, Phillippe y Rina, éste último, entre el 23 y 28 de octubre, un fenómeno climático que alcanzó vientos de 177 kilómetros por hora y afectó gravemente a Centroamérica. Sean surgió sobre el 4 de noviembre en la costa del extremo sur de Carolina del Norte, como un ciclón no tropical, aunque con posterioridad recibió la categoría de tormenta tropical.

Informes preliminares de expertos estadounidenses que deberán ser avalados por la OMM señalan que el período 2011 es el tercero de más actividad en la zona desde que se tienen registros, e igualó a los de 1887, 1995 y 2010.

José Rubiera, jefe del Centro de Pronósticos del instituto de Meteorología de Cuba, señaló que una peculiaridad de este período es en primer lugar el alto número de ciclones con nombre. Tanto julio, como agosto y septiembre de 2011 tuvieron una actividad superior a la habitual, con tres, siete y cinco organismos, respectivamente. En agosto, la cifra ubica el mes como el segundo más activo en cuanto a formación, junto a los de 1933 y 1995, destacó el experto al periódico Granma.

En esta ocasión, Irene fue el sistema de más preocupación, un huracán que estremeció grandes ciudades del este de Estados Unidos, y causó estragos a su paso por el Caribe. “Irene rompió la amnesia de huracán que se puede desarrollar cuando los lapsos de tiempo entre las tormentas que tocan tierra son muy prolongados”, dijo Jack Hayes, director del Servicio Meteorológico de la Administración Nacional de Océanos y Atmosfera (NOAA).

Lluvias de la mano humana

Pictografías en las paredes de las cuevas, danzas y cantos ceremoniales fueron algunas de las maneras usadas por nuestros ancestros para invocar a las deidades encargadas de hacer que lloviera. Si después de la petición, la lluvia caía, era bienvenida e interpretado el hecho como una buena señal. Un temporal muy fuerte, en cambio, podría verse como un castigo.

Desde fines del pasado año a la fecha pudiera parecer que poblaciones del norte de Suramérica, en especial de Colombia y Venezuela, por la cantidad excesiva de precipitaciones, sufren una especie de punición. Lo cierto es que los aguaceros han dejado un cuantioso número de damnificados, inundaciones, deslaves, graves daños a redes viales, cultivos, viviendas, y presas colapsadas, en toda esa región.

En Colombia, de acuerdo con el Departamento Administrativo Nacional de Estadística, el agua caída desde 2010 dejó más de 400 muertos, unos tres millones de afectados e incontables pérdidas económicas, por lo que se considera que este ha sido el peor invierno en la historia del país.

Igualmente en Venezuela, las lluvias de fines de 2010 fueron mayores que las ocurridas durante la llamada Tragedia de Vargas, en 1999, aunque con las medidas aplicadas por el gobierno del presidente Hugo Chávez, como la creación de refugios para las personas proclives a ser afectadas, se evitaron más pérdidas de vidas humanas.

Las autoridades de esa nación habilitaron cerca de mil albergues y pusieron en marcha un plan de construcción de viviendas con prioridad para quienes perdieron sus hogares en el temporal. En 2011, las precipitaciones obligaron a las autoridades a declarar alerta en nueve estados venezolanos, y la situación más grave se presenta en Los Andes del país.

Según expertos de la OMM, el fenómeno climático La Niña es el responsable de esas lluvias torrenciales, que también dejó sus estragos en Brasil, Australia, Filipinas y Sri Lanka. Tanta lluvia con tanto desastre es consecuencia de la actividad humana, consideran los expertos quienes insisten en que el cambio climático va a generar un gran impacto en Latinoamérica.

Debido a la emisión de gases de efecto invernadero, responsables del calentamiento global, como el dióxido de carbono, gas metano, óxido nitroso, hidrofluorocarbonos, perfluorocarbonos y hexafluoruro de azufre, se estima que habrá un incremento sostenido de las temperaturas en la región. Será de tal magnitud que podrían llegar a alcanzar los seis grados centígrados al final del siglo.

Tal situación provocará en pocas décadas el aumento del nivel del mar, la disminución del agua potable y las tierras fértiles, la contaminación de los océanos y la desaparición de muchas de sus especies. También generará más incendios forestales, afectaciones a zonas costeras debido al incremento del nivel del mar, daños a la salud y el aumento de la mortalidad por eventos extremos como huracanes. Incluso ya se advierte que los conflictos, hasta los bélicos, aumenten entre los países por el maneo del agua potable.

Tal y como lo predijo la ciencia, el cambio climático sigue influyendo en la aparición y desarrollo de eventos extremos -lentos o explosivos-, a lo que también se suman  catástrofes naturales de origen geológico, en coincidente alza. No puede decirse que una buena parte de la comunidad internacional y de las naciones más vulnerables no intentan enfrentar con lo que tienen y como pueden los perjuicios, a veces de procendencia incierta.

Lo está haciendo, sólo que no con la celeridad y prioridad requeridas, situación agravada en los países más pobres por la crisis económica mundial que los golpea con más fuerza, su crónica falta de recursos financieros, tecnológicos, y materiales y la ausencia de preparación en general.

A principios de mayo, Ginebra fue sede de la III Plataforma sobre Enfrentamiento de Desastres, auspiciada por la ONU y con la asistencia de más de dos mil delegados, entre expertos y políticos de todo el mundo. Sobre el lastre de la falta de rapidez en la respuesta y  la necesidad de que los gobiernos inviertan ahora mismo en los programas de prevención y recuperación, insistió la organización mundial en la ocasión.

Invertir hoy para un mañana más seguro, es el nombre de la campaña mundial al respecto, que incluye la asesoría de expertos a las naciones necesitadas y expuestas. En América Latina, es una realidad que el riesgo de desastres y las pérdidas económicas se están incrementando, y aunque la mortalidad está bajando, los niveles de lluvias aún son fuertes, expresó Andrew Maskrey, delegado por la ONU.

En el cónclave se llamó a disminuir ciertos desfases entre desarrollo y respuesta ante las catástrofes, en países como Chile, Colombia y Costa Rica. Además del esfuerzo a nivel de comunidades de base, preconizado por la ONU, muchas naciones latinoamericanas insisten en la necesidad de la cooperación internacional, que en lo fundamental debe venir de naciones industrializadas.

Además, se puntualiza la importancia del cumplimiento de programas de adaptación al cambio climático, a mediano y largo plazos, de dar mayor protección a las infraestructuras escolares y hospitalarias y en el funcionamiento de sistemas de alerta temprana. Es un trabajo urgente y emergente, pero integral y de largo aliento.

Las autoras son periodistas de Prensa Latina.

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