19 Mar
2014

Kryygimaî: una mujer originaria del pueblo ache, desnuda el horror del racismo en la Argentina

“Damiana” fue raptada por colonos blancos en Paraguay en 1896, luego de que mataran a toda su familia, para ser llevada a Buenos Aires, donde intentaron someterla como sirvienta y “conejillo de indias”, por filósofos y antropólogos argentinos y alemanes. Como “Damiana” no perdió la memoria de su origen, fue llevada a un reformatorio donde murió por la crueldad de la sociedad patriarcal blanca, como castigo ejemplar por negarse a entregar su libertad, por su doble condición de mujer y originaria.

Esta oscura historia necesaria de ser contada, desnuda el horror de una generación infame en la Argentina: la Generación del 80, que no sólo traicionó el ideario americano de la Patria Grande de nuestra Independencia, sino que sentó las bases del estado-nación argentino, con un pilar en la exclusión, conocido como el paradigma de “civilización o barbarie”, que justificó y silenció (y todavía lo hace) todo tipo de genocidio a los pueblos originarios. Basta pensar que el recientemente creado Museo de Alta Montaña de Salta, exhibe en la actualidad los cuerpos de tres niños incas como objetos turísticos, un acto de obsceno racismo, que continúa a pesar de que viola toda dignidad humana, a pesar de las protestas de muchos referentes de pueblos originarios y artistas de la provincia, e incluso el Director Nacional de Patrimonio de hace unos años, Américo Castilla.

Pasaron más de 100 años hasta que los restos de “Damiana” que seguían depositados como muestras de laboratorio en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, fueran devueltos a su comunidad en Caazapá, Paraguay, donde recuperó no sólo la dignidad de su historia y humanidad, sino la de su nombre: Kryygimaî.

En el actual momento de encrucijadas políticas y culturales del continente, esta oscura historia viene a dar luz sobre la responsabilidad pasada y actual de las instituciones culturales y políticas no sólo de la Argentina sino del resto de continente, en la perpetuación de los modelos racistas y de exclusión que impiden el surgimiento pleno de una sociedad plural y diversa, basada en otro concepto de democracia y estado, que respete no sólo la realidad compleja que somos, si no, que nos permita construir otro poder para el futuro digno que nos merecemos.

A continuación, transcribo la valiosa investigación de Mauricio Kartun, de su página de facebook: https://www.facebook.com/pages/MAURICIO-KARTUN/182075757764

“En el 2010, después de 114 años, los restos de una joven aché fueron restituidos a su comunidad en Caazapá, Paraguay. Había sido llevada por colonos blancos a Buenos Aires para ser sirvienta y, antes y después de su muerte, conejito de indias. Su esqueleto sin el cráneo fue encontrado en el año 2006, entre los miles de restos que conserva el Museo de Ciencias Naturales de La Plata.Su historia tremenda se inicia cuando un colono de Samoa, Chaco paraguayo, encontró su caballo muerto y le atribuyó el acto a los aché. Junto a un pequeño ejército de paraguayos blancos tomó por asalto a los nativos. En el claro de la selva -cuenta la historia- quedaron 3 cadáveres, dos hombres y una mujer, destripados. A su lado una criatura de 2 años lloraba. Los blancos la bautizaron «Damiana», en honor al santo patrono de aquél día. Fue llevada a la colonia para ser educada por los asesinos de sus padres. Desde un primer momento, Damiana fue víctima de estudio. Una época en que los criterios raciales servían para justificar la expansión colonial. Alguien anotó en un cuaderno de campo que la bebé no cesaba de repetir las extrañas palabras «caïbú» , «aputiné» y «apallú», voces con las que llamaba incansablemente a sus padres.

En 1898 la niña fue traída desde Villa Encarnación a la localidad bonaerense de San Vicente, ahí sería entrenada para servir en la casa de la madre del filósofo y psiquiatra Alejandro Korn, sita a pasos del Museo de Antropología de La Plata. El lugar estaba lleno de antropólogos alemanes, siendo uno de los más conocidos Robert Lehmann-Nitsche, apodado «el erotólogo» por su afición a historias picarescas de los mitos y el folklore regional. Lehmann-Nitsche sometió durante años a Damiana a estudios antropométricos para compararlos con los de una niña de raza aria de la misma edad.

Esta es justamente una de las fotos que Lehmann le sacaba año a año para estudiar su desarrollo.Quedando a merced de la familia Korn, Damiana aprende con soltura los idiomas alemán y castellano. Este aprendizaje fue calificado por los estudiosos como «asombrosa inteligencia natura\», algo extraño -decían- en las razas indígenas, consideradas en aquel tiempo por la cultura blanca como sub-humanas.

Cuando Damiana llegó a la adolescencia la rebeldía y desarrollo de sus formas corporales le trajeron un desafío: el amor. La piba escapaba de la casa por 2 ó 3 días para encontrarse con su enamorado o lo recibía en su habitación. Espantados, los Korn ataron un mastín a su puerta, pero Damiana no dudó en defender sus sentimientos y su libertad y envenenó al perro. Estos comportamientos contribuyeron a que en implacable informe Lehmann anotara:»Consideraba los actos sexuales como la cosa más natural del mundo y se entregaba a satisfacer sus deseos con la espontaneidad instintiva de un ser ingenuo». Los intentos por educar a Damiana dentro de las reglas morales y cristianas de la época no resultaron y por eso fue declarada insana mental. Korn la internó en el hospital Melchor Romero (que él regenteaba) pero al no poder contener a la joven, la acusó de delincuente y la trasladó a un reformatorio de Buenos Aires. Dos meses y medio después la adolescente murió de tisis. La cultura blanca que la recibió no guardaba por la suya ningún respeto.

Con apenas 15 años, lejos de su origen y de su familia, Damiana murió huyendo seguramente del desprecio y el desamor. Después de morir su cuerpo fue decapitado. La cabeza fue enviada a Berlín, donde la recibió el famoso antropólogo físico Hans Virchowl. Luego de someterla a estudios de musculatura facial, antropometría, disección cerebral, etc. se presentó ante el plenario de la Sociedad Antropológica de Berlín y la cabeza de Damiana salió en sucesivas publicaciones. Pero la soberbia científica aún no terminaba, sabios capaces de descifrar el lenguaje de los cráneos tenían curiosidad por más estudios y búsqueda de indicios de una subespecie humana: el cerebro fue extraído y analizado. Al tiempo el cráneo de Damiana pasó a ser sencillamente anotado como «cráneo de una india guayakí de frente y de perfil».

Más de un siglo después, el 11 de junio de 2010, antropólogos argentinos del Museo de Ciencias Naturales de La Plata llevaron los restos de Damiana hasta la comunidad aché de Ypetimi. Ancianos, jóvenes y miembros de otros asentamientos vecinos concurrieron a rendir un homenaje ya no a Damiana sino a la niña Kryygimaî. Tras conmovedores gritos y llantos del ritual ancestral, la raptada, manoseada, humillada y muerta, fue recibida para ser velada toda esa noche. Al día siguiente, lejos de las cámaras y las miradas de los extraños, su pueblo le dio sepultura en un lugar secreto dentro del bosque, para que al fin descanse en paz.”

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