Brasil: Vidas en Tránsito en el Río Madera

El objetivo esencial de estos reportajes, así como de toda la producción de Pública, es siempre el interés del público: cómo las acciones y negociaciones políticas y económicas han tenido impacto, en la práctica, en la vida de la población. En medio de las obras de Rondonia, millares de hombres y mujeres se encuentran y desencuentran, y el dinero desaparece con la misma velocidad que surge en medio del sexo, violencia y ausencia de los organismos públicos.

La vida en medio del Río Madera

Micheli (nombre fictício) tiene 20 años. Hace cuatro meses dejó su ciudad natal en Pará y desembarcó en la villa de Jaci Paraná, distrito de Puerto Viejo, Rondonia. Encontró trabajo y alojamiento en una ‘brega’, nombre local para prostíbulo, donde comenzó ayudando en la limpieza. Dos semanas después se estaba prostituyendo como “casi todas las jóvenes”.

“Cuando llegué aquí estaba triste, lloraba toda la noche. El polvo, las calles sin asfalto. Trabajaba lavando platos, no recuerdo bien cómo fue la primera vez. Él era extraño, llevó pólvora para aspirar en el cuarto, me quería besar en la boca, tener sexo de nuevo. Después lloré. Si fuese en mi ciudad tendría vergüenza, disgusto. Aquí es normal, casi todas las mujeres lo hacen. Cambié, ya no soy la misma mujer”.

Es imposible andar por las calles de Jaci sin encontrar un prostíbulo. Hay bares abiertos algunas veces con mesas de plástico afuera, distribuidas en la calzada. En la noche la música toca a todo volumen. Durante el día las mujeres que los frecuentan andan por la villa con pantalones cortos y el torso desnudo.

Ellas están en Jaci para prestar servicio a los millares de hombres que entran y salen de la villa en turnos de las 7 a las 17h. Son los horarios de entrada y salida de la construcción de la Central Hidroeléctrica de Jiraua, una de las obras más grandes del Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC) en curso en el país. La central crece en torno a la represa del rio Madeira en medio de la selva amazónica. La villa de Jaci es el núcleo urbano más cercano a 20 km. de la represa.

La obra llegó a tener 25 mil trabajadores en el momento de su apogeo lo que era el doble de lo previsto en el plan inicial. Algunos se instalaron en la villa, otros pasan sus días libres allí. El Ministerio Público de Rondonia estima que la villa pasó de 4 a 16 mil habitantes desde el 2009 cuando la represa de Jirau comenzó a ser construida. Los trabajadores tienen acentos del Norte, Nordeste, Sur y Centro-Oeste de Brasil, algunos no dominan el portugués como es el caso de haitianos y bolivianos.

La mayor parte de los trabajadores viajó solo, permanecen entre tres meses y un año sin volver a casa. “Algunos solo quieren divertirse, otros están tristes. Dicen que engañan a la esposa porque lo necesitan pero no les gusta, dice Michele”.

La villa de pescadores se convirtió en un lugar de paso. Las personas están allí en búsqueda de dinero, no de vínculos.

La ruta del dinero: la fábrica de crimen

En época de pago de la represa, Jaci Paraná hierve con el dinero de los trabajadores. Además de las prostitutas locales, vienen mujeres de otros estados en la semana de pago. Según Michele algunas aprovechan el puente aéreo con Belo Monte, represa hidroeléctrica en construcción en Pará. Ellas se desplazan de acuerdo al día de pago de cada represa.

En esas semanas el valor del servicio crece significativamente. Las más experimentadas llegan a negociar un cobro de R$ 400 (aprox. $US 200) por media hora con un empleado de alto rango.

Shirley, una de las muchas peluqueras que fueron a vivir a Jaci para atender a esas mujeres, dice: Quienes ganan son ellas, las dueñas de los prostíbulos, son siempre prostitutas con mucha experiencia.

Después de los prostíbulos los salones de belleza son la segunda actividad comercial para beneficiarse del movimiento de los salarios de la represa. La villa tiene un salón en cada esquina. Desde que comenzó a aplicar extensiones Shirley gana más que su marido, que es el encargado de la construcción de las turbinas en Jirau.

Sin embargo acumular bienes es peligroso en Jaci. La mínima infraestructura de seguridad pública es impotente frente a la fuerza del dinero que circula en la villa. Dos semanas antes de la entrevista, a Shirley le asaltaron su casa y su marido fue tomado como rehén. El robo fue de más de R$ 20 mil en dinero y equipos electrónicos, pero ella no hará una denuncia pues todos saben quiénes son los asaltantes y lo que hacen. A pesar de ello no sucede nada.

La policía no se ha dado cuenta de la fuerza adquirida por el crimen local. Los comerciantes pagan a una empresa particular que dispone de vehículos y motos bien identificados para circular por las tres principales calles de la villa. En septiembre del año 2012 el comandante de la Policía Militar de Jaci fue asesinado dentro del puesto policial.

La “ciudad fantasma”

En el cambio de la vieja a la nueva Mutum Paraná – ciudad construida por Energía Sustentável (Energía sustentable) para albergar a los ingenieros y encargados de la planta de Jirau – entre ellos los ribereños trasladados por la inundación de la hidroeléctrica de Rio Madeira – son muchos los reclamos sobre promesas no cumplidas.

Sônia Cabral Costa, ex-habitante de la vieja Mutum, hoy dueña de una tienda de ropa en Nova Mutum, pregunta: Nos prometieron que tendríamos aquí profesorado, industrias, millares de empleos. ¿Dónde? Nada de esto se cumplió. Esas personas tenían sus fuentes de ingresos, llegaron creyendo lo que la empresa les prometió.

La previsión inicial de las empresas (en el complejo de la hidroeléctrica del río Madeira), era trasladar 2.849 personas, 1.087 en el área anegada por Jirau y 1.762 por la represa Santo Antonio (de la empresa Santo Antonio Energia). Según los afectados por las represas hoy hay 4.325 personas trasladadas o afectadas indirectamente.

Este año el sobrino de Sonia completa su enseñanza básica. El próximo año estará obligado a viajar 30 km todos los días para estudiar en Jaci Paraná. Entre las promesas de Energia Sustentável estaba la construcción de dos escuelas en la villa, una de enseñanza básica y otra de enseñanza media. De hecho las escuelas fueron construidas, el detalle es que una de ellas fue entregada a la empresa privada.

En la puerta del Colegio Einstein, una placa con el logo de la hidroeléctrica y del gobierno federal anuncia en letras destacadas que el edificio fue construido con fondos del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES). Pero quien entra allí debe pagar una mensualidad de R$ 240 (cerca de 120 $US). O R$ 200, si es un hijo de “camargueiro’ – denominación que se les da a los funcionarios de la empresa Camargo Corrêa.

Mientras el colegio particular tiene 20 alumnos por sala, la escuela pública tiene salas con más de 40 alumnos y hace turnos nocturnos para hacer frente a la demanda.

Neida Rodrigues dos Santos, vice-directora de la escuela municipal, dice: El año pasado quedaron 20 alumnos sin matrícula porque no teníamos vacantes. Los padres venían a implorar a la puerta pero no teníamos donde ponerlos.

“Debía ser municipal, pero se necesitaba una escuela para los hijos de los ingenieros y Jirau resolvió negociarla con el sector privado. No veo el problema”, dice Pedro Beber, el responsable de la gestión de los fondos de compensación social que pasan por la prefectura.

Los problemas de infraestructura también son comunes en las otras villas creadas por Jirau y San Antonio para recibir a la población rural que debió ser trasladada. Los más frecuentes son los relacionados con la producción del suelo. Los ribereños fueron sacados de la orilla del rio Madeira, área fertilizada naturalmente, y colocados en terrenos comprados a los hacendados donde algunos crían ganado.

Otro reclamo común es sobre el olor de las aguas residuales en las casas. Los nuevos asentamientos fueron hechos en áreas cercanas a la zona inundada por la hidroeléctrica. Debido al aumento del agua contenida por el río, la capa freática desborda provocando fugas de aguas residuales y de fosas sépticas.

Después de casi dos años en la villa Nova Mutum, ciudad construida por la empresa Energia Sustentável para alojar a los ingenieros y encargados de la planta de Jirau, y a los lugareños desplazados por el embalse, la familia de Batista decidió regresar a la ribera. Construyeron una casa de madera cerca de un arroyo llamado Jirau, al lado de los propios vecinos de la vieja Mutum. Sin embargo, ya se sospecha que esa área también será inundada.

La información circula entre los habitantes y funcionarios de la planta y está siendo investigada por la procuradora Renata Ribeiro Baptista, del Ministerio Público Federal de Rondônia. “Jirau lo niega, pero nosotros estamos siguiéndolos de cerca”, afirma.

Esta situación muestra el dilema de los lugareños. Ellos volverían rápidamente a retomar sus hábitos de vida, que están ligados a la proximidad al río. Pero la vida que ellos conocieron fue reemplazada por la planta.

“Yo ya no me considero un ciudadano brasileño, me siento un perro con correa que no escoge para dónde va”, dijo Jonas Romani, pescador de 55 años. Él vivía en un barrio de Jaci Paraná que fue inundado por la planta de Santo Antônio. Como Batista, se mudó a Jirau y ahora no puede dormir por la posibilidad de tener que mudarse de nuevo.

Esmeralda Marinho Gomes habitaba en la villa Mutum Paraná que fue desplazada por encontrarse en el área que sería anegada por la planta de Jirau. Ella cuenta que nunca fue indemnizada. Esmeralda explica cómo los lugareños no se adaptaron a la villa construida por la planta, Nova Mutum, y se mudaron a un lugar cerca del río. Ella está preocupada con lo que va a pasar con la comunidad cuando la obra se concluya y el trabajo se termine.

El proceso de arrancar a la personas del lugar donde construyeron sus vidas está siempre sujeto a injusticias. A las pequeñas y a las grandes. La historia de Esmeralda Marinho Gomes, de 63 años, es una de las grandes.

Ella alquilaba una casa en la vieja Mutum desde 2006. Aunque vivía en un lugar rentado, tenía derecho a recibir una indemnización de R$ 55 mil o una casa pequeña en Nova Mutum. Sin embargo, en la semana que los funcionarios de la planta pasaron para hacer el levantamiento, Esmeralda estaba en la mina. Cuando regresó, comenzó una saga de intentos para entrar en contacto con la planta. Como la comunidad estaba formada por allegados, las casas no tenían documentación oficial y por lo tanto, no había contrato, sólo un acuerdo con el propietario.

Explosión demográfica y demanda desbordada

En la primera parte de esta serie vimos cómo el pueblo de pescadores de Jaci Paraná se vio afectado por las obras de la central hidroeléctrica de Jirau en el río Madeira, Rondonia. Con 68 puntos de prostitución y el hervidero formado cada vez que los trabajadores cobran el sueldo de la central, el caos social que se apoderó del pueblo está directamente vinculado con la explosión demográfica de la región.

Para una obra de la envergadura de la central de Jirau (con un valor estimado de 15 millones de R$), el proyecto está obligado a realizar inversiones con las que equipar la estructura pública local. La idea es que se construyan equipamientos de servicio público para absorber el crecimiento de la demanda, como escuelas, centros de salud y puestos policiales. Son las llamadas «acciones de compensación social».

Al igual que Jirau, la Central Hidroeléctrica de Santo Antônio, en construcción en el mismo río Madeira, tiene obligaciones similares. La diferencia es que Santo Antônio atrajo a más gente a la capital Porto Velho y a su región. En Jaci, el impacto de Santo Antônio recayó en la retirada de los ribereños que vivían en los barrios inundados. En este caso, la central construyó casas en otro barrio o les indemnizó.

Para absorber el aumento poblacional generado por la proximidad con Jirau, Jaci Paraná debería haber recibido al menos 20 millones de R$ de Energia Sustentável do Brasil, empresa responsable de Jirau, que tiene a la multinacional de origen francés GDF Suez como su mayor accionista. Con ese dinero se comprometieron a construir escuelas, un centro de salud, un destacamento de guardas forestales, un sistema de captación, tratamiento y abastecimiento de agua y a asfaltar las calles.

Esos equipamientos deberían haber estado preparados antes de la llegada de los miles de trabajadores. Sin embargo, mientras que ellos hacen horas extras para acelerar la construcción de la central, que debe entrar en funcionamiento a principios de 2013, las obras de compensación social quedaron en el papel. Lo único que entregó la empresa en Jaci fueron cuatro kilómetros de caminos asfaltados, cunetas y reformas en dos escuelas, además de financiar campañas puntuales, como para la prevención de la malaria y contra la explotación sexual infantil.

Para Angela Fortes, consejera titular de Porto Velho, municipio al que le corresponde la gestión de Jaci, estas acciones no responden a la demanda creada ni de lejos.

Cuando se anunciaron las centrales, se prometieron nuevas escuelas y hospitales: crearon esa expectativa en la población. Después de la llegada de las centrales, tenemos escuelas con aulas abarrotadas y centenares de niños sin matrícula.

Entre 2007 y 2008, la demanda de nuevas matrículas en Porto Velho saltó de 1,5 mil a 4 mil. Angela estima que ahora, en Jaci y en otros pueblos de la región, hay cerca de cien alumnos sin plaza.

La prefectura de Porto Velho administró 65 millones de R$ de Santo Antônio y 91 millones de R$ de Jirau. Por las manos del gobierno estatal pasaron 75 millones de R$ de Santo Antônio y 67 millones de R$ de Jirau.

Sin embargo, la actual prefectura de Porto Velho no priorizó la absorción de la demanda creada por la obra. «Siempre estuve en contra de la construcción de nuevas escuelas en Jaci. Ellos querían, pero yo no nunca lo permití», afirmó el secretario municipal Pedro Beber, jefe de la Oficina Extraordinaria de Programas Especiales, responsable de la gestión municipal de ese presupuesto: Los trabajadores se están marchando y nos quedaríamos con un elefante blanco.

Beber defiende que la mejor opción para Jaci es esperar a que pase el revuelo y centrarse en infraestructuras para los que se quedarán después de la obra. Quita importancia al hecho de que algunos alumnos se quedaran sin matrícula. En uno o dos años, todo se asentará.

El Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (Ibama) es el organismo responsable de supervisar las acciones de forma centralizada. En teoría, si el plan de inversión acordado con la empresa no se cumplió, esta entidad tiene poder para conseguir las licencias medioambientales para la siguiente fase de la obra. Sin embargo, en la práctica, las licencias medioambientales se aprueban aun cuando los técnicos detectan problemas graves, principalmente en las acciones dirigidas a la población local.

Así sucedió con la construcción de la Unidad de Atención Rápida (UAR), que serviría para suplir la demanda de atención de urgencias en Jaci. Esa era una de las obras más esperadas por los vecinos, ya que los 15 000 habitantes solo cuentan con un centro de salud. La obra debería ejecutarse con recursos de Jirau, en asociación con la prefectura. En noviembre de 2011, durante la inspección de las acciones de compensación social de Santo Antônio, los técnicos de Ibama se dieron cuenta de que las obras estaban abandonadas. El descubrimiento fue remitido a Brasilia, la capital, en un informe que recomendaba una acta de infracción contra la empresa Energia Sustentável.

Casi un año después, en octubre de 2012, la empresa obtuvo la licencia para comenzar a operar sus turbinas. Las obras de la UAR se retomaron, pero sin previsión de finalización.

La lucha por la subsistencia

Dejando las polvorientas calles de Jaci Paraná 15 kilometros más abajo en la carretera nacional, el pueblo de Nueva Mutum Paraná está en marcado contraste con Jaci.

La única similitud con Jaci es el grupo de [trabajadores] uniformados en la parada del autobús al final de la jornada [procedentes del emplazamiento de la obra]. Pero en Nueva Mutum Paraná todas las carreteras están asfaltadas. Hay aceras y rotondas con césped en el centro. Todo está planificado de manera simétrica. Hay un sector comercial y uno residencial, con 1.600 viviendas organizadas en bloques. En cada bloque, las casas son idénticas y están separadas unas de otras por áreas de césped de medidas similares.

La empresa Energía Sustentável (Energía Sostenible), planificó y construyó Nueva Mutum Paraná para albergar a los ingenieros y supervisores de Jirau, operarios que pueden llevar a sus familias al estado en el que trabajan. En lugar de música popular y vientres al desnudo, lo que aparece en la puerta principal de las casas cuando los hombres salen hacia la parada del autobús son mujeres embarazadas y niños pequeños.

La mayor parte del pueblo está ocupada por los trabajadores de la compañía, pero en la entrada, hay una zona reservada para las 150 familias de la antigua Mutum Paraná, un pueblo ribereño que fue deshabitado y posteriormente eliminado cuando la central inundó los terrenos en los que se asentaba. La comunidad estaba formada por alrededor de 400 familias, y la mayoría optó por cobrar la indemnización.

Nueva Mutum es el lugar preferido para la publicidad con mensaje social de Energia Sustentável. Esparcidos por el pueblo, se pueden ver carteles sobre sostenibilidad acompañados de fotografías de los ribereños y los trabajadores, siempre con el logo de la empresa.

La tranquilidad de las homogéneas calles es casi excesiva. Tras caminar durante varios minutos sin ver a nadie, es inevitable preguntarse: ¿dónde están todos los vecinos?

“Las casas son muy bonitas pero, ¿y nuestra existencia?” pregunta Rovaldo Herculino Batista, ribereño que vendió su casa, construida por la hidroeléctrica, porque no encontraba ninguna fuente de ingresos en Nova Mutum: No tiene sentido hacer una ciudad maravillosa, una nueva Jerusalén, si se saca a la gente del lugar donde tiene su trabajo y su vida. ¿Cómo vamos a ganar dinero?

En el viejo Mutum, como los ribereños se refieren a la antigua comunidad, ellos pescaban, trabajaban en la minería y en el sector de servicios. Batista trabajó en las minas de estaño y tenía una chatarrería donde desmontaba dragas abandonadas para vender las piezas. Su esposa vendía frutas y legumbres que transportaba en una carretilla por la comunidad. No faltaba dinero para la familia.

Durante la mudanza, consiguieron hacerse con una pequeña tienda, pero los vecinos no tenían dinero para comprar. La chatarrería cerró, y la pesca se terminó. Batista intensificó las visitas a la mina, pero era difícil equilibrar las cuentas en la casa nueva con seis hijos y tres nietos. Además de ser más caros los productos en el mercado local, la factura de la luz era indecente. Durante los tres meses antes de renunciar a su “Nueva Jerusalén”, Batista recibió cuentas de electricidad por importes de 629, 671 y 547 reales (318, 339 y 276 dólares norteamericanos).

Es irónico. Las personas más afectadas por la construcción de una de las mayores centrales hidroeléctricas del país se ven obligadas a pagar los precios más altos por la luz. Además de los 19 reales mensuales (unos 9.5 dólares norteamericanos) para el alumbrado público.

La Nota es un resumen de los reportajes, editado por Fobomade

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