Existen muchas clasificaciones de plaguicidas, ya sea por grupos químicos tales como los órganos clorados, fosforados, piretroides, carbamatos y entre otros; o por el tipo de plagas que combaten, como los insecticidas, herbicidas, fungicidas y raticidas, entre otros.

El glifosato, el endosulfán, el paraquat, el 2,4 D, el dicamba, los piretroides, los fosforados y centenares de sustancias químicas usadas en la agricultura son consideradas venenosas.

“La docena sucia” es una lista que identifica a las 12 sustancias más tóxicas del mundo. Su efectividad para matar bacterias y su bajo costo hizo que la mayoría de los agricultores prefiera su uso, a pesar de su elevado nivel de toxicidad.

Los efectos cancerígenos del glifosato, su acción mutagénica y su capacidad contaminante de alimentos y suelos han sido demostrados en forma fehaciente por numerosas investigaciones en el mundo, incluyendo los últimos aportes del director del Laboratorio de Embriología Molecular de la UBA Andrés Carrasco. (1)

El endosulfan es uno de los tóxicos más utilizados en América Latina. “Desde muchos países estamos llevando a cabo campañas de sensibilización y acciones a nivel político para que este producto sea prohibido, y también impulsamos acciones de investigación y difusión para reemplazar al endosulfan por alternativas agroecológicas”, dice el coordinador regional de la Red de Acción en Plaguicidas de América Latina (RAPAL) Javier Souza Casadinho.

La multinacional química-farmacéutica Bayer se ha comprometido a sacar del mercado el plaguicida Endosulfan en 2010 y reemplazar el tóxico por alternativas más seguras.

La situación en Bolivia

En Bolivia se comenzaron a usar plaguicidas a partir de la década de los años 50 del Siglo XX, cuando se emprendió la denominada “marcha al oriente”. El uso de herbicidas y de otro tipo de plaguicidas se fue incrementando gradualmente con el objetivo de aumentar la producción agrícola en el menor el menor tiempo posible.

En la actualidad, estas sustancias químicas se utilizan en la agroindustria y también en la pequeña y mediana producción agrícola, sin previa capacitación y exponiendo a las familias campesinas a sufrir graves problemas de salud.

También es preocupante el uso indiscriminado de insecticidas para combatir las epidemias de dengue, malaria y Chagas. “Eso lo estamos viendo en la última epidemia del dengue en el oriente boliviano, donde se usó como medida de urgencia grandes cantidades de insecticida; sin embargo no es una medida sostenible ya que el control de esas enfermedades pasa por otras vías como el cambio de conducta de las personas y su entorno saludable. ¿De qué sirve que se fumiguen las casas si continúan los criaderos de mosquitos como las llantas y otras aguas estancadas?”, cuestionó el coordinador de la ONG Plagbol Rafael Cervantes.

En Bolivia no existe un organismo encargado de realizar un control riguroso del uso y la comercialización de plaguicidas. Por esa razón, varios tipos de plaguicidas y raticidas prohibidos se venden libremente en las calles a precios muy bajos.

La entidad competente en el control de la circulación de los plaguicidas en Bolivia es el SENASAG, mediante unas normas y procedimientos de registro, autorización y prohibición. Sin embargo, la norma de la Comunidad Andina 436 que regula el etiquetado de los plaguicidas establece que cada país debería contar con un comité nacional de plaguicidas integrado por representantes de los ministerios de salud, agricultura y medio ambiente con el fin de de evaluar y autorizar qué plaguicidas pueden circular en el mercado.

“En Brasil se tiene un programa de agrotóxicos conformado por las tres comisiones; si la comisión de medio ambiente expone que la internación de un determinado plaguicida causará daños al medio ambiente, entonces ese producto no entra al mercado. Eso es lo que falta en Bolivia”, afirmó Rafael Cervantes.

Daños a la salud y al medioambiente

La intoxicación por plaguicidas en Bolivia y en otros países de la región es un problema “oculto”, razón por la cual muchas enfermedades relacionadas directamente con el uso indiscriminado de estos químicos son atribuidas a otros factores, comentó el representante en Bolivia de la Organización Panamericana para la Salud (OPS) Christian Darras.

Se fortalecieron los sistemas de vigilancia epidemiológica y mejoró el registro de datos epidemiológicos en algunos países, pero el problema aún no está suficientemente visibilizado, dijo Darras en el Primer Congreso Internacional de Plaguicidas y Alternativas «Una mirada desde la salud, agricultura y medio ambiente en América Latina», celebrado la anterior semana en la ciudad de La Paz.

La intoxicación por plaguicidas puede ser aguda o crónica. La intoxicación aguda se manifiesta a las pocas horas del contacto con el plaguicida y los síntomas pueden ser dolor de cabeza, mareos, vómitos, dolor de estómago, irritación de la piel, diarrea, dificultad para respirar, cansancio, desmayos, dilatación de las pupilas y parálisis progresiva que inclusive puede causar la muerte.

La intoxicación crónica se manifiesta días, meses o años después del contacto con el químico, ya sea a través de malformaciones en recién nacidos, problemas pulmonares, lesiones en el hígado, cataratas, disminución de la fertilidad y hasta cáncer.

Cuando la exposición a estos químicos se prolonga se pueden registrar malformaciones en los niños, cáncer, daños neurológicos y enfermedades renales, dependiendo del tipo de plaguicidas que se use.

Las constantes exposiciones a los plaguicidas estarían causando malformaciones en los niños recién nacidos. Una investigación realizada en 2008 en el municipio de Luribay, departamento de La Paz, reveló que el 27% de la población encuestada (173 mujeres) en algún momento sufrió intoxicación aguda por plaguicidas.

“Las personas que están expuestas a los plaguicidas tienen el doble de posibilidades de tener cáncer, a diferencia de las personas que no están expuestas a las sustancias químicas y esto se ha demostrado científicamente”, destacó Cervantes.

Otro de los aspectos negativos de la aplicación de sustancias químicas son los efectos directos e indirectos en el medio ambiente, sobre todo la contaminación de fuentes de agua dulce.

“El glifosato se consume en la Argentina más que el agua”, denunció Carlos Aristi, concejal del bloque Unión Pro y presidente de la Sociedad Rural Regional de Mercedes.

Hace pocas semanas, el fiscal federal Gustavo Corregido pidió a los administradores y socios de las arroceras San Carlos SRL y Cancha Larga SA de la provincia del Chaco, en Argentina, que se abstengan de continuar empleando sustancias tóxicas que dañan y contaminan un humedal de 508 mil hectáreas. (2)

Médicos e investigadores argentinos verificaron el impacto sanitario de las sustancias mal llamadas fitosanitarias empleadas irracionalmente. Es así que diputados de San Fe pidieron reclasificar el glifosato y crear una comisión específica sobre agrotóxicos en el Ministerio de Salud, en tanto que la Cámara de Diputados del Chaco exigieron al Gobernador que prohíba la aplicación de glifosato y endosulfan en esa provincia.

En Paraguay, el ministro de la Secretaría del Ambiente de Paraguay Oscar Rivas denunció que en la zona del Alto Paraná, los productores de soya transgreden las normas del Servicio Nacional de Calidad y Sanidad Vegetal y de Semillas (SENAVE) y contaminan fuentes de agua con fumigaciones excesivas.

En la 126 Reunión del Consejo Ejecutivo de la OMS , Paraguay solicitó apoyo para fortalecer el rol rector del Ministerio de Salud en el campo del manejo de sustancias químicas, con énfasis en plaguicidas.

“Nuestra delegación considera de suma importancia y transcendencia la aprobación de este proyecto de resolución por la participación de los defectos congénitos en la mortalidad infantil, sobre todo en los menores de 5 años”, manifestó el viceministro de Salud Edgar Giménez en la reunión de la OMS.

Giménez informó que existe evidencia creciente acerca de las repercusiones de los agrotóxicos en la salud del feto cuando la madre se expone a plaguicidas. Explicó que las anomalías congénitas se deben en un 20% a mutaciones genéticas, entre un 5% y 10% a anormalidades cromosómicas y entre 5% y 10% a la exposición a algún agente teratogénico conocido o a un factor materno.

“Esto constituye apenas entre el 30% u 40% de todos los defectos congénitos humanos, sin que exista explicación para la etiología de más de la mitad de todos estos defectos”, alertó la autoridad paraguaya. (3)

En un estudio realizado desde julio de 2009, el gobierno de Ecuador detectó el uso indiscriminado de sustancias químicas en la agroindustria, además de efectos sanitarios por el uso de glifosato en la provincia de Sucumbíos, plomo en Cotopaxi y organofosforados en Los Ríos. (4)

La pesquisa confirmó que estos agentes químicos son venenosos para los genes que transmiten los caracteres hereditarios, y se asocian con el surgimiento de malformaciones congénitas, explicó el coordinador del programa Homero Arellano.

Con datos de Enlared, APM y Grupo de Reflexión Rural.

Notas:

  1. Centro de Protección a la Naturaleza (CeProNat) de Argentina.
  2. Situado en la franja oriental de los departamentos San Fernando, 1º de Mayo y Bermejo. Límite Sur: paralelo de 28° S, que separa las Provincias de Chaco y Santa Fe; límite Norte: cauce del río Bermejo; límite Oeste: trazado de la Ruta Nacional Nº 11; límite Este: cauces de los ríos Paraná y Paraguay, que separan las Provincias de Chaco y Corrientes, y a Argentina de la República del Paraguay. Fuente : AAPA-MEDIO-MEDIO http://www.permahabitante.com.ar/arroceras.php
  3. vivaparaguay.com
  4. Agencias de noticias Xinhua y China Peopledaily.
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