16 Nov
2015

A pocas semanas de la cumbre climática COP21, el controversial anuncio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre el riesgo cancerígeno del consumo de carne roja procesada resulta oportuno para un planeta que vislumbra un futuro ambiental poco esperanzador.

El revuelo causado por el anuncio, el pasado 26 de octubre, encendió el debate y la preocupación de consumidores y productores de carne en el mundo.

Tras analizar más de 800 estudios realizados en los últimos veinte años, el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (CIIC) encontró “evidencia suficiente en humanos” de que la carne procesada causa cáncer colorrectal.

Señaló también que la carne roja –todos los tipos de carne muscular de mamíferos– puede tener un efecto cancerígeno –principalmente cáncer colorrectal, aunque también de páncreas y de próstata–, pero se requerirían más estudios para confirmarlo.

La OMS precisó que el consumo diario de 50 gramos de carne incrementa en 18 por ciento las probabilidades de desarrollar cáncer colorrectal.

En otro comunicado explicó que la cocción de la carne roja o la carne procesada produce sustancias como las aminas aromáticas heterocíclicas y otros productos químicos como los hidrocarburos aromáticos policíclicos, algunos de los cuales “son carcinógenos conocidos o sospechosos”.

Industria contra ciencia

La noticia ha sido una verdadera bomba para la opinión pública, pese a que la información no era una novedad.

A pocas horas de su difusión, sectores ganaderos de países como Paraguay, Estados Unidos y Australia rechazaron el anuncio de la OMS tildándolo de “una farsa”, como lo hizo Barnaby Joyce, ministro de Agricultura de Australia.

Igualmente, la mayor productora de carne de cerdo del mundo, la empresa china Shuanghui, consideró “inhumano” el anuncio de la OMS.

Cabe destacar que dichos países son grandes productores y consumidores de carne roja y asimismo resaltan por su elevada incidencia de cáncer.

En el caso de China, es notable el incremento de este mal en los últimos años. Dicho aumento ha ido a la par de un cambio en los hábitos alimenticios de la población hacia una dieta poco saludable caracterizada por una mayor ingesta de carne.

En respuesta a los ataques hacia la OMS e intentos de restar importancia a sus conclusiones, el responsable del informe, Kurt Straif, defendió el estudio en una entrevista para el diario El País.

Aseguró que el informe fue realizado por los mejores científicos de ese campo y que no tienen conflictos de intereses con empresas.

Por el contrario, indicó que la industria de la carne “tiene un interés al comunicar sobre estos temas porque su objetivo es que las ventas de carne roja y carne procesada no dejen de crecer”. “Dejo al público la decisión de en quién confiar”, añadió.

Straif indicó también que los científicos no han encontrado “un nivel de consumo por debajo del cual no haya riesgo”.

Pese a que la carne, lácteos y otros productos de origen animal no son alimentos indispensables, como lo aseguran importantes organizaciones de la salud y nutrición, la defensa de su consumo por parte de ganaderos se basa principalmente en sus beneficios nutricionales.

Por su parte, la OMS aclaró que no ha pedido que la población deje de consumir carne, sino que se limita a informar que “la reducción del consumo de estos productos puede disminuir el riesgo de cáncer colorrectal”.

En otro comunicado explicó que el  CIIC “no hace recomendaciones de salud como tal” y que “los gobiernos nacionales y la OMS son los responsables de elaborar las directrices nutricionales.”

“Las personas que están preocupadas por el cáncer podrían considerar reducir su consumo de carne roja o carne procesada hasta que se desarrollen directrices actualizadas relacionadas específicamente con el cáncer”, agregó.

La larga sombra

En comparación con el alboroto causado por la OMS, estudios que en los últimos años alertaron sobre el impacto del consumo de carne para el medio ambiente han pasado casi desapercibidos.

En 2006, el informe “La Larga Sombra del Ganado”, elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), advirtió que la producción de carne a nivel global representa el 18 por ciento de los gases de efecto invernadero enviados a la atmósfera. Es decir, produce tanto o más impacto que todo el transporte de automóviles, aviones y otros, juntos.

Estimaciones más recientes de la misma organización atribuyen a la producción de ganado el 14.5 por ciento de las emisiones globales anuales de gases invernadero y el 53 por ciento de las emisiones de óxido nitroso, 296 veces más perjudicial que el dióxido de carbono (CO2).

En junio de 2010, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) explicó en un estudio que el aumento de la población y el consumo de productos de origen animal incrementarán el impacto de la agricultura en el cambio climático.

Asimismo, consideró que una reducción sustancial de este impacto “sólo sería posible con un sustancial cambio de dieta en todo el mundo, lejos de los productos de origen animal”.

En el mismo sentido, el informe Climate Change 2014: Impacts, Adaptation, and Vulnerability del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) concluyó entre otras cosas que realizar cambios en la dieta reduciría significativamente las emisiones de gases invernadero.

El costo ambiental de la carne fue advertido en varias ocasiones por Rajendra Pachauri, ex presidente del (IPCC). En una de sus declaraciones explicó que para comer carne “hay que cortar bosques para cultivar pastos. Luego hay que alimentar esos animales con grano, que se produce de forma que consume mucha energía.”

Indicó también que el impacto ambiental se incrementa por la refrigeración que requiere este producto para su conservación.

Por ello consideró que ingerir productos cárnicos “posiblemente es peor que conducir un cuatro por cuatro” y propuso empezar a dejar de comer esta clase de alimentos un día a la semana, para de ahí en adelante evitarlos con mayor frecuencia.

Del mismo modo, un estudio elaborado por el instituto británico Chatham House, publicado en diciembre de 2014, consideró improbable que se alcance la meta de mantener el aumento de la temperatura global bajo los dos grados centígrados sin una reducción en el consumo mundial de carne y productos lácteos.

Las investigaciones en que se basó el estudio advirtieron que el aumento del consumo de carne en China y otros países agudizaría seriamente el problema climático global.

Indígenas afectados

Por otra parte, una de las principales víctimas de la producción de ganado son los pueblos indígenas porque ocasiona una creciente deforestación y conflictos territoriales a causa de su expansión.

De acuerdo a datos expuestos por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), en los países amazónicos la ganadería extensiva es la principal causa de la deforestación, y su magnitud representa el 80 por ciento de la deforestación actual.

Esta industria requiere de pastizales y extensas áreas para la siembra de soya para alimentar al ganado de Europa, Estados Unidos y China.

Ante tal presión sobre los bosques, pueblos indígenas como los ayoreo de Paraguay han sido expulsados de sus bosques por terratenientes ganaderos, cuya producción se exporta principalmente a Rusia.

La historia es similar en Brasil, al punto de que seis pueblos indígenas guaraníes del estado de Mato Grosso del Sur lanzaron un campaña, a fines de octubre, para boicotear la adquisición de productos agrícolas “manchados de sangre de niños indígenas”.

En el marco de esta campaña, representantes indígenas viajaron a Alemania, Francia y la capital de Estados Unidos, Washington, para exigir a los consumidores que dejen de adquirir productos de grandes empresas agrícolas brasileñas de Mato Grosso del Sur.

“Estados Unidos, Asia y Europa deben saber que parte de la soja, la carne y el azúcar que les llega está manchada de sangre de niños indígenas. Seguir consumiéndolos es alentar más crímenes contra nuestros pueblos”, declaró un representante indígena al medio Hispan TV.

Evadiendo lo evidente

El principal autor del referido informe de Chatham House, Rob Bailey, consideró que existe una profunda reticencia a tomar acciones para reducir el consumo de carne y productos lácteos por parte de los gobiernos, en comparación con las medidas dispuestas hacia la deforestación y el transporte.

El informe indica que los gobiernos y organizaciones ambientalistas no toman acciones hacia el tema por la reacción que podrían tener los consumidores al cuestionarse sus hábitos alimenticios.

Reveló que los consumidores consideran que la ganadería es poco influyente en el cambio climático, en comparación con otros sectores como el transporte. Esta percepción es causada por la falta de atención al tema de parte de los gobiernos y ambientalistas, indicó el citado estudio.

Afirma también que los consumidores tienden a priorizar factores con un impacto personal inmediato y directo sobre su vida como el aspecto económico, el sabor de sus alimentos y la salud; mientras que asuntos de un impacto considerado menos directo como el cambio climático tienden a ser secundarios.

Por lo tanto, el documento concluyó que una estrategia de reducción del consumo de carne y lácteos puede ser exitosa si incluye o se complementan con otros factores primarios de motivación como pueden ser la salud y beneficios económicos.

Tiempo de cambios

Pese a las críticas que ha recibido, el anuncio de la OMS en realidad es bastante oportuno a puertas de una cumbre climática en la que 195 países adoptarán compromisos para que el aumento de la temperatura global no pase de los dos grados centígrados para 2030.

En este contexto, es preocupante el rechazo que ha recibido el informe de la OMS sobre la carne por sectores de la industria, algunos gobiernos y consumidores. Pese a que, ante la evidencia, desincentivar el consumo de carne resulta un paso necesario para frenar el incremento de cáncer y la temperatura del planeta, dos graves problemas que debe afrontar la humanidad.

Fuente: http://servindi.org/actualidad/142784

«

Print Friendly, PDF & Email