11 Nov
2015

Desde hace varios años hay un candente debate en torno a los transgénicos en América Latina. Países como Colombia, Chile y México han cedido a su introducción y cultivo, otros como Costa Rica van creando territorios libres de transgénicos por exigencia de la población, mientras que Ecuador y Perú se mantienen nominal y legalmente libres de semillas modificadas genéticamente, aunque en la práctica ya se reportan cultivos ilegales. Este debate ocurre nuevamente de espaldas a la población, que es la que debería decidir sobre una decisión que puede afectar profundamente su economía y alimentación. El presente artículo es un intento por esclarecer algunos aspectos fundamentales de la argumentación desde la agroecología, para ayudarnos a tener una opinión informada. ¿Qué son los transgénicos? La principal característica que tenemos los seres vivos es nuestra capacidad de reproducirnos. La mayoría practicamos lo que se conoce como reproducción sexual, donde hijos e hijas son una mezcla de sus padres. Para crear un nuevo ser, padre y madre mezclan su “información genética”, es decir, las características propias de cada uno, que han heredado a su vez de sus padres y abuelos. Esta información está organizada en “genes”, unidades de información hereditaria que se guardan dentro de la célula reproductiva, en una estructura física llamada Ácido Desoxiribonucleico, o ADN. ¿Qué tipo de información puede haber en un gen? Por ejemplo puede estar el color de tus ojos. O el tamaño del cuerpo. O la resistencia a una enfermedad. Todo lo que somos físicamente al nacer, proviene de los genes que heredamos. Cuando hacemos selección, por ejemplo para tener una semilla más productiva, o una raza de perro más colorida, estamos apoyando a ciertos genes para que tengan más presencia en la raza o variedad. Lo hacemos mediante la eliminación de los individuos que no tienen la característica que buscamos, y mezclando aquellos individuos que si la tienen, para potenciarla. Debemos hacerlo durante varias generaciones, hasta conseguir que la característica buscada aparezca siempre en esa raza o variedad. Así es como se ha realizado la selección desde el principio de la agricultura y la crianza de animales. Hay límites a lo que se puede cruzar. Podemos mezclar distintas razas de perros, pero no podemos cruzar un perro con un gato, porque pertenecen a especies distintas. La ingeniería genética toma un atajo para realizar la reproducción genética: mediante técnicas de manipulación microscópica, se mete directamente en la célula reproductiva de un ser vivo, corta fragmentos de ADN que contienen características que interesan a los ingenieros genetistas, y los pega la célula reproductiva de un ser de una especie diferente. Con esto, la ingeniería genética cruza especies que en la naturaleza jamás habrían podido mezclarse.

Suena eficiente, ¿verdad? Parece que los ingenieros genéticos fuesen una novedosa clase de magos, capaces de crear nuevos seres, uniendo partes de animales, plantas, bacterias, hongos. Quienes defienden a los transgénicos nos tratan de pintar un futuro donde la naturaleza será diseñada por técnicos humanos, para nuestro total beneficio, con cultivos muy productivos y resistentes, con alimentos perfectamente diseñados. Y sin embargo, muchas personas se oponen drásticamente a esta tecnología, desde grupos religiosos hasta científicos experimentados, desde activistas sociales hasta consumidores independientes. La población europea mantiene un rotundo No a los cultivos y productos transgénicos, en franca oposición a sus propios gobiernos; de igual manera, en el resto del mundo la oposición informada es enorme y crece cada día. Ya son 31 países los que prohíben o restringen fuertemente los cultivos transgénicos, y el número va en aumento. ¿Por qué esta oposición tan radical? ¿Cuáles son los problemas que esta tecnología causa, que preocupan a personas de tan diverso origen y ocupación?

Los transgénicos son el resultado de la investigación orientada al beneficio de las transnacionales; el sector público nunca habría invertido fondos en desarrollar una tecnología tan costosa, poco efectiva y peligrosa, existiendo opciones más baratas, efectivas y seguras.

Investigación ¿Para quién?

Debemos aclarar que, si bien hay experimentos transgénicos con muchos cultivos, se han sembrado comercialmente principalmente estos cinco: la soya, el maíz, el arroz, el algodón y la colza (o canola). En 2014 se sembraron 180 millones de hectáreas con transgénicos (15), lo que representa el 12% de la agricultura mundial. El 88% de los cultivos siguen libres de transgénicos. Hasta hace unos 30 años, la mayor parte de la semilla comercializada a nivel mundial pertenecía a productores particulares y a investigadores del sector público. En solo tres décadas, un puñado de empresas ha conseguido apropiarse del 82% del mercado mundial de semillas (1). Las principales son: Monsanto, DuPont, Syngenta, Limagrain, Bayer. La investigación en transgénicos ha sido financiada principalmente por estas empresas, y lógicamente se ha orientado según sus intereses comerciales. Estas empresas mantienen el mito de que trabajan para beneficio de la humanidad, y para el efecto de vez en cuando financian investigaciones que se pueden publicitar como ejemplos de altruismo. En 2002 por ejemplo hizo fama en la prensa mundial un proyecto de investigación en camote (Ipomoea batatas) transgénico resistente a ataques virales realizado en Kenya con apoyo de Monsanto. La Dra. Florence Wambugu recorrió el mundo promocionando el nuevo cultivo como una solución al hambre en África. Tres años después, silenciosamente, el proyecto fue cancelado: no solo el nuevo camote era menos resistente, era además menos productivo que algunas de las variedades convencionales.

El ejemplo de la Dra. Wambugu es muy educativo, pues nos muestra la forma de operar de la propaganda que identifica a los transgénicos con el progreso. El nuevo camote aumentaba supuestamente la productividad de 4 a 10 toneladas por hectárea, hecho del que la prensa internacional inmediatamente hizo eco. Luego se supo que una producción de 10 toneladas era normal para muchas variedades en la región. El camote de la Dra. Wambugu no logró producir ni siquiera eso, tras doce años de investigación, pese a contar con unos seis millones de dólares de financiamiento provenientes de Monsanto, USAID y el Banco Mundial. Mientras tanto, un equipo de técnicos en Uganda logró crear una nueva variedad de camote, usando técnicas tradicionales, que duplicaba la productividad y era verdaderamente resistente a virus. Y lo logró en pocos años, con reducido financiamiento. (2) El rol reconocido de las corporaciones es lograr el máximo beneficio económico para sus accionistas, de forma directa e inmediata. El altruismo es contraproducente para ese fin, por ello no podemos esperar que las grandes empresas inviertan seriamente capital en investigaciones que nos beneficien. Los transgénicos son el resultado de la investigación orientada al beneficio de las transnacionales; el sector público nunca habría invertido fondos en desarrollar una tecnología tan costosa, poco efectiva y peligrosa, existiendo opciones más baratas, efectivas y seguras. Aunque la propaganda de las corporaciones continuamente menciona investigaciones orientadas al bienestar de la población, en la práctica solo dos tipos de tecnología transgénica se han expandido por el mundo: el BT y el RR. Las plantas con tecnología BT tienen incorporados genes de una bacteria que mata insectos, el Bacillus thuringiensis. Son plantas insecticidas, que afectan a un amplio espectro de invertebrados. Las plantas con tecnología RR o Roundup Ready, tienen un gen de resistencia al glifosato, uno de los más dañinos herbicidas que se han creado, con impactos en la salud humana y ambiental. La estrategia del cultivo es aplicar el herbicida Roundup, cuyo ingrediente activo es el glifosato; las plantas RR sobreviven, todas las demás mueren.

En México, centro de origen y diversificación constante del maíz, se tuvo una moratoria a la siembra de maíz transgénico de 1997 a 2003. Sin embargo a partir de la emisión de la Ley de Bioseguridad de OGMs (conocida como Ley monsanto) se otorgaron permisos de siembra experimental de maíz transgénico en 2009 y de fase piloto en 2011. En 2012 Monsanto solicito permiso en fase comercial para sembrar 11 millones de hectáreas de maíz transgénico. Desde septiembre de 2013 la siembra de maíz transgénico esta suspendida por una demanda colectiva interpuesta por un grupo de organizaciones indígenas y campesinas, científicos, ambientalistas, defensores de derechos humanos y artistas; el juicio aun no inicia y ya cuenta con mas de 100 impugnaciones y está en 17 tribunales. En cuanto a la soya transgénica, el gobierno otorgo en 2012 un permiso para fase comercial de 253,500 hectáreas, esta siembra ha afectado la apicultura de la región pues ha afectado las exportaciones de miel hacia europa; ha propiciado la deforestación, aplicación masiva de plaguicidas, desecamiento de lagunas. En la gráfica, acto en defensa del maíz como parte de la Campaña Sin Maíz no hay País, en México D.F.

Productividad

Muchos productores compran semilla transgénica suponiendo que aumentarán su producción. Pero de acuerdo a varias investigaciones independientes, el aumento en la productividad no es nada seguro (3). Algunos científicos sostienen que debido a las modificaciones en su material genético, el metabolismo de los cultivos transgénicos es ineficiente. Es decir, no logran alimentarse adecuadamente. Y hay además otros factores que pueden afectar la productividad. Por ejemplo, el mayor uso de agroquímicos en cultivos transgénicos destruye el suelo aún más rápido que en los monocultivos convencionales, reduciendo la productividad en pocos años. Por otra parte, los transgénicos pueden ser creados para resistir alguna plaga o enfermedad, pero su extrema uniformidad genética los hace vulnerables a todas las otras plagas y enfermedades.

El uso exagerado de herbicidas, sin los cuales los transgénicos no pueden competir, ha provocado la aparición de “super malezas” que han adquirido los genes de resistencia de los transgénicos RR. El caso más conocido es el del Amaranthus palmeri, un pariente silvestre del amaranto cultivado también llamad maleza de cerdo (pigweed), que en 2014 amenazaba ya 1.5 millones de hectáreas de algodón en el sur de EEUU (16). Estos y otros factores, combinados, han provocado descensos en la productividad de los cultivos transgénicos que van desde leves hasta impresionantes en varias regiones del mundo. Un caso cercano es el de la zona algodonera del departamento de Córdoba, en Colombia. En esta región, debido a la introducción de algodón transgénico, el rendimiento bajó de 2000 kg/ha en 2010 a 1400 kg/ha en 2011, provocando una pérdida de 42 millones de dólares y dejando en la quiebra a cuatro mil empresarios grandes y pequeñas familias de productores. En este periodo, Monsanto tuvo en la región ganancias por 14 millones de dólares debido a la venta principalmente de los agroquímicos asociados a su semilla transgénica. La compañía culpa del fracaso de los cultivos al mal clima y a las malas prácticas de los productores. Éstos acusan a Monsanto de desinformación y de vender semilla de mala calidad. Las organizaciones sociales señalan irregularidades en el proceso de aprobación para la comercialización del transgénico, y de que éste era inadecuado para la situación real del campo colombiano, pues no presenta resistencia contra la plaga más común de la zona, el picudo (Anthonomus grandis) (4). Pero si los transgénicos tienden a reducir la productividad, ¿por qué los productores siguen comprándolos? Nuevamente, hay un cúmulo de factores que intervienen. El caso de los algodoneros de Córdoba es sencillo: Monsanto ha logrado un monopolio total en la región, y ya no hay otra semilla disponible en el mercado. No tienen opción en este momento. En otros países, la prensa y el apoyo gubernamental tienen un efecto disuasivo muy importante, creando la imagen de que los transgénicos representan lo moderno y son necesarios. Podemos mencionar ciertos factores productivos también: hay agricultores dispuestos a aceptar un cierto nivel de descenso en la producción, a cambio de la promesa de que los nuevos productos químicos les ayudarán a eliminar malezas o plagas. Finalmente, la uniformización de la cadena alimenticia tiene mucho que ver, en países donde las empresas que controlan el sector de la transformación, el transporte y la venta imponen a los productores las variedades de semillas con las que deben producir. En resumen, los transgénicos pueden aumentar ligeramente la productividad en ciertos casos, pero por cortos periodos de tiempo. No hay casos en el mundo de aumento importante y sostenido de la productividad, mientras que hay casos demostrados y preocupantes de pérdida de productividad. Se logran mejores resultados con mejoramiento tradicional de las variedades, a menor costo y con menos riesgos.

Rentabilidad

El otro aspecto importante es el económico, y aquí también hay ejemplos preocupantes. En 1998 se detectó que un porcentaje de papayas en el estado de Hawai estaban contaminadas con transgénicos. Cuando el escándalo estalló, varias importadoras de alimentos cancelaron sus pedidos, especialmente en Japón. Se estima que el 50% de la producción en Hawai se encuentra contaminada, lo que ha llevado a la pérdida del mercado orgánico para los productores de la isla. La papaya transgénica obtiene inevitablemente un precio bajo en el mercado, especialmente en comparación a los interesantes precios que alcanza la fruta orgánica. Si bien no hay datos exactos, se estima que la pérdida para el archipiélago llega a millones de dólares al año. El mercado orgánico es el de más rápido crecimiento, y el que paga mejores precios. No todos los países pueden aspirar a convertirse en potencias en este sector. Miremos por un momento los casos de Ecuador y Perú: tierras fértiles, abundante agua en muchos sectores, producción el año entero, una extraordinaria diversidad de pisos climáticos y de cultivos, en el caso de Ecuador una constitución que declara al país libre de transgénicos a la vez que habla de fomentar la agroecología y la soberanía alimentaria, y en el de Perú una moratoria absoluta a los transgénicos y la construcción de una gastronomía de reconocimiento mundial. Difícilmente podemos pedir condiciones más adecuadas. Ambos países tienen un gran futuro como abastecedores de productos orgánicos, especialmente fruta, granos y raíces. Un futuro brillante que se sacrificaría, si la constitución cambia o la moratoria termina. Es decir, estos países estarían sacrificando un mercado muy rentable para el que tienen ventajas claras, a cambio de cultivar un producto que se vende a menor precio, es menos productivo y tiene enormes impactos sociales y ecológicos. No existen técnicas que permitan controlar la contaminación transgénica, por lo que es imposible lograr una coexistencia entre cultivos transgénicos y otros convencionales u orgánicos. El momento en que un cultivo transgénico es sembrado, contaminará irremediablemente a toda la región. Detengámonos por un momento en el caso del banano. En el año 2001 el Dr. Emile Frison presentó a la prensa mundial el argumento de que el banano, al ser una planta estéril reproducida por clonación (los esquejes o colinos), está en peligro de extinción debido al ataque de enfermedades como la sigatoka. Debido a esto, según el Dr. Frison, es necesario producir banano transgénico. Se demostró prontamente que esta proposición es falsa: la misma FAO contradijo al Dr. Frison, señalando que el banano está muy lejos de estar en peligro, ya que existe una gran diversidad de variedades en el mundo. La sigatoka y otras enfermedades atacan principalmente a la variedad Cavendish, y esto se debe directamente a la uniformización de los cultivos agroexportadores con dicha variedad. Pero estos cultivos representan solamente el 10% de la banana producida a nivel mundial, el resto se realiza por pequeños productores, que siembran cientos de variedades resistentes a enfermedades. La sigatoka solo es un problema para los agroexportadores que han uniformizado sus cultivos con la variedad Cavendish. La planta de banana puede producir semillas viables, si se realiza polinización manual. Esta técnica ha sido usada durante milenios por campesinos, especialmente en el sudeste asiático de donde proviene, para producir semilla resistente. Varias investigaciones están en curso para crear variedades resistentes a la sigatoka, con calidad de exportación, a partir de variedades tradicionales. La modificación genética no es necesaria, y es contraproducente desde el punto de vista económico. Los investigadores que proponen crear banano transgénico en Ecuador deberían analizar el caso de la papaya en Hawai. ¿Vale la pena perder para siempre el mercado creciente de banano orgánico, para producir fruta débil que se venderá a menor precio? ¿Qué les dirán a los actuales exportadores de banano orgánico, que perderán con toda seguridad sus mercados, cuando la contaminación transgénica se haya diseminado por los campos?

Nos dicen que necesitamos investigación transgénica para poder enfrentar los problemas de este mundo cambiante. Pero las técnicas tradicionales de selección pueden realizar un mejor trabajo, a partir de las semillas ancestrales, y sin riesgos. ¿Necesitamos un maíz adaptado a la sequía? Ya existe: la variedad tusilla, procedente de la costa ecuatoriana. ¿Una papa adaptada a las heladas? Hay cientos de ellas en los andes peruanos y bolivianos. ¿Un tomate resistente a la sal? También, en las Galápagos. ¿Un vegetal más nutritivo? Los hay por miles, en la diversidad de semillas creadas por campesinos y campesinas a nivel mundial. Con toda esa semilla, se puede realizar mejoramientos usando técnicas sencillas, para beneficio de la humanidad.

La Red de Guardianes de Semillas de Vida (RGSV) en Colombia desarrolló durante el mes de mayo de 2015 pruebas de identificación de posibles escenarios de contaminación transgénica en maíces cultivados por guardianes de semillas nariñenses y maíces comerciales. Se realizaron 47 pruebas a igual número de muestras de maíces provenientes de 13 municipios. Los resultados de las pruebas son las siguientes: Se evaluaron 37 variedades de maíces criollos, protegidas por los guardianes de semillas y se realizaron 43 pruebas. De estas, 5 pruebas salieron positivas, evidenciando contaminación transgénica de maíces criollos, correspondientes a muestras de semillas de dos corregimientos del Municipio de Pasto y una muestra del Municipio de Arboleda. Se evaluaron 4 muestras de maíces comerciales, comprados en las tiendas y centros de distribución agropecuaria de los municipios de Pasto, La Unión, Yacuanquer y Chachagui. En 2 de estas muestras se encontró contaminación transgénica. Cabe aclarar este maíz se comercializa en todo el país para alimentación de animales domésticos La gente comienza a decir que los animales que consumen este maíz se están muriendo con tumores, sin que tengamos las pruebas o los testimonios directos. Lamentablemente no nos es posible identificar claramente el origen de la contaminación, según el Instituto Colombiano Agropecuario ICA, en el departamento de Nariño no se han establecidos cultivos transgénicos. En el momento, nos encontramos haciendo una evaluación interna en la RGSV para definir estrategias de acción para establecer campañas de protección oportunas y pertinentes, ello implica articular acciones con la Red Semillas Libres Colombia, Red Semillas de Libertad de las Américas, Red de Guardianes de Semillas Ecuador, por ser Nariño, un departamento fronterizo la planeación y articulación con Ecuador es muy importante. Dentro de las necesidades se encuentra: apoyo jurídico en este sentido, nacional e internacionalmente. Fortalecer Campañas de Sensibilización sobre los efectos de los transgénicos, de manera masiva, Fortalecer las Campaña de recuperación de Maíces Criollos, y declarar Territorios Libres de Transgénicos, además de realizar nuevas pruebas para confirmar erradicación de cultivos transgénicos y realizar en otros municipios que no se ha logrado hacer hasta el momento.

Salud

Los transgénicos fueron liberados para la venta sin que se hayan realizado estudios adecuados sobre el daño que pueden causar a la salud. En octubre de 1998, un vocero de Monsanto dijo a la prensa “Monsanto no tiene por qué demostrar la seguridad de los alimentos biotecnológicos. Nuestro interés es vender lo más que podamos. Demostrar su seguridad es trabajo de la FDA.” La FDA es la Administración de Drogas y Alimentos de los Estados Unidos, organismo encargado de controlar la calidad de los alimentos en dicho país. Y efectivamente, la FDA aprobó la venta de alimentos transgénicos basada en estudios que demostraban que éstos eran seguros. Un pequeño detalle: dichos estudios provenían de las mismas empresas que, como Monsanto, querían venderlos. Desde entonces el debate ha sido intenso en los Estados Unidos y en el mundo entero. Parte del problema se debe al secretismo que rodea a la investigación transgénica, basada en derechos de propiedad intelectual que impiden a terceros acceder a la información clasificada de las empresas. Es decir, la FDA basó su decisión en estudios secretos de las propias transnacionales, que nunca fueron publicados ni evaluados por la comunidad científica. Algunos estudios sin embargo han llegado a manos del público, y han sido criticados por la comunidad científica, que ha señalado mala interpretación de datos, pobrezas estadísticas, muestreos inadecuados, tiempos de prueba ridículamente cortos. Hay pocos estudios bien realizados, y por científicos independientes, que no estén a sueldo de las compañías involucradas. Y esos pocos plantean serias dudas respecto a la seguridad de los alimentos transgénicos. Los experimentos realizados en ratas de laboratorio demuestran por ejemplo cambios en la composición sanguínea (5), reducción en plaquetas (6), alteración en el esperma y color de los testículos (7), alteración del ADN del embrión (8), alargamiento del intestino delgado y mutación de las células intestinales (9), cambios estructurales y alteración genética en el hígado (10), alteración del sistema inmunológico (11). Se demostró además que las alteraciones genéticas pueden permanecer ocultas y aparecer recién en la tercera generación (12). Otro de los peligros importantes es la transferencia de resistencia a los antibióticos, que todos los transgénicos tienen, hacia virus y bacterias que pueden afectar la salud humana; hay evidencias de que esto está ocurriendo, y si aumenta puede llegar a inutilizar los antibióticos de los que dependemos para tratar algunas enfermedades graves. Algunos casos de afectación a la salud han saltado a la luz pública espectacularmente. En 1989 la empresa japonesa Showa Denko K. K. comercializó en Estados Unidos un aminoácido llamado triptofano, producido con una bacteria alterada genéticamente. Durante varios años, la misma empresa había vendido triptófano natural producido mediante fermentación sin problema alguno. Pero el triptófano transgénico causó la muerte de 37 personas y lesionó gravemente a otras 1500 (13). Hay muchos otros casos que permanecen ocultos debido a la falta de apoyo para realizar estudios, por ejemplo los casos de malestar y enfermedad relacionados con el polen transgénico en agricultores de zonas tropicales. Y hay efectos secundarios, como el aumento de epidemias de dengue en Argentina debidas a la desaparición de sapos e insectos controladores en zonas de soya transgénica que reciben mucha fumigación (14). El uso de transgénicos como medicinas choca con un problema que no es exclusivo de la ingeniería genética sino que tiene que ver con la industria farmacéutica en general. Demasiado a menudo los medicamentos que se lanzan al mercado no cuentan con estudios adecuados, de sus efectos positivos o negativos. Hay casos que parecen positivos, como el de la insulina transgénica, pero en general estamos hablando de un sistema en el cual el experimento se hace directamente con la población, sin su consentimiento.

En Costa Rica se producen semillas transgénicas para la venta. Sin embargo, la población se ha levantado en protesta y al momento el 77% de los municipios del país se han declarado oficialmente Territorios Libres de Transgénicos. Foto: Bloque Verde

Problemas legales y sociales

Las empresas tienen derecho ahora no solo a patentar semillas, sino incluso genes dentro de las semillas. Por ejemplo, digamos que yo planto maíz orgánico, y algún vecino engolosinado con promesas de riqueza planta cerca un maíz transgénico. Al año siguiente, yo planto nuevamente mi maicito, que por fuera se ve igualito… y de repente vienen unos agentes que me acusan de haber robado los genes de una empresa. ¿Qué sucedió? Pues que al cruzarse ambos tipos de maíz, el mío se contaminó con algunos genes del maíz del vecino, y estos genes pertenecen a la empresa. Aunque la planta y la semilla son mías, desde el punto de vista legal yo he “robado” a la empresa. Y me llevan a juicio. Este caso alucinante le sucedió al productor y fitomejorador de colza Percy Schneider en Canadá, y les sucede cada año a miles de productores en Estados Unidos. Percy tuvo relativa suerte: no perdió todo lo que tenía, aunque tuvo que aguantar diez años de juicios y hoy el gobierno canadiense “recomienda” a sus agricultores no guardar semilla. Los productores estadounidenses llegan a acuerdos secretos con las empresas, por lo que no se sabe exactamente lo que les pasa. Monsanto tiene un presupuesto de varios millones de dólares para llevar a esos agricultores a juicio, cada año. Otro caso espectacular fue el de Indonesia, en 2001, cuando el gobierno convenció a campesinos que se embarquen en un crédito para la adquisición de semilla de algodón transgénico de Monsanto, junto con el paquete químico asociado. La compañía prometió rendimientos de 3 a 4 toneladas por hectárea, razón por la cual muchos campesinos se embarcaron en el crédito, a pesar de que el costo de este paquete era 16 veces mayor al de la semilla local. Pero el rendimiento real fue en promedio de solo 1,1 toneladas por hectárea, y el 76% de los campesinos no pudieron pagar el crédito, lo que llevó a protestas y al cierre de la operación por parte de Monsanto en el país en 2003, acusando al gobierno del desastre. En 2005, el Departamento de Justicia de los EEUU condenó a Monsanto al pago de 1.5 millones de dólares, cuando se demostró que había practicado el soborno para obtener los permisos necesarios para su operación en Indonesia (17).

En septiembre de 2015 la organización FECAOL denunció la presencia de soya transgénica cultivada en Ecuador, a pesar de la expresa prohibición constitucional a su cultivo. Esto provocó un nuevo despertar de la sociedad civil, como se expresó en esta marcha del 16 de octubre en la ciudad de Guayaquil. Fotos: Stephen Sherwood

Conclusión

En la naturaleza los cambios genéticos se dan evolutivamente: el ambiente cambia, y las plantas se adaptan, buscando siempre las mejores condiciones para aprovechar los recursos que encuentran en su entorno;a esto se suma la intervención humana para adaptar lentamente las plantas a sus necesidades en el contexto ambiental de cada región. Pero los cambios realizados por la ingeniería genética no tienen relación alguna con el entorno, no representan adaptación a condiciones reales. No son evolutivos. Y tampoco responden a los gustos y necesidades de los consumidores. La manipulación genética actual está fuera de control, beneficiando a un pequeño sector económico con costos enormes para el resto de la sociedad. El Ecuador y el Perú deberían mantenerse libres de semillas transgénicas, como parte esencial de su estrategia de soberanía alimentaria, como salvaguarda de futuro desarrollo económico, y como refugio de biodiversidad para beneficio de la humanidad. El resto de países deberían seguir el ejemplo de Costa Rica, donde la ciudadanía ha ido liberando sus territorios de transgénicos. Los estudios para desarrollar medicinas y otros compuestos con biotecnología deben ser analizados con extremo cuidado, y no deben ser liberados sin antes haber sido correctamente analizados por la comunidad científica. Los alimentos que contengan transgénicos deben ser etiquetados como tales, para que la población pueda elegir entre ellos y alternativas más saludables, en sana democracia de mercado. Pero sobre todo, como sociedad debemos invertir en tecnologías menos costosas, más seguras y más soberanas, que ayudarán a nuestros pueblos a levantarse económicamente de forma sostenible en armonía con el ambiente.

BIBLIOGRAFÍA

1. ETC Group. Who owns nature? Corporate power and the commodification of Life. 2008. Descargable aquí

2. GM Watch. Millons served: the GM Sweet Potato. Resumen del caso publicado aquí

3. Institute for Science in Society. GM Crops Failed. Resumen de investigaciones publicadas, Aquí

4. Vélez, Germán. 2012. Cultivos Transgénicos en Colombia. Presentación a representantes de la Asamblea Nacional del Ecuador, Quito.

5. Mackenzie, S. A. et. al. 2007. Thirteen week feeding study with transgenic maize grain containing event DAS-O15O7-1 in Sprague-Dawley rats. Food and Chemical Toxicology. 45:551-552.

6. Peng D. Chen et al. 2007. Safety assessment of transgenic Bacillus thuringiensis with VIP insecticidal protein gene by eeding studies. Food and Chemical Toxicology. Jan 11.

7. L. Vecchio et. al. 2004. Ultraestructural analysis of testes from mice fed on genetically modified soybean. European journal of histochemistry 48, no. 4.

8. Oliveri et al. 2006. Temporary depression of transcription in mouse pre-implantion embryos from mice fed on genetically modified soybean. 48th Simposio de la Sociedad de Histoquímica, Lago Maggiore, Italia.

9. Ewen, S., Pusztai, A. 1999 Effect of diets containing genetically modified potatoes expressing Galanthus nivalis Lectin on rat small intestine. The Lancet 354.

10. Malatesta, Manuela et al. 2002. Ultraestructural morphometrical and immunocytochemical analyses of hepatocyte nuclei from mice fed on genetically modified soybean. Universidad de Urbino, Italia.

11. Teshima, R. et al. 2002. Effect of subchronic feeding of genetically modified corn (CBH351) on inmune system in BN rats and B10A mice. Shokuhin Eiseigaku Zasshi. 43:273-9. 11 (b). Seralini, G. E. et al. 2007. New analysis of a rat feeding study with genetically modified maize reveals signs of hepatorenal toxicity. Archives of Environmental Contamination and Toxicology, marzo 13.

12. Cyran N. Gully et al. 2008. Biological effects of transgenic maize NK603xMON810 fed in long term reproduction studies in mice. Intitute fur Ernahrung, Austria.

13. Subcomité Intergubernamental de Recursos Humanos, Comité de Operaciones. 1991. Regulación del suplemento dietético L- Triptofano. Casa de Representantes, Washington, D.C.

14. Lapolla, Alberto. 2009. Sojización y dengue: una mancha más para el complejo sojero.

15. International Service for the Acquisition of Agri-Biotech Applications, 2015. Pocket K No. 16: Global Status of Commercialized Biotech/GM Crops in 2014. Aquí.

16. Hawkes, Logan. TDA seeking emergency approval for propazine. En Southwest Farm Press, 23 de junio de 2014. Aquí

17. BBC News. Monsanto fined $1.5m for bribery. 7 de enero de 2005. Aquí

Fuente: http://www.allpachaski.com

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