15 Sep
2015

25/08/2015

En los últimos ocho años, las importaciones de plaguicidas o pesticidas en Bolivia totalizaron 1.237 millones de dólares por la compra de 228 mil toneladas, lo que en términos de valor muestran que el máximo histórico se presentó en 2014. En dicho lapso, las compras de esta clase de productos crecieron en seis veces, impulsadas sobre todo por las importaciones de fungicidas, las que aumentaron 20 veces.

Así lo destaca el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) que toma como base la información del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Y la tendencia va en aumento, a juzgar por los datos del primer semestre de 2015, en el que las compras de plaguicidas superaron los 94 millones de dólares por un volumen de 16 mil toneladas.

¿Qué países se benefician con estas compras bolivianas? Varios, principalmente China Argentina y Brasil, los que en conjunto representaron el 70% de las compras en 2014.

Además de fungicidas, herbicidas e insecticidas entran al país.

Los fungicidas son sustancias tóxicas que se emplean para impedir el crecimiento o eliminar los hongos y mohos perjudiciales para las plantas, los animales o el ser humano. Se usan para revestimiento de semillas, para desinfección del suelo y sobre las plantas. Los hay de azufre, mercurio y otros químicos.

Los herbicidas son químicos que deben matar plantas no deseadas. «Algunos actúan interfiriendo con el crecimiento de las malas hierbas y se basan frecuentemente en las hormonas de las plantas», se explica. pero el riesgo de que queden rastros  en las plantas deseadas es real.

Los insecticidas son los agrotóxicos encargados de terminar no sólo con microorganismos, bacterias y hongos, sino también de exterminar otro tipo de plagas de insectos. No todos son selectivos al cumplir su función y pueden afectar a otros seres vivos, incluido el humano.

Tierra, aire y agua están expuestos a la contaminaciòn por estas sustancias. «Además de los efectos nocivos en los humanos, los plaguicidas ocasionan daños al ambiente, animales y alimentos. De acuerdo al Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, cuando se aplican plaguicidas a los cultivos, sólo el 41% llega al cultivo, 5% llega al insecto y el resto (54%), se distribuye en el medio ambiente contaminando suelo, agua, alimentos y afectando la biodiversidad», según cita el investigador Rafael Cervantes Morant en Plaguicidas en Bolivia: sus implicaciones en la salud, agricultura y medio ambiente

Una lucha difícil

Desde enero de 2020, en Francia no podrán ser usados plaguicidas de síntesis para usos no agrícolas. Es decir, su uso estará prohibido para espacios verdes, bosques y paseos accesibles, así como en jardines privados. Claro que seguirán aplicándose en ferrocarriles, aeropuertos, cementerios, campos de deporte, pistas o autopistas… y en la agricultura.

Restringir la presencia de elementos químicos de uso generalizado en el mundo actual es muy difícil, como se aprecia en la legislación francesa que no sólo que es limitada, sino que tomará tiempo para aplicarse.

En el caso francés, la afectada con la medida es Monsanto, la industria norteamericana de la alimentación transgénica, semillas e insecticidas.

Monsanto es blanco de críticas y acusaciones, algunas de ellas probadas legalmente, por lo nocivo de sus productos que son asociados con la enfermedad del cáncer y otras formas de contaminación. Pero su poderío económico hace difícil la batalla. Además, si en el último tiempo esta industria había crecido en el campo de las semillas transgénicas, decidió retomar con fuerza su viejo terreno de los químicos ¿Por qué?, se preguntaba el diario argentino Clarín y respondía: “Tal vez sea porque los agroquímicos siguen siendo un mercado más grande que las semillas. Algunos cultivos biotecnológicos que incorporan sus propios pesticidas han reducido la necesidad de pulverizar químicos, pero no la han suprimido totalmente”. Además, “la mayor parte de los ingresos procedentes de las ventas de semillas biotecnológicas vienen de dos cultivos, maíz y soja, y un continente, América (del Norte y el Sur), y el uso de esas semillas es resistido en otros lugares, en particular Europa”.

Un problema mayor

En Bolivia, no sólo es preocupante el ingreso de las sustancias, sino su desecho. El año pasado, el diario Página Siete citó al investigador Guido Condarco y la cifra de 550 toneladas de plaguicidas obsoletos y tóxicos que no se sabía como desechar en el país (Ver Fundación Plagbol).

Que la problemática va más allá del área rural y llega a las cuidades y aun a las casas de las personas, lo muestra el ya citado trabajo de Cervantes Morant que data de abril de 2010. Y están los artículos, decenas de ellos, que se pueden leer en internet, muchos de ellos referidos a Bolivia. Una nota reciente, que muestra los efectos nocivos sobre la salud humana, fue publicada por La Razon, con el título de Retiran de Bolivia dos plaguicidas por riesgos de esterilidad y cáncer.

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