22 Oct
2013

Dos artículos a propósito de lo sucedido en Apolo

Dramática denuncia del Alcalde de Apolo

Narcos peruanos y colombianos invaden el Parque Madidi y amenazan de muerte a la población

Pablo Cingolani

A media mañana de ayer, 7 de abril de 2011, el Sr. Mario Flores, alcalde del Municipio de Apolo (Provincia Franz Tamayo, Departamento de La Paz) realizó una dramática denuncia sobre la presencia y accionar violento de narcotraficantes de origen peruano y colombiano, que ingresan al país por la frontera boliviano-peruana de su municipio, donde está situado gran parte del Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Madidi, mundialmente famoso por su biodiversidad. El urgente clamor por resguardo, garantías y seguridad para la población, mayoritariamente campesina que habita ese sector, fue parte de una entrevista telefónica, emitida por Radio Panamericana, de la ciudad de La Paz.

Según Flores, la denuncia fue oficializada por escrito por los moradores de las comunidades fronterizas de Puerto San Fermín y de Cocos-Lanza, así como por los comunarios de Asariamas, desde donde se accede a pie a las primeras, tras cuatro días de caminata por la selva tropical.

Las gravísimas informaciones dan cuenta que los narcos extranjeros ingresan droga desde la vecina Perú, cruzando los ríos Tambopata y Lanza –que ofician de límite natural internacional entre las dos naciones- y atravesando el monte, arriban a la referida población de Asariamas. Desde allí, algunos bajan por el camino vehicular que conduce a la capital municipal, Apolo, y luego parten rumbo a La Paz. Otros, desde la ya citada Asariamas, bajan navegando por las aguas del río Tuichi, hacia Rurrenabaque, en el departamento del Beni.

“En Apolo, los narcos se alojan, comen, farrean (se emborrachan) a la vista de la fuerza antinarcóticos”, declaró con desesperación la primera autoridad municipal, reclamando que “más que hacer problemas con el tema de la coca” (Apolo es zona tradicional de cultivo de la hoja de coca), luchen contra el narcotráfico.

En la frontera, la situación es absolutamente crítica ya que “nadie debe hablar, nadie debe denunciar, ya que las familias que lo hagan serán liquidadas como perros”, dado que los narcos han amenazado de muerte a los escasos pobladores que allí viven, según el alcalde, “un sector abandonado a su suerte”.

Consultado por el periodista radiofónico, sobre la presencia militar en la zona, Flores indicó que es “insuficiente”, que tan sólo hay una escuadra en cada uno de los tres puestos militares de avanzada asentados allí: Cocos-Lanza, Lino Echeverría y Colorado.

A su vez, el alcalde alertó que el accionar de los narcos está poniendo en riesgo al Parque Madidi y a las 34 comunidades campesinas que se localizan allí. El 22 de marzo pasado, según la denuncia escrita, un comunario llamado Sandro Baler, de Cocos-Lanza, se encontró con un grupo de narcotraficantes, quienes le sustrajeron su rifle de cacería. “Con su misma arma le dispararon, por suerte pudo escapar al monte”, señaló Flores quien indicó que los narcos se desplazan en bandas de 10 y hasta 40 individuos. Los narcos van acompañados de sicarios –“que no tienen miedo a nada”- y que exhiben impunemente armamento pesado, como ametralladoras. “En carnavales, hemos estado recorriendo las comunidades ya que la de Vilipiza alertó sobre la presencia de 8 narcos peruanos con droga”. Según el alcalde, es incesante la presencia de personas desconocidas y movilidades de todo tipo -motos, vagonetas y taxis- en el camino que une a Asariamas con Apolo. “Esto pasa semanalmente”, aclaró. Recordó también que ya el 2007 hubo una balacera, otra vez en Cocos-Lanza, entre narcotraficantes peruanos. “Cuando terminó, los comunarios encontraron a un hombre con diez balas en su cuerpo. Lo evacuaron al Perú, porque en la zona carecemos de atención médica”- remarcó.

Consultado acerca de sí era la primera vez que se hacía esta denuncia, la autoridad informó que, dado el riesgo de muerte que conlleva la misma, el año pasado los comunarios de la frontera lo habían hecho apersonándose en su despacho. “Vía teléfono, hemos hablado con la policía, pero hasta ahora no ha habido respuesta alguna”, señaló.

La denuncia escrita solicita urgente presencia militar y policial en el sector y fue enviada con copia a los ministerios de Relaciones Exteriores, Defensa, Justicia y Gobierno, la Fuerza Especial de Lucha contra el Narcotráfico, la Defensoría del Pueblo, entre otras instancias estatales.

Flores no pudo ocultar su temor frente a sus propias declaraciones, insistiendo que “seguro que ahora me van a amenazar de muerte también a mí y a mi familia”, aunque dejó en claro que “como municipio, estamos en la obligación de hacerlo”, clamando porque se efectivice, por parte de las autoridades nacionales, el resguardo de esa frontera y el cumplimiento de garantías constitucionales y de medidas de seguridad para sus habitantes.

“Todos están amenazados de muerte”- concluyó.

Ya se había denunciado la presencia de narcos

El 16 de diciembre del año pasado, la Expedición Madidi y el Foro Boliviano sobre Medio Ambiente y Desarrollo (FOBOMADE) presentaron una denuncia-informe al Defensor del Pueblo del Estado Plurinacional de Bolivia, Rolando Villena, sobre la presencia de narcos en la frontera boliviano-peruana, no solamente en las comunidades señaladas en la entrevista por el Alcalde de Apolo, sino incluso en el colindante Municipio de Ixiamas.

La gravedad de la denuncia hecha en diciembre radicaba en que los narcos también están invadiendo los territorios que forman parte de la Zona de Reserva Absoluta Toromona -situada al norte de la ya referida comunidad de San Fermín y al interior del Parque Madidi-, y donde habita un pueblo indígena en situación de aislamiento, probablemente los supervivientes de los Toromonas históricos, y que por mandato del Artículo 31 de la Constitución Política del Estado Plurinacional, el gobierno también está en la obligación de protegerlos.

Parte de la denuncia escrita efectuada a la Defensoría indicaba que, según informes de los guardaparques del área protegida, también el sector de Alto Madidi, en el Municipio de Ixiamas, “se ha vuelto (…) zona de paso para los que trafican con la “blanca” [cocaína] desde Perú, seguramente por el [río] Heath, se cruzan al [río] Enajewa hasta el [río] Enatawa, de ahí al campamento [de guardaparques de Alto Madidi], seguidamente a Ixiamas. Se dice que en Ixiamas llegan avionetas en la noche, cargan o descargan en dos minutos y se van, claro la pista está ahí y no se usa, y está en perfecto estado y sin vigilancia”. Se refiere a la pista de aviones de Ixiamas, que nunca entró en operaciones civiles ni militares, por carecer de torre de control.

En el mismo informe se aclaraba otra de las rutas que utilizan los narcos, que complementa la información brindada por el Alcalde Flores: “Desde Asariamas seguramente o desde más arriba, viajan por sendas hasta el rio Tuichi, y se entran más arriba de San José de Uchupiamonas, sin pasar por la población, hasta llegar a Tumupasa, todo de noche”. Finalmente, se denuncia también que los narcos “le han ofrecido a gente de Ixiamas, guardaparques, gente local, etc., hasta 100 dólares el kilo de la “blanca”, solo por el transporte”. Los informantes de esta situación han solicitado permanecer en el anonimato, por temor a represalias, según se indica en el escrito presentado a la Defensoría.

La situación que puede estar viviendo el pueblo indígena aislado que habita la Zona de Reserva Absoluta Toromona, reclama solidaridad y atención urgente, nacional e internacional.

Río Abajo 7 de abril del 2011 

La coca en Apolo

Pablo Cingolani

….hay toda una historia, una tradición y hasta una leyenda que rodean y enraízan a la coca con Apolo.

Era el año 2000 y lo recuerdo sólo por su apodo: el “Tusto”. Cuando lo conocí, era una persona mayor pero siempre había sido un hombre pequeño, menudo. Y de seguro, su carácter había sido también siempre así: alegre, dicharachero, vivaz. Por eso, nos pasábamos horas y horas conversando. El me contaba del Vilunto, el misterioso cerro que coronaba el lugar donde moraba, me narraba historias de la selva que nos rodeaba: curas que se desquiciaban por muchachas bellas como la flor del lapacho, tesoros y campanas escondidas, almas en pena, patrones despiadados, nazis fugados. Cuando platicábamos, nunca faltaba la que, según el Tusto, era “la mejor coca del mundo”: la coca producida en su Santa Cruz del Valle Ameno, un pueblo de ensueño, al que ya le cantó el insigne Nazario Pardo Valle, y que queda próximo, tan cerca a paso de jinete, de la hoy convulsionada Apolo, la capital de la provincia Franz Tamayo, en el norte del Departamento de La Paz, antes conocida por un nombre –que aunque también ajeno- le era más propio: Caupolicán.

Digo que siempre hubo coca en Apolo y digo para seguir diciendo que antes incluso de llamarse Caupolicán, la región tenía otro nombre, este sí, casi propio: se llamaba Apolobamba, el valle de Apolo, al cual se accedía bajando desde la cordillera del mismo nombre, una macizo de montañas imponentes, donde se halla Pelechuco, la cabecera de la otra sección provincial, y que con Apolo son como dos hermanos, unidos por geografía y por la historia, aunque a veces no se quieran mucho. Se llamaba Apolobamba, y digo que era un topónimo casi propio, por ser el más antiguo que se recuerde, pero en realidad, vino del Cusco, vino con los quechuas, vino con los Incas, que tras muchos intentos, lograron asentarse y convivir con los habitantes originarios: los Lecos y los Aguachiles, entre otros.

¿Cómo se empezó a forjar la fama cocalera del valle de Apolo y sus alrededores? No lo sabemos con certeza. Pero, de seguro, algo tuvieron que ver los Kallawayas, intermediarios entre los pueblos de las tierras bajas y los pueblos de las tierras altas, y quienes guiaron las expediciones incas hasta la tierra de los Lecos. Los Kallawayas eran expertos herbolarios y no es desatinado decir que ellos pudieron haber sido los domesticadores de la planta, una especie eminentemente tropical, al menos en las estribaciones selváticas de la Amazonía Sur, que ellos frecuentaban en sus viajes chamánicos para recoger sus vegetales curativos.

Guamán Poma cuenta la historia a su manera, y más bonita y más terrible, según la óptica de cada quien. Habla del sexto Inca, del Inca Roca, el Inca Jaguar, el Inca-Uturuncu, amigo de los chunchos e introductor de la coca en los Andes. Antes, ahora menos, chunchos refería a los pueblos de la selva (el Antisuyu) como los pueblos que habitaban originalmente en el valle de Apolo.

Inca Roca, según el cronista más famoso de las Indias, era un hombre fuerte, corpulento, que hablaba con voz potente, y que era un “putaniero” (sic). Todo un personaje. El secreto de su conquista/amistad con los selváticos fueron dos: el don de convertirse en tigre, en uturuncu: todo un saber y una metáfora que llega hasta el presente, y el tener muchos hijos y casta con las nativas, con las que residía la mitad del año, ya que iba y venía desde el Cusco. Dice Guamán Poma, “este dicho Inca comenzó a comer coca y la prendió en los Andes y así le enseñó a otros indios de este reino”.

Un historiador francés, amante de Bolivia, llamado Thierry Saignes, estudió el tema con bastante acuciosidad, probando que mitmaq (Migrantes forzados) chachapoyas (Norte del Perú) fueron trasladados por los incas para encargarse de los cultivos de coca hasta el valle de Apolobamba. Debajo del Cusco, estaba Carabaya, donde se situaban las minas de oro del Inca. Si trazamos una línea horizontal entre Carabaya y la selva, allí, en el medio del trayecto, se encuentra Apolo. Eso lo prueban también todos los caminos construidos esas épocas, antes de la llegada de los europeos. La importancia asignada a la producción de coca en este lugar, y la fama de su calidad (que vía Nazario Pardo y mi amigo el Tusto llegan hasta el presente), hacen sospechar que Apolobamba albergaba también cocales del Inca, o sea cocales sagrados.

A propósito, Thierry Saignes propone una etimología, que no tiene nada que ver con dioses griegos, para el topónimo Apolobamba: \\\\\\\»conferido a la cordillera ubicada entre los ríos Suches y Tuichi”. Afirma en un hermoso trabajo titulado Hacia una geografía histórica de Bolivia y publicado en 1993 que “el nombre ulo designa los gusanos que comían las hojas de coca y podemos preguntarnos si \\\\\\\»Apu-ulo\\\\\\\» no sería \\\\\\\»el señor de los gusanos\\\\\\\» cuya importancia para esta región dedicada al cultivo de la coca, es vital\\\\\\\».

Como se advierte, hay toda una historia, una tradición y hasta una leyenda que rodean y enraízan a la coca con Apolo. El actual conflicto que se vive en la región entre cocaleros y erradicadores de coca abreva en dos problemas ajenos a ese pasado y externos a la realidad apoleña: la llegada de ingentes cantidades de nuevos mitmaq pero esta vez forzados por la codicia, y la ligazón de esa explosiva presencia con el negocio del narcotráfico que asola y violenta a Apolo (y al Parque Madidi, del cual es parte de su zona de influencia), proveniente desde el Perú.

El que quiera leer más sobre el tema, consulte mi libro Aislados, especialmente entre las páginas 43 y 101, ingresando aquí: http://es.scribd.com/doc/120009439/Aislados-Cingolani

Río Abajo, 1 de junio de 2013

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