02 Oct
2013

Roberto Perdía acaba de publicar la obra Montoneros, que “nos recuerda, dura y ferozmente, que el pasado está allí, golpeando con sus alas contra el olvido” –como dice Vicente Zito Lema-, en el bello prólogo del libro. En la obra, publicada en abril del 2013, en el acápite Extractivismo: nueva forma de saqueo y dependencia, se refiere a la agricultura y la multinacional de los transgénicos:  “Monsanto utilizó a nuestro país como plataforma para la introducción, mediante el contrabando, de soja transgénica a Brasil, Paraguay y Bolivia. De esa manera presionó sobre esos países para avanzar en su legalización. El reciente “golpe blando” en Paraguay tiene como trasfondo justamente el tema de la legalización de ese tipo de semillas y cultivo. Los frustrados –hasta ahora-,  intentos separatistas llevados a cabo en la “Media Luna” boliviana, de la mano del Comité Cívico de Santa Cruz encabezado por Branco Marinkovic, un gran productor de soja, son otra muestra de la misma tendencia.  Esa zona puede ser considerada como una auténtica “República Unida de la Soja”, denominación que Syngenta, otra empresa proveedora de semillas y agrotóxicos utilizara en su brutal publicidad titulada “La soja no conoce fronteras” donde se exhibía un mapa de Bolivia, Paraguay, sur de Brasil y extensas áreas de Argentina y Uruguay cubiertos por un manchón verde que indica el área de poder de las empresas multinacionales por sobre los Estados-nación.”

La Republica Unida de la Soja hace referencia al espacio empresarial de la multinacional en Sudamérica. Entre las estrategias empresariales en la economía global, algunas empresas utilizan el territorio como herramienta estratégica localizándose en aquellas áreas con mejores condiciones. A partir de su base nacional estadounidense, Monsanto y ADM han implantado diversas filiales y unidades productivas con una estrategia y una organización concebidas a escala mundial. Sus flujos atraviesan fronteras estatales. Así, fue la filial argentina de Monsanto la que inició el proceso de introducción de soya transgénica en el país y a través de los funcionarios argentinos, trabajó el convencimiento a las instancias estatales nacionales incluyendo universidades y empresas, mediante financiamientos para talleres, congresos y otros eventos.

Otra de las estrategias empresariales es la compra de empresas locales. Cargill adquirió Central Aguirre y  ADM lo hizo con SAO. Una serie de semilleras antes nacionales pasaron a manos o fueron creadas por  empresas brasileñas relacionadas con las principales empresas biotecnológicas del mundo: Monsanto, DowAgrosciences (Don Mario), Pioneer, Agroseed, Nidera (Interagro), Lealselm (Anapo). Empresas brasileñas en Bolivia son Agrosem, Totai,  Agronorte, del productor más grande de Bolivia, Ricardo Cambruzzi), Mónica S.A., esta última del brasileño Sergio Marchet, quien se define como colonizador de nuevas tierras, allegado de Blairo Maggi (Gobernador de Mato Grosso), con negocios en ese estado de Brasil, en Bolivia y Colombia, país donde enfrenta  problemas por adquisición ilegal de tierras. Marchett sostiene que en Bolivia las cosas marcharon bien, pues “fuimos bien recibidos por el Gobierno de la época y por el de hoy (Evo Morales)”. “Hoy, el Gobierno está de nuestro lado, considerando que ningún Estado puede estar en contra de agricultura comercial.” Mónica  S.A. se ubica en la zona de Santa Cruz de la Sierra, con una producción anual de 250.000 toneladas.

En general las empresas transnacionales constituyen enclaves poco relacionados con el territorio, que en el caso de la soya, favorecen las importaciones de insumos, maquinaria, pesticidas, semillas y la imposición de pautas culturales como el consumo de soya, además de la desestructuración del sistema productivo regional, (En Bolivia, el área total cultivada con maíz se redujo en un tres por ciento en tanto la soja se incrementó en un 50%, el área de los bosques se redujo un 8%) favoreciendo el reforzamiento de los desequilibrios territoriales preexistentes, como la concentración de tierras y negocios.

Como recuerda Ferao “la inversión extranjera, no es, por su propia naturaleza, positiva o negativa, sus impactos pueden ser muy diversos, conforme al modo en que se integra en los territorios que escoge para localizarse. En tal sentido, su implantación en un territorio concreto podrá evaluarse a partir de criterios complementarios, como el método de implantación, el tipo de actividades, las características del empleo y el componente tecnológico y medioambiental.

Si cultura es el conjunto de conocimientos, ideas, tradiciones y costumbres que caracterizan a un pueblo, el desarrollo rural debe incorporar el territorio como espacio con identidad o con una identidad potencial y como sistema, las relaciones internas (competitividad, desarrollo institucional, relaciones urbano-rurales, entorno favorable para la innovación) y externas a este (competitividad, demanda externa, relaciones urbano-rurales). Y basarse en las potencialidades de recursos locales, construyendo puentes y relaciones entre todos los actores (concertación social) y una agricultura de bienes diferenciados por su mayor valor, intensivos en mano de obra, vinculando industria y servicios, lo urbano y lo rural, destinados a nichos de mercados.

Por tanto, no se trata solo de “incluir” a los sectores más adversos (y poderosos, claro) sino de concertar los procesos de transformación productiva e institucional en el territorio, entre todos los actores, sin perder de vista que el objetivo es….el Vivir Bien, incrementando las oportunidades para que la población pobre participe del proceso y de sus beneficios.

Referencias 

Roberto Perdía. Montoneros. Abril 2013. El Peronismo combatiente en primera persona. Espejo de la Argentina-Planeta. Bs. As.

Ricardo Méndez. Geografía Económica. La lógica espacial del capitalismo global. 1997.Ariel Geografía. Barcelona.

Alexander Schejtman y Julio A. Berdegué. Desarrollo Rural

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