En el congreso hubo 4 conferencias magistrales, dos de las cuales estaban relacionadas con los cultivos transgénicos y su insumo obligatorio: el glifosato.  La primera conferencia estuvo a cargo del Dr. Andrés Carrasco, profesor de la Universidad de Buenos Aires quien ha hecho estudios del efecto del glifosato en embriones de anfibio, con resultados aterradores. Este es el herbicida más usado en el mundo, especialmente desde que se masificó la siembra de soja transgénica resistente a este agrotóxico. En su ponencia el cuestionó la viabilidad de los cultivos transgénicos a largo plazo, desde un punto de vista biológico y evolutivo.

El Dr. Gilles-Eric Serallini hizo su presentación por skype, donde presentó los resultados de su último trabajo sobre los efectos de los alimentos transgénicos y sus agroquímicos asociados en la salud, con especial mención al maíz transgénico resistente a glifosato y al glifosato mismo (¿?) En su estudio al largo plazo con ratas, su equipo de investigación encontró alarmantes datos sobre envejecimiento prematuro y otras graves  alteraciones en la salud de estos animales de laboratorio.

La siguiente conferencia magistral estuvo a cargo del periodista español Miguel Jara, quien ha estudiado la industria de los medicamentos. Poco después de su ponencia el escribió la siguiente nota:

Esta mañana he dado mi conferencia en la Facultad de Medicina de Rosario (Argeina), un auténtico templo del pensamiento crítico que se le presupone a la Universidad. Ha versado sobre las relaciones de la industria químico tóxica con la farmacéutica. En el país andino, sobre todo en la provincia de Santa Fe, donde senclava Rosario, tiene un problema enorme con la agricultura industrial y su sistema de producción de monocultivos a base de insumos tóxicos…. Aquí (y allí donde lo cuento) llama la atención que empresas comerciantes de agrotóxicos y/o semillas transgénicas como Bayer, Aventis, Novartis o Monsanto tengan o hayan tenido un área de medicamentos y productos sanitarios; por un lado producen tóxicos que enferman a las personas y por otra se postulan como adalides de la medicina moderna (algunas de ellas como con muertes provocadas por sus medicamentos a sus espaldas).

Si, las mismas empresas que nos enferman, vienen luego a vendernos sus fármacos para curarnos. Por eso fue interesante la mesa redonda del último día, donde decanos de universidades argentinas y uruguayas de “Ciencias Médicas” debatieron sobre la necesidad de impartir conocimientos en salud y sus determinaciones sociales y ambientales, y no centrarse en la enfermedad y su medicalización.

En el seminario se abordaron otros temas relacionados con la salud socio-ambiental, como la explotación minera de oro y cobre y los profundos cambios que producen en el paisaje, la minería de uranio, los impactos potenciales del fracking, que es la extracción de petróleo a partir de rocas; la industria de la pulpa de papel y la herencia de la industria del asbesto. Todas estas tienen algo en común: utilizan inmensas cantidades de agua en su proceso productivo, y los devuelven al ambiente contaminado.

LOS CAMINOS DE LA SOJA

Aprovechando nuestra estancia en Rosario, hicimos una gira por el enclave portuario que cubre las poblaciones de San Lorenzo, Timbues y Puerto San Martín, por donde sale el 60% de la soja argentina (y parte de la producción paraguaya, uruguaya y boliviana).

La actividad en las vías y carreteras es sorprendente.  No hay un minuto en el que no pasa de ida o de vuelta, camiones, y más camiones.  Un poblador dice que por esos poblados circulan diariamente un promedio de dos mil camiones diarios cargando cada uno 30 toneladas de soja, los que son depositados en los grandes buques que entran por el río Paraná.

Me sorprendió conocer los silos de la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA) en la ciudad de San Lorenzo, (80.000 habitantes) donde se almacenan cerca de  240.000 toneladas de soja. Los silos están en medio del poblado y nos cuentan que hace tiempo se produjo una explosión en el silo que mató a varias personas y daños en las viviendas.  Los inmensos silos se unen con su puerto privado.

Y es que cada gran empresa tiene su puerto, haciendo del río Paraná, un territorio ocupado. En sus playas hay puertos, silos y fábricas procesadoras de las grandes cerealeras como Bunge, Cargill, ADM, Vicentín. Asociado al negocio de la soja está la planta de biodiesel de Patagonia Energía y una planta de producción de fertilizantes, para devolver de manera sintética a la tierra los nutrientes extraído por la soja.

Hay además refinerías de YPF, Petrobras y otras empresas petroleras. Por el río entran y salen enormes buques petroleros que sacan el crudo que viene del sur del país.  Hay también barcos que ingresan con gas importado, y junto al puerto, miles de camiones de distintas regiones del país, así como de Paraguay para llevar el gas que mueve la economía regional.

Se atravesó el famoso Tren Azul, que dicen son 4 trenes diarios, que transporta los  minerales que salen de La Alumbrera en Catamarca, principalmente oro y cobre (pero tal vez también otros minerales) a su puerto en Puerto General san Martín, en la rivera del río Paraná.

Y mientras pasábamos por las zonas agrícolas, ahora bajo barbecho químico, es decir rociadas con herbicidas más tóxicos que el mismo glifosato, pudimos apreciar el color mortecino del suelo: ahí no crece nada y esa es la intención.  ¡Tanta agresión a la tierra a nombre del progreso!

LA VENGANZA DEL AMARANTO

De vuelta al Congreso, pudimos escuchar los testimonios de vecinos de varios poblados asentados a lo largo de la Pampa Húmeda, afectados por las fumigaciones asociadas con la soja transgénica, incluyendo un periodista de Alberti que fue fumigado mientras hacía una filmación. Recordemos que la soja transgénica que se siembra en Argentina, así como en los otros países del Cono Sur ha sido manipulada para que puede sobrevivir a las aspersiones hechas con el herbicida glifosato (cuyo nombre comercial es Roundup). De esa manera se puede hacer un control de las plantas que crecen de manera espontánea (mal llamadas malezas o malas hierbas), por métodos químicos, y así disminuir drásticamente el trabajo humano.  Los herbicidas matan a las hierbas (con excepción de la soja transgénica), y todo lo demás. Pero hay plantas que logran resistir al veneno; una de estas es el amaranto que se ha convertido en el dolor de cabeza de los productores de soja en el Cono Sur y Estados Unidos. Para erradicarlo usan herbicidas más tóxicos.

Esta zona hay por lo menos 12 millones de personas afectadas por las fumigaciones, y en respuesta a esta gran agresión,  los vecinos se convocan para proponer distintas iniciativas ciudadanas para enfrentar los impactos de las fumigaciones. Muchas son iniciativas legislativas.  Poner límite a las fumigaciones aéreas, pedir una zona libres de aspersiones, prohibir las fumigaciones cerca de las escuelas…

Escuchamos a las Madres del Barrio Ituzaingó Anexo y su lucha contra los agrotóxicos, la expansión de Monsanto en la Provincia de Córdoba, donde está produciendo semillas híbridas y transgénicas de maíz, y está a punto de construir su gigantesca planta de acondicionamiento de semillas en la localidad Malvinas Argentinas.

Me conmovió mucho la presentación del Dr. Damián Marino del Centro de Investigaciones del Medio Ambiente de la Universidad Nacional de La Plata, quien a través de su investigación demostró que  en Argentina “Llueven agroquímicos”; miles de toneladas cada año.

Quiero terminar esta nota haciendo referencia a un libro que fue lanzado en el Congreso: “La Venganza del Amaranto” de Ricardo Serruya. A través de una serie de notas periodísticas denuncia como la soja y la fumigación enferman y matan. En la dedicatoria de su libro el autor escribió: “Para la hermana latinoamericana con el profundo deseo que el futuro nos encuentre unidos en un enorme amaranto colectivo de resistencia”.

 Vamos pues todos a construir este gran amaranto.

Print Friendly, PDF & Email