Ing. Ph.D Vladimir Orsag

A pesar de algunas observaciones y sugerencias formuladas sobre esta ley por algunos sectores productivos y otros, es indudable que se trata de una norma muy importante para el país por los objetivos que se plantea, especialmente el que se plantea paliar y solucionar la crisis alimentaria que afecta al país

Uno de los factores fundamentales para el crecimiento de las plantas y la producción agrícola es el agua, su déficit o distribución aleatoria y caótica durante el periodo vegetativo puede  restringir de gran  manera  la producción agrícola (alimentos y  forrajes) y  hacer  que  la agricultura sea muy riesgosa y arriesgada. Los cambios climáticos que se están presentando con mayor frecuencia en los últimos años y que, entre otros factores, están provocando la disminución de las lluvias en los primeros meses del periodo vegetativo y el  déficit hídrico (entre  5 a 7 meses) en las zonas  semiáridas, áridas  y sub húmedas del país, se  constituyen en las limitaciones más importantes que en algunas zonas podrían inviabilizar la  anhelada  revolución productiva y soberanía alimentaria.

Ante esta situación,  las  autoridades nacionales y departamentales encargadas  de impulsar estas políticas, están priorizando la construcción de presas para la captación  de agua,    obras de toma,  conducción, perforación de pozos o en algunos casos   mejorar  los existentes. Estas acciones están orientadas a  garantizar el suministro de agua a los cultivos, ampliar las áreas bajo riego y principalmente incidir en mejorar la productividad de las tierras de cultivo y los ingresos económicos de los agricultores y por tanto evitar de alguna manera la migración campo ciudad.

Sin embargo, es importante mencionar que algunos proyectos de riego ejecutados en  gestiones anteriores han sido concebidos de manera puntual, sin considerar la visión de estos dentro de la cuenca, subcuenca o microcuenca en la que se encuentran, criterio que a la larga es fundamental  para el manejo  sostenible de los recursos hídricos y sus  otros componentes. En la mayoría de esos proyectos se ha dado más énfasis a las obras civiles y no así al acompañamiento para impulsar el manejo del agua a nivel parcelario, gestión del agua, comercialización, transformación  y otros.

Asimismo, en la etapa de diseño se puso más atención a la cantidad de este recurso y no tanto a su calidad, es decir no se tomaba en cuenta que en varias cuencias y subcuencas del país, las aguas  muestran algunas limitaciones para su uso, ya sea por causas naturales o actividades antrópicas como la minería que se practica en el país desde hace siglos.

Diferentes estudios realizados sobre la calidad de las aguas en las cuencas del Altiplano y Pilcomayo – Beveridge (1983); Quintanilla (1987); Noras (1992); Plan Director Binacional del Sistema TDPS (1993); Orsag y Miranda (2000 y 2004), Quispe (2003), Proyecto Caminar IIQ 2008, en la cuencia del Altiplano y Castro y Puch (1998); Sandi (1998), Murillo (1998) y Michel et.al. (2006), y otros – indican que las  aguas   de estos ríos y algunos afluentes presentan contenidos importantes de sales  y metales  como  plomo,  arsénico, cadmio u  otros. Esta situación, podría limitar de alguna manera las posibilidades de utilizar estos recursos de manera sostenible en futuros proyectos de riego u otros usos bajo circunstancias específicas.

Estos problemas si bien  están  afectando  principalmente a las aguas, en caso de ser utilizadas para riego, también podría ir acumulándose paulatinamente  en los suelos regados y luego podrían ser transferidos  a los alimentos o forrajes (de acuerdo a su bio disponibilidad) y, luego, su paso  al resto  de la cadena trófica (animales o el hombre), podría ser solo cuestión de tiempo.

La acumulación de estos metales tóxicos  en el cuerpo humano, es muy peligrosa, pues como es conocido algunos metales (principalmente mercurio, plomo, cadmio y arsénico), pueden causar  a la larga  una serie de enfermedades y daños al organismo debido a que  no  son  biodegradables  y se acumulan paulatinamente en los diferentes órganos, causando trastornos nerviosos, cambios genéticos, cáncer y otros  males.

Ante estas dificultades que presenta  la calidad de los recursos hídricos (superficiales y subterráneos) en algunas zonas del país, es fundamental que el gobierno nacional, departamentales o municipales que están  encarando  proyectos de riego,  deben considerar con más detalle la calidad de las aguas y sus variaciones en el tiempo y espacio, durante el diagnóstico y elaboración de los mismos. Este aspecto, es aun mas importante si se toma en cuenta que el  gobierno a través del  Fondo Productivo y Social (FPS)  y los programas Mi Agua I y II invertirá más de 1.570 millones de bolivianos para la ejecución de diferentes  proyectos, con el fin de  abastecer con este  vital elemento  a gran parte de los municipios del país y a sus poblaciones tanto  para consumo humano como agrícola y ganadero (Agencia Boliviana de Informaciones ABI, enero 2013). Con la ejecución de estos proyectos se  podrá  cumplir  con lo que manda la CPE  (el acceso al agua es un derecho de las personas) y por otro lado alcanzar las metas del Milenio de Naciones Unidas  entre las que destacan la eliminación  de la pobreza extrema y el hambre hasta el 2015.

Como en gran parte de las cuencas y subcuencas en el Altiplano y Bloque Oriental del país, generalmente las  zonas mineras comparten el mismo espacio que la agricultura y ganadería, se están o pueden  generarse  una serie de conflictos,  no solo porque  ambas compiten  por los  recursos (agua, suelos y otros), sino porque las actividades mineras y sus pasivos o de manera natural,  están provocando, no solo  la disminución de los recursos hídricos (superficiales o subterráneos) sino su deterioro para fines de riego, consumo animal y otros usos. Por otro lado, el uso de aguas de mala calidad para fines  de riego, puede provocar que algunos metales u otros contaminantes se acumulen paulatinamente en los suelos, forrajes y  alimentos y de esta manera afectar  su calidad. 

Los  precios elevados de los metales y algunos minerales que en la última década ha resigraro el mercado  internacional, ha provocado que las actividades  mineras en la parte occidental del país se reactiven  de manera sorprendente o se creen nuevas empresas  (especialmente  a nivel cooperativas y pequeñas empresas), donde los propios agricultores,  dedican parte de su tiempo a la explotación de minerales de manera artesanal. Una muestra de ello es que la participación de las cooperativas en las exportaciones de minerales en el año 2012 se incremento de 31%  a 38%, mientras que los cupos de las empresas privadas y la Comibol  disminuyeron en este periodo (Mamani, Pagina Siete, marzo 2013). 

No se puede dejar de mencionar que  en la cuenca amazónica  (Garzón, La Razón 2013), la explotación  del  oro por cooperativistas o pequeñas empresas se realiza  de manera artesanal e informal,  y como consecuencia de su menor capacidad  financiera y técnica están contaminando los  ecosistemas con mercurio provocando  el deterioro  de  los  recursos  naturales, su  biodiversidad  (principalmente los peces que son una de las fuentes alimenticias más importantes de los pueblos ribereños). Según este autor, la Mercury Watch (enero 2013) coloca al país entre  los países con más emisiones de mercurio por año (después de China y Colombia).

Por otro lado, la Agencia Gaia Noticias informa que la Coordinadora Nacional de Afectados por Minería (CNAM) viene implementando acciones para contrarrestar la contaminación que provocan las  cooperativas mineras y demandando el cumplimiento a la actual Ley de  Medio Ambiente. Según esta coordinadora las cooperativas mineras están incumpliendo con las normativas ambientales, y  afectando el ambiente debido a sus  aguas acidas y sobre todo vulnerando el derecho de las comunidades indígenas. Algunos estudios presentados en el II simposio Internacional del Lago Titicaca Sistema TDPS (Marzo, 2013), advierten se están presentando algunos problemas   de contaminación debido principalmente a las actividades mineras  que se practican en algunos de sus  afluentes  como el  rio Ramis (Perú). De la misma manera los problemas que se están dando en la cuenca del rio Suchez (frontera de ambos países),  por la explotación del oro,  ya  está poniendo en riesgo  a sus  aguas, sus bofedales y a la ganadería de esta importante zona. Este rio, que es uno de los principales afluentes de la parte boliviana, se constituye en un serio riesgo potencial para la contaminación del Lago Titicaca y las zonas aledañas debido a  la intensificación de la minería  de manera caótica y artesanal. A estas actividades se suman los  desechos que generan sus  poblaciones ribereñas, poniendo en  riesgo   su   biodiversidad y a los  alimentos (pescados) en algunas zonas específicas.

El  rio  Desaguadero como  drena las aguas de este importante lago hacia   la parte baja de la cuenca del lago Titicaca (Altiplano Central),   es fundamental para la vida de esta region, ya que   mantiene algunos ecosistemas como los bofedales  (importante para la ganadería de la zona). Además alimenta  a varios  sistemas de riego que funcionan desde  hace décadas  en las provincias Aroma, G. Villarroel (La Paz) y T. Barron, Saucari, Cercado (Oruro). Por otro lado, este rio es fundamental para el  mantenimiento del Lago Poopo y la sobrevivencia del pueblo  originario de los Uru Muratos. Considerando las condiciones de déficit hídrico que existe en el Altiplano Central y los cambios climáticos, otro motivo que requiere gran atención por parte de las autoridades bolivianas  – principalmente de la Cancillería  y las gobernaciones de Oruro y La Paz – es la situación del rio Mauri (principal afluente del Rio Desaguadero), debido a que en la parte peruana de esta subcuenca transfronteriza existen importantes proyectos para seguir utilizando (desviando) sus aguas hacia la costa peruana. La disminución de los caudales de este rio por debajo de los actuales niveles, podrían crear  graves problemas en el Altiplano puesto que  los menores caudales que entrarían a la parte boliviana podrían ser de menor calidad  e incidir  en la disminución de los bofedales, calidad de sus forrajes y menor actividad ganadera y económica (Agua Sustentable  IHH, IDRC CRDI, 2007). De la misma manera las zonas de riego en los departamentos de La Paz y  Oruro que utilizan estas aguas, se verían afectadas en cuanto a superficies regables, riesgo de salinización/ alcalinización de  suelos por la disminución de turnos o caudales (láminas de agua) para riego por familia, menores rendimientos e ingresos y otros. Estos impactos sobre el Altiplano Central, debido a la disminución de los recursos hídricos podrían impedir que se pueda encarar de manera sostenible la revolución productiva y la soberanía alimentaria.

Si bien, en  la legislación ambiental vigente en el país (Ley 1333) existen parámetros sobre  los niveles que deberían presentar los metales u otras  substancias en las  aguas, no existen niveles de referencia  para  los suelos del  país, especialmente en lo que  se refiere a metales pesados y otros.  En  ese  sentido, es necesario que  se impulse  trabajos de investigación destinados a encontrar limites de  referencia para  nuestros suelos y principalmente para  fines  de riego y de esta  manera no  trabajar con  limites de  referencia de  otros países,  donde las condiciones de suelo,  clima y  cultivos  son  diferentes.

Ante estos  problemas ambientales que se presentan en algunas zonas del Altiplano, Valles y Amazonia,  y principalmente en sus recursos hídricos  y considerando que  la soberanía alimentaria  además de la cantidad de alimentos considera también su  calidad y la protección de los consumidores, es fundamental velar para que en estas zonas criticas tomen todas las medidas necesarias para lograr producir alimentos sanos y de calidad.  

Para  tal  efecto, es fundamental  contar con un Departamento Nacional de Monitoreo de la Calidad de las Aguas, a nivel nacional y departamental, para que se monitoreen continuamente la calidad de nuestras aguas y sus variaciones temporales y espaciales.

Para tal efecto se debe contar con laboratorios equipados con tecnología de punta, personal capacitado y con cargos institucionalizados, además es importante que estos laboratorios estén acreditados a nivel internacional.

Es fundamental que las empresas mineras y principalmente las pequeñas empresas y cooperativas cuenten con licencias ambientales y estén sujetos a mecanismos y sanciones necesarias en caso de que no cumplan la legislación vigente.

Para lograr una planificación adecuada y el  uso sostenible de los recursos naturales, se debe  impulsar el ordenamiento territorial de los municipios y para la gestión sostenible del agua es importante trabajar  través del  manejo integral de sus  cuencas o subcuencas, contar con estudios de diagnóstico  a nivel climático, biofísico y socioeconómico e información sobre sus caudales, calidad, variaciones en el tiempo y espacio, ofertas y demanda y otros, en  consenso entre todos los actores involucrados.

Se debe impulsar la investigación de tecnologías limpias para la explotación de minerales y el  paulatino reemplazo  de las artesanales,  para evitar la contaminación de nuestros ríos, suelos y cultivos  con los desechos de la minería.

Por  otro  lado,  para que  los proyectos de riego sean  sostenibles en el tiempo, es  necesario que  tengan un apoyo constante y  acompañamiento   en  la  parte  productiva  y organización de los regantes. También se debe  trabajar con  las autoridades locales en Ia gestión de la cuenca o microcuenca de manera integral, para  evitar conflictos a mediano y largo plazo  por  el aumento de las demandas y contaminación de este  recurso tan  importante.

Es importante el fortalecimiento de la ALT (parte boliviana) tanto con un  presupuesto adecuado como con personal profesional adecuado e institucionalizado para poder monitorear, controlar y manejar los RRHH del  sistema Titicaca Desaguadero. Poopó y Salar de Coipasa (TDPS), de manera transparente y equitativa con la parte peruana.

La revolución productiva y soberanía alimentaria requiere investigaciones orientadas a mejorar los métodos de riego de acuerdo a las condiciones edáficas, climáticas, técnicas, socioeconómicas y ambientales y del cultivo para su uso eficiente.

Es necesario, por último, fortalecer a las organizaciones de productores, de regantes, y capacitarlos y concientizarlos para una participación más comprometida en aspectos productivos y manejo racional de los recursos naturales y el agua.

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