Las voces del TIPNIS y la voz del gobierno

Durante los últimos me­ses, el Gobierno de Evo Morales ha desplegado una millonaria campaña mediática dirigida a conven­cer sobre la legitimidad de su consulta, antes sistemáticamente negada, que tiene como único objetivo forzar la aceptación de una carretera que atraviese el co­raz6n del TIPNIS. Son parte de esa campana una serie de spots propagandísticos denominados "Las voces del TIPNIS", en los que, a titulo de convocar a las vo­ces de las comunidades del TIP­NIS, el Gobierno las suplanta, en una especie de ejercicio de ven­triloquia, para imponer sus con­cepciones y estereotipos sobre estas poblaciones.

Los spots pretenden desvelar la realidad del TIPNIS que, des­de la mirada del Gobierno, esta sumido en la más terrible e inde­corosa miseria. Uno de ellos ini­cia con la frase: "El Estado pluri­nacional llega… ", acompañada de la imagen de la llegada del Presidente y su corteja en una barcaza, que emula la incursi6n española. Llega Morales al TIP­NIS y el Estado sienta soberanía en ese mundo inhóspito, inaccesible, sin normas; llega cargado de regalos, una partecita del de­sarrollo prometido: cabinas de ENTEL, motores fuera de borda, radios y otros artilugios que, se­gún el Gobierno, les abrirán las puertas al "vivir bien".

Y entonces las supuestas voces del TIPNIS, las que el Gobierno reconoce, escucha y manipula, denuncian la falta de educación, el analfabetismo, sinónimo de ig­norancia con el que crecen sus hijos; la ausencia de servicios de salud; el agua turbia que los en­ferma. Los testimonios van acompañados de primerísimos planos de los pies descalzos, de los pobladores envueltos en el barro de este territorio agreste; para el Gobierno, una clara demostración de la pobreza e inci­vilidad de los indígenas. Tanta pobreza lastima la sensibilidad del Presidente, que inmediata­mente promete llevar su idea de desarrollo a esa tierra salvaje, con la construcción de un coliseo y el remplazo de los techos de mota­cú de sus viviendas, que tanto lo avergüenzan, por calaminas de zinc. Es que, dentro de la 1ógica del Gobierno del MAS, el progre­so de los pueblos se mide por el ladrillo, el asfalto y el cemento. Por algo Coraite anhela que sus pobres hermanos indígenas su­peren su estado salvaje; Efraín Chambi considera que, como él, tienen derecho a progresar, a dis­frutar de casas de ladrillos con antenas de TV, y Feliciano Ma­mani fustiga a los medioambien­talistas porque "quieren que si­gan siendo como los monos".

En ese escenario calamitoso, la consulta, que de manera descara­da encarna la construcción de la carretera, se les presenta como “…la oportunidad de elegir que camino seguir para salir del olvi­do". Ya ni se molestan en disfrazar el chantaje: sólo la aceptación de la carretera activará la obligaci6n del Estado de llevarles la educa­ción y la salud que identifican co­mo sus máximas aspiraciones; su rechazo los sentenciará al olvido, el desconocimiento o la persecución judicial. No hay Constitución, mandato popular, ética ni decencia que lo obligue a atender las necesidades de una población castigada por siglos. Sin ningún escrúpulo, el Gobierno subordina la atención al TIPNIS a la aceptación de su carretera.

Esas voces se unen a las del Gobierno que copan todos los espa­cios posibles, aunque, en sentido estricto, las voces, en plural, no existen; esas que concentraban nuestra atenci6n y generaban cierta esperanzase han subsumi­do a la única, absoluta, inobjeta­ble de Evo Morales. La voz del "sí o sí", del "quieran o no quieran" es reproducida, ampliada o inter­pretada por los voceros del MAS. Los intelectuales, progresistas de ayer (Montaño, Mendoza, Ro­mero, Peña, Sánchez), por 1o vis­to, encontraron causas más ur­gentes que la defensa de la Madre Tierra o de los derechos indígenas. No les provoca ni un poco de rubor la violencia simbólica que se ejercita desde los spots  o los discursos oficialistas, contami­nados de una grosera visión eurocéntrica; no se sorprenden por las declaraciones racistas de su líder ni de sus correligionarios. Aplau­den con vehemencia la política de llevar coliseos, tinglados, canchas  de césped artificial allí donde no hay agua potable, donde no hay postas sanitarias, donde no hay electricidad, donde no hay profesores. Les parece legítimo inventar etnias, convertir fami­lias en comunidades, insultar, degradar, reprimir, conculcar los derechos políticos de los dirigen­tes, enfrentar a hermanos, su­plantar organizaciones indígenas con el apoyo de la fuerza pública. Salen todos los días a los medios de comunicaci6n a justificar la traición y el fraude como si en ello se jugaran la vida, cuando, en realidad, la están quemando frente a los ojos de la poblaci6n, que mira atónita la opción suici­da que decidieron seguir.

Sin embargo, pese a las falacias, la violencia y el autoritarismo, las verdaderas voces del TIPNIS se escuchan cada día con más fuer­za, lucidez y valentía. Desde que se elevaron en la marcha por el te­rritorio y la dignidad, ninguna fuerza, por muy brutal que esta sea, puede ni podrá acallarlas. Son voces que interpelan, con­mueven y convocan. Son las voces que nos demuestran que la cons­trucci6n de un verdadero Estado plurinacional es, como nunca, una tarea pendiente, y que para lograrlo s61o queda retomar al ca­mino de la lucha y la resistencia.

[1] Patricia Alandia Mercado es docente de lingüística de la UMSS y editora de la revista Página y Signos.

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