Paquistán: Los tribeños pashtunes

El accidentado territorio permitía, antes de la invasión de Estados Unidos en octubre de 2001, el cruce y comercio en ambas direcciones de las poblaciones nómadas de las diversas etnias en busca de mejores pastos y aguas para sus animales, durante el sofocante verano y el crudo invierno.

Después de la ocupación de las fuerzas del Pentágono y la OTAN esos pasos se encontraron en sus puntos de mira militar como parte de las exigencias al gobierno de Paquistán para tratar de detener a los supuestos combatientes de la resistencia afgana en lucha contra los intervencionistas.

Para nadie es un secreto que miles de combatientes musulmanes de varias nacionalidades, incluidos paquistaníes, acudieron al llamado de la Yihad (guerra santa) proclamada por la Jirga (Asamblea de Ancianos) en defensa al régimen del Talibán contra la entrada de las tropas extranjeras en Afganistán.

Superados en equipos y armamentos y luego de los devastadores bombardeos de la aviación de la llamada coalición belicista invasora, optaron por el repliegue hacia las áreas tribales del Norte y del Este paquistaníes, donde, según la CIA de Estados Unidos, están refugiados.

Sin embargo, esos informes de inteligencia y de los mandos militares estadounidenses y la OTAN facilitaron el pretexto para atacar con aviones sin tripulantes e incursionar con fuerzas especiales dentro del territorio de Paquistán con las secuelas de miles de muertes entre la población civil.

Los pashtunes habitan en las áreas paquistaníes y afganas colindantes con la frontera y la mayoría respaldan a los talibanes, cuyos líderes pertenecen a esa etnia islámica y eran antiguos combatientes mujaidines entrenados y equipados por Estados Unidos contra la desaparecida Unión Soviética.

El boscoso y semiautónomo lugar es uno de los siete distritos tribales paquistaníes limítrofes con la vecina nación donde se registran desde hace años fuertes combates entre esos locales, otras nacionalidades -en especial uzbecos, tayikos, chechenos y zuñes- y el Ejército paquistaní.

Esas siete entidades, cuya autonomía Islamabad está obligada a respetar, son conocidas como North West Frontier Province (NWFP, Provincia de Frontera Norte Occidental), invención de los británicos para proteger su colonia, por entonces la India de los soviéticos. Esos territorios, que ocupan en total 27 mil kilómetros cuadrados, son Khyber, Kurram, Orakzai, Mohmand, Bajaur, Waziristan del Norte y Waziristan del Sur, blancos de los Drones estadounidenses.

Según el censo de 2010, viven allí seis millones y medio de habitantes, casi todos de etnia pashtún, con fuertes vínculos, incluso sanguíneo, con los afganos. La NWFP, cuya capital es Peshawar, denominada el Bazar Negro de Surasia, dado que se puede adquirir todo tipo de armamentos, tiene una frontera de 700 kilómetros con Afganistán.

Peshawar está ocupada también por unos tres millones de refugiados del vecino país centro asiático huidos de la agresión de Estados Unidos y sus aliados. Las tribus que habitan allí siguen sus leyes basadas en el Islam. Las normas del código que rige a los pashtunes o pujtunswali descansa en tres preceptos: honor, hospitalidad y venganza para limpiar los insultos como el caso ahora de Estados Unidos y de Gran Bretaña en la antigüedad. La justicia y la policía de Paquistán no tienen  jurisdicción en esas áreas.

El Ejército de Islamabad desplegó unos 80 mil soldados a lo largo de su frontera con Afganistán, donde persigue a los rebeldes pakistaníes y afganos y a sus simpatizantes locales, que en definitiva son pashtunes separados por la arbitraria partición colonial de Gran Bretaña. Ante la situación existente por presiones y amenazas de Washington, el antiguo presidente paquistaní, general Pervez Musharraf, y ahora Asif Ali Zardari, ordenaron a los insurgentes afganos abandonar la región fronteriza.

Paralelamente, Musharraf reconoció el 5 de septiembre de 2006 a los jefes tribales como los garantes de la seguridad en Waziristán del Norte y del Sur, pese a sus vínculos con los talibanes, para terminar con la guerra de baja intensidad en la zona.

Mediante ese pacto, Paquistán aceptó que los combatientes extranjeros de la región, incluidos los más buscados, salieran de la zona o permanecieran en ella una vez garantizada su buena conducta, objeto de grandes críticas por Washington y la OTAN.

Mientras, los ancianos líderes tribales se comprometieron a no permitir que nadie usara ese territorio para lanzar ataques contra Afganistán, lo cual elevó la tensión entre los locales y otras etnias.

* El autor es periodista de la Redacción Asia de Prensa Latina.

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