12 Mar
2012

¿Por qué los indígenas defienden con tanta pasión la región del TIPNIS?

¿Por qué allá? Sencillamente porque en esta región se hallan las raíces de sus antepasados milenarios, pues allá están las lomas prehistóricas construidas y habitadas por sus ancestros, y porque tales lomas no sólo están llenas de cerámicas utilitaria y ornamental, sino de urnas funerarias que es por donde se genera y explica su milenaria y profunda espiritualidad.

Pero hay otras evidencias geográficas que explican la milenaria espiritualidad de los pueblos mojeño-trinitarios del TIPNIS. Los principales ríos que nacen y se descuelgan de la cordillera, tienen nombres mojeños: Mamoré, Chapare, Chimoré, Chipiriri, Isiboro, Ichoa, Sécure y la serranía de Mosetenes, que significa “Hasta aquí llega Mojos”.

Todo esto y su contacto directo a través de la navegación por generaciones, genera un latente cordón umbilical espiritual que representa un signo muy importante para la identidad de su cultura, que felizmente no ha podido borrar el tiempo y sus circunstancias adversas. Planteamos esta nueva hipótesis: ¿No será que por su larga historia de navegación en los cauces fluviales, ellos restan importancia a la carretera, y por su vivencia infortunada en las últimas décadas, saben además que trae aparejada la invasión cocalera al resto del TIPNIS?

Pero algo más: en las nacientes de sus ríos, desovan o se reproducen varias especies ictícolas migrantes de enorme valor para la dieta de esos habitantes, que tienen en el Mamoré su cauce madre.

Cuando los jesuitas organizaron las primeras Misiones en Mojos, desde 1682, lo hicieron con muchos de sus antepasados que vivían en las lomas que se hallan en las orillas de los principales ríos y afluentes del TIPNIS y la región sur del Beni.

En el TIPNIS, además de una rica biodiversidad que les permite vivir con dignidad, hay también ancestralidad, es decir espiritualidad milenaria. Esta ancestralidad indígena se alimenta y proyecta valoración ecológica y espiritualidad que nada puede borrar.  Ahí están las voces de sus antepasados, de su más remota ancestralidad, algo que sólo es posible conectarse a través de las vivencias espirituales e históricas de sus generaciones. Aquí sí hay un hondo y sutil sentimiento de  la Madre Tierra.

La etnohistoria mojeña enseña que el destierro era el castigo insoportable para sus ancestros, porque el mojeño de modo especial ama el lugar donde nació y vive, pues para el indígena allí donde vivieron y están enterrados sus antepasados, existe una ligazón espiritual como ya dijimos antes.

Esto le da razón a la búsqueda de su Loma Santa, un ideario saturado de simbología: autodeterminación y libertad, ella será siempre uno de los motivos del permanente retorno a su antigua morada y a su más profunda y antiquísima espiritualidad.

LA BÚSQUEDA DE LA LOMA SANTA: SU ANCESTRALIDAD DESDE OTRA PERSPECTIVA HISTÓRICA

Pero veamos otra perspectiva histórica de la ancestralidad y sacralidad del TIPNIS. A mediados del siglo XIX, los mojeños de la ciudad de la Santísima Trinidad empezaron a retornar a su antiguo hábitat en busca de la Loma Santa, huyendo del maltrato que les daba la naciente sociedad beniana de la capital. En ese recorrido, fueron fundando San Lorenzo, San Francisco, Trinidadcito, Santo Rosario y otras comunidades en la geografía del TIPNIS.  El Pacto Reduccional se había quebrado por que el Estado se volvió opresor.

Este éxodo indígena hacia su Loma Santa, motivó que en 1887 la Trinidad inmigrante, carayana y comercial pretendiera recuperar la mano de obra barata que se alejaba, provocando enfrentamientos violentos en San Lorenzo y San Francisco, en verdaderas masacres, saqueos y sacrilegios en estas nuevas poblaciones autóctonas. Su líder espiritual Andrés Guayocho fue torturado y asesinado.

Ese éxodo que tiene su principal escenario entre Trinidad y el Isiboro-Sécure, fue tal vez la expresión más dramática de lucha por su supervivencia y su libertad, una forma de resistencia pacífica que el país ha visto sorprendido desde la primera Marcha por el Territorio y la Dignidad de 1990 y la del año 2011 que llevó como símbolo la Bandera Patujú, soportando su peor dramatismo en  el cerco genocida y la represión policial violenta en Yucumo.

¿Qué más ocurrió entonces? En Trinidad, los indígenas que aún quedaban en el pueblo, fueron apresados en la Iglesia cuando asistían a una misa y sometidos a un juicio rápido, ilegal y abusivo que los mandó al suplicio del látigo y la muerte de varios de ellos, acusados de sedición y conspiración. Los azotes implacables mataron a Nicolasa Noza de Cuvene, mujer del Cacique trinitario, simplemente porque se negó a declarar en contra de su marido.

TIPNIS: SU SACRALIDAD DESDE OTRA PERSPECTIVA HISTÓRICA

Este sangriento episodio de la historia beniana es conocido como La Guerra Santa o La Guayochería. De esta situación violenta, emergió la emblemática figura del cacique vitalicio de San Lorenzo de Mojos, José Santos Noco Guaji, que vivió hasta 1926.

¿Qué significa el empecinamiento del gobierno para atravesar la carretera por el espinazo y el corazón del TIPNIS? El afán genocida del Gobierno a título de “llevar progreso” a las comunidades indígenas, muestra una imperdonable ignorancia de esta ancestralidad sagrada y realidad etnohistórica, y una absoluta falta de respeto a la cosmovisión y religiosidad milenaria del pueblo mojeño-trinitario.

¿Dónde queda la intraculturalidad y la interculturalidad que postula la Nueva Constitución Política de Estado? ¿Dónde queda el fervoroso canto a la Madre Tierra y la valoración a los saberes ancestrales que predica el gobierno?

INTERCULTURALIDAD INDÍGENA E “INTERCULTURALIDAD” COCALERA

Las comunidades mojeñas, yuracarés y chimanes han convivido sin dificultades; pese a su pobreza, ellas aprendieron a compartir lo que les ofrecen los recursos naturales y la biodiversidad del TIPNIS, haciendo una verdadera interculturalidad.

No sucede lo mismo con los cocaleros: éstos son abusivos, atropelladores y su única moral, su única religión y su única cosmovisión, son sus ambiciones económicas basadas en un maquiavelismo extremo, originado en la coca excedentaria y sus derivados ilícitos. Están catalogados como la nueva clase económica emergente del capitalismo boliviano. De manera eufemista y falsa, la CPE los llama “comunidades interculturales”.

Por la experiencia histórica de sus asentamientos en el TIPNIS y sus relaciones con las comunidades indígenas, los cocaleros no tienen idea de lo que significa la interculturalidad, que es respeto e igualdad entre pueblos y culturas diferentes.

A los cocaleros del TIPNIS sólo les interesa acumular ganancias económicas con el negocio ilícito de la coca excedentaria y las pozas de maceración, sin importarles la “Madre Tierra”.

Por eso el discurso de la Pachamama del presidente Morales aparece demagógico y de doble moral: Uno, para los foros internacionales; y otro conocido en Bolivia, la evidente depredación del TIPNIS por la expansión de la coca excedentaria y sus derivados y en las otras áreas protegidas y los pueblos y culturas indígenas amazónicas.

¿Acaso no han sufrido serios enfrentamientos las comunidades del TIPNIS, cuando los cocaleros han atropellado no pocas veces la LÍNEA ROJA? ¿Acaso no cercaron en forma inhumana y genocida, sin dejar pasar alimentos, agua y medicamentos a los marchistas en Yucumo, con amenazas de muerte inclusive, antes de la violenta represión policial?

¿No se lava las manos el presidente Evo al decir que él no mandó reprimir a sus hermanos indígenas? Suponiendo que no fue él, ¿qué clase de gobernante es el presidente Morales que no sabe qué hacen sus ministros, en contra del pilar fundamental de su proceso de cambio, como son los pueblos indígenas? ¿Acaso no promovió el propio presidente Evo la marcha de CONISUR y los recibió en Palacio y les prodigó trato preferente?

Trinidad de Mojos, marzo de 2012

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Fobomade

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