La peligrosa burbuja del mercado de materias primas

Randall Wrayes es uno de los analistas económicos más respetados de Estados Unidos. Colabora con el proyectonewdeal 2.0 y escribe regularmente en New Economic Perspectives. Es Profesor de economía en la University of Missouri-Kansas City e investigador en el Center for Full Employment and Price Stability. Ha sido presidente de la Association for Institutionalist Thought (AFIT) y ha formado parte del comité de dirección de la Association for Evolutionary Economics (AFEE). También ha trabajado durante mucho tiempo en el análisis de problemas de política monetaria, macroeconomía y políticas de pleno empleo. Es autor de Understanding Modern Money: The Key to Full Employment and Price Stability (Elgar, 1998) y Money and Credit in Capitalist Economies (Elgar 1990).

Reciéntemente Bezinga Radio entrevistó a Randall Wrayes, quien fue comisionado por el Congreso de Estados Unidos en 2008 para hacer un seguimiento de los mercados de materias primas.

P. ¿Qué despertó su interés por el asunto de las materias primas desde una perspectiva estadística?

R. Puede haber una escasez de oferta de cualquier materia prima o de cualquier mercancía, eso ocurre. Frente a una demanda creciente, el precio puede subir de modo muy significativo, y eso causa un uso más conservador de la misma (o) la sustitución por otra materia prima, lo que induce a quienes la ofrecen a ofrecer más. Entonces, alguna variabilidad en el precio de las materias primas no es una cosa infrecuente. Hay 33 materias primas básicas e índices que incluyen a las 25 más importantes, y si usted mira el conjunto de ellas, lo raro es que en todas ellas se estén disparando los precios al mismo tiempo.

A primera vista, eso resulta harto improbable. ¿Por qué deberíamos tener escasez de oferta en todo el abanico de materias primas y una demanda disparada de todas y cada una de ellas? Eso fuerza a mirar con más cuidado, y a comparar los aumentos de precios de cada una de las materias primas con, digamos, la experiencia del siglo pasado en cada una de ellas. Y te encuentras con que, tomadas una a una, los aumentos de precio son extremadamente improbables. En el caso de la mena de hierro, la probabilidad es de uno cada dos millones de años. Entonces, cuando consideras la cesta entera de materias primas, y piensas en la probabilidad de cada una y multiplicas los factores, lo que está ocurriendo es algo simple y llanamente imposible.

P. ¿Tenemos, pues, que llamar a eso “burbuja”?

R. El simultáneo aumento del precio de tantas materias primas, todas a la vez, es algo sin ejemplo histórico. Eso te hace sospechar que algo de fondo está pasando. Entonces, si miras el modo en que han cambiado los mercados financieros, el modo en que han cambiado las leyes que permiten a los (jugadores) financieros entrar en las materias primas, te encuentras con que hay una correlación extremadamente estricta en los ritmos: cuando los mercados financieros fueron liberalizados, pudieron empezar a especular con materias primas.

Lo constatas con el flujo de fondos hacia los mercados de materias primas, y lo que ves es que la correlación es del 100%. Cuadra de modo absolutamente perfecto con los flujos del sector financiero a las materias primas. Así empezó este boom de precios completamente histórico, y siguió hasta otoño de 2008. Y luego, los flujos empezaron de nuevo, aquí están otra vez, y lo que tenemos es otro boom de los precios de las materias primas.

P. ¿Cómo empezó todo esto?

R. Todos recordamos la burbuja de alta tecnología, seguida de su colapso. Los gestores del dinero –la gente que gestiona los fondos de pensiones— comenzaron a buscar una clase de activos que no estuviera altamente correlacionada con los precios de las acciones en los mercados de valores. No quieres “poner todos los huevos en la misma cesta”, en las bolsas, o en cosas correlacionadas con el mercado de valores; quieres diversificar. Los CFTC (reguladores de mercados de futuros de materias primas, por sus siglas en inglés) y la propia industria hicieron estudios empíricos que mostraban que hasta ese momento no había correlación entre los precios de las materias primas y los de los mercados de valores. Recorrieron todo el país y dijeron a los gestores de dinero: “¡Eh, oigan! Miren lo que hemos constatado: los precios de las materias primas no están correlacionados con el mercado de valores. Tienen ustedes que diversificar”.

Entonces, el Congreso, en su infinita sabiduría, desreguló los fondos de pensiones. Hicieron leyes de modo tal que prácticamente forzaba a los gestores de los fondos de pensiones a diversificar invirtiendo en materias primas. Así, los fondos de pensiones empezaron a fluir a comienzos de la década de 2000 hacia las materias primas. Eso empezó a llamarme la atención a mediados de la década. Comencé a observar esa extraña cosa que son los participantes en los mercados comprando o alquilando silos de grano para almacenar el trigo. Estaban diversificando con las cosas físicas. El problema es que almacenar materias primas físicas cuesta dinero. Los costes de almacén llegaron un pico sin parangón, así que tuvieron que pensárselo. ¿Cómo podían comprar materias primas sin almacenarlas? Bueno, eso lo haces en los mercados de futuros.

Esto es lo que los fondos de pensiones decidieron entonces: “Vamos a diversificar, tal como se supone que debemos hacer, con las materias primas. Vamos a comprar piezas de papel, en vez de materias primas. Lo que haremos será asignar, digamos, un 5% del total de nuestros activos a las materias primas”. Todo esto suena bien, pero debería recordarse que los fondos de pensiones son enormes y tienen activos equivalentes al 75% del PIB. De modo que, aun tratándose sólo del 5% del total de sus activos, se trata de cantidades ciclópeas de dinero, y además, puedes llegar a hacer apuestas en dólares cinco veces mayores que las existencias reales de una materia prima física. En la medida en que los fondos de pensiones están asignando continuamente cada vez más dinero a las materias primas, presionan al alza su precio. Es una profecía que se cumple a sí misma, porque los flujos financieros empujan los precios al alza.

El principal contraargumento que se objeta a esta explicación es que los mercados emergentes están generando una demanda extraordinaria de estos activos duros a medida que crecen sus economías. Hice observaciones detalladas de eso en 2008, porque la de las presiones de la demanda era la explicación favorita de casi todos los economistas. Los asistentes de un Senador me buscaron para decirme que no podían encontrar un solo economista que no contara esta historia de la oferta y la demanda. Y aún es así. Les dije que lo miraría.

El problema era que esa historia no cuadraba con la verdad. En aquel momento, el petróleo había llegado a los 150 dólares por barril. Observé el uso real del petróleo: había descendido, porque nuestra economía estaba ya cayendo en otoño de 2008. Simplemente, no era verdad. Es verdad que la demanda china había aumentado, pero la demanda estadounidense había estado cayendo, lo que anulaba los efectos de la demanda china. No había aumento en el consumo de petróleo, mientras que los precios se habían prácticamente triplicado.

Hubo una investigación en el Congreso. Un tipo llamado Mike Masters, un experto en el mercado de materias primas, estaba diciendo: “Simplemente, no es verdad. No es la oferta y la demanda. Es el flujo de los fondos de pensiones y otros hacia los contratos de futuros lo que está disparando el precio”. Lo divertido es que, tras esos informes y esos testimonios en el Congreso, ¿qué pasó con el precio del petróleo? Pues que cayó unos 27 –por debajo de los 50 dólares el barril— inmediatamente. Si vuelves a mirar los flujos financieros, la correlación es perfecta. Los fondos de pensiones sacaron 1/3 de su dinero de las materias primas, porque temían que (los congresistas) Lieberman y Stupack fueran a impulsar leyes en el Congreso para limitar las posibilidades de compra de materias primas por parte de los fondos de pensiones. También estaban preocupados por la pérdida de imagen entre sus propios clientes si se descubría que los fondos de pensiones disparaban el precio de la gasolina en la estación de servicio. Así que sacaron dinero.

Claro que entonces teníamos otros problemas económicos de los que preocuparnos. El Congreso pasó a ocuparse de otras cosas, no se aprobaron leyes limitadoras de la especulación con las materias primas. Estallaron los mercados de bienes raíces, y los fondos de pensiones no tenían donde colocar sus dineros, salvo en las materias primas y en los mercados de valores, de modo que volvieron a empezar a invertir dinero, y los precios volvieron a subir.

P. ¿Y el contraargumento que culpa a la Reserva Federal y a su política de dinero fácil?

R. Sí, está este argumento, ya sabe, del “helicóptero de Ben (Bernanke) arrojando todo el dinero efectivo posible en la economía. Tendremos hiperinflación tarde o temprano, y sabemos que las materias primas son una buena cobertura contra la inflación”. Esto es falso. Las materias primas son una pésima cobertura contra la inflación: mire el precio del oro. Incluso con ese tremendo boom especulativo del precio del oro, en términos de inflación ajustada, su precio sigue estando por debajo del de 1980.

P. ¿Y cuando esta burbuja estalle, será otra catástrofe?

R. Supongamos que un fondo de pensiones tiene un 5% de sus activos en materias primas y supongamos que el precio de las materias primas cae un 50%. Resultan poco perjudicados por eso, pero no es una catástrofe. ¿Cómo podría llevar eso a una catástrofe financiera? Además, a los consumidores les va mejor cuando los precios de las materias primas caen. A fin de cuentas, experimentamos cierto alivio cuando vamos a la gasolinera, etc. ¿No sería estupendo? Aquí está el problema.

Hay muchas vías por las que eso podría afectar a la economía. Primero, los fondos de pensiones sufren un golpe. Segundo, otros tipos de instituciones financieras que están en los mercados de materias primas, en la medida en que eso golpea a los bancos (bueno, los bancos ya se han visto golpeados por todo tipo de cuitas). A todo lo largo del espectro de activos, están en problemas. Probablemente son insolventes, y eso no haría sino agravar sus problemas. Tercero, daña a los productores. En 2008, cuando colapsaron los precios de las materias primas, los granjeros estadounidenses sufrieron grandes daños y ya están sufriendo ahora. Así que aumentarán sus dificultades, no podrán devolver sus deudas. Eso perjudicará a sus bancos, etc.

Cuarto: sabemos que hay un elevado apalancamiento y acodamiento en todo el sector financiero, de modo que una institución financiera debe a otra institución financiera. Si nos remontamos a los años 80 del siglo pasado, alguno recordará que los hermanos Hunt habían arrinconado el mercado de la plata. Se creían realmente brillantes, tomaban dinero a préstamo para comprar plata, y se figuraban que, una vez hubieran arrinconado el mercado, tendrían el control total de la plata y podrían fijar el precio de la misma a su antojo. Tuvieron exigencias colaterales que tenían que honrar. Para hacerlo, tuvieron que vender algunos activos. Vendieron plata, pero también vendieron otros activos.

Resulta que los hermanos Hunt eran ganaderos. Comenzaron vendiendo ganado y el precio del ganado colapsó. Ahora nadie podía pensar que plata y ganado están altamente correlacionados, pero lo cierto es que lo están. Cualquiera que tenga materias primas va a vender materias primas, y cuando eso no baste para cubrir sus empréstitos, tendrán que empezar a vender otras cosas. Debido a los vínculos existentes, hay correlaciones muy extrañas. Otros mercados van a verse dañados también, a medida que caigan los precios de la materias primas, y la gente se verá obligada a vender materias primas, primero, y luego otros activos.

P. Díganos algo sobre el “capitalismo de los gestores de dinero”, una locución de la que se ha servido usted para hablar de todo esto.

R. El problema es que hay mucho dinero, demasiado, para tan pocos activos buenos. El monto total de las apuestas financieras en el mundo rebasa los 600 billones de dólares. No hay inversiones suficientemente buenas a la vista para absorber tal volumen de dinero. Lo que ocurre entonces es que van hinchando activos, uno tras otro, e inevitablemente se desploman.

La única razón por la que salimos del desplome de 2008 es Washington: porque Washington rescató al sector financiero por un monto rayano en los 39 billones de dólares. La legislación Dodd-Frank hace muy difícil repetir esa proeza. No estoy diciendo que no encentre la forma de sortear las leyes, o que no encuentran la forma de volver a hacerlo. Podría ser, pero sería políticamente muy impopular. No estoy nada seguro de que sean capaces de volver a hacerlo.

Una vez que los precios comienzan a caer, todos los mercados de activos se conectan realmente. Aun si eso no resulta obvio, es realmente así. Los precios se desplomarán en todos esos mercados. Y no está nada claro que seamos capaz de frenar esto de nuevo otra vez. O al menos, no tan fácilmente como la última vez.

Fuente: http://www.benzinga.com, 29 septiembre 2011. Traducción para www.sinpermiso.info: Casiopea Altisench.

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