Hablando de pobreza, carreteras y desarrollo

Hasta aquí todo bien, al menos mucho mejor que hace tres semanas, pero el problema de fondo sigue pendiente: ¿Qué saldrá del diálogo? Por lo que se puede oír de ambas partes, las posiciones siguen irreductibles. Por un lado los pueblos indígenas siguen exigiendo que no se sacrifique a la Madre Tierra por una carretera, y por otro lado tanto gobernantes como dirigentes campesinos insisten en que la carretera genera “desarrollo”, y sobre todo en el dramático nivel de pobreza de las comunidades indígenas que viven en el TIPNIS y en el interés que muestran muchas de esas comunidades por una carretera que les permita mejorar sus tristes condiciones de vida.

A este escribidor, que no es indígena ni campesino ni gobernante —no es más que un anciano de la tribu—, sólo le cabe aportar con un par de recuerdos aleccionadores.

¿Qué fue del pueblo Yuracaré?

Si ustedes releen los escritos de Jorge Alejandro Ovando Sanz, que dedicó gran parte de sus energías al estudio de nuestros pueblos indígenas, encon-trarán descripciones admirativas y entusiastas sobre la capacidad organizativa y cultural del pueblo Yuracaré, hasta el extremo de calificarlo como el más destacado —y uno de los más numerosos— de los pueblos de Tierras Bajas. Sin embargo hoy el pueblo Yuracaré se encuentra reducido a su mínima expresión, disminuido en número, disperso geográficamente, con una presencia más bien pálida en la CIDOB. ¿Qué pasó?

Que a su territorio ancestral llegó una carretera, nada menos que la carretera troncal del país, la que une Cochabamba con Santa Cruz. Y con la carretera no les llegó ni el desarrollo ni el fin de su pobreza; lo que llegó fue una avalancha de colonizadores que poco a poco los fueron expulsando de sus tierras de origen, de manera que hoy Ivirgarzama, Eterazama, Padrezama, Cesarzama y demás nombres Yuracarés son poblaciones en las que apenas se podrá encontrar alguna familia residual Yuracaré. Tuvieron que emigrar —tuvieron que refugiarse en el TIPNIS— porque ese “desarrollo” que suponía la carretera era para otros, no para ellos. ¿A dónde se irán ahora, si el TIPNIS también es beneficiado con otra carretera del “desarrollo”, igualmente pensada para otros?

¿Qué pasó con Ascensión de Guarayos?

En 1978 conocí la capital del pueblo Guarayo —tuve que allegar en avión ya que no había carretera—; estaba poblada por un total de seiscientas familias Guarayas, además de 17 karayanas claramente identificados. En 1991, sólo 13 años después, volví a Ascensión para la inauguración de la flamante provincia Guarayos, y me encontré con que el pueblo capital de la nueva provincia se había convertido en una población casi completamente quechua, dejando a las familias guarayas relegadas a sus chacos.

¿Qué había pasado? Lo mismo, que había llegado la carretera, y con la carretera los camiones, y con los camiones la emprendedoras cholitas cochabambi-nas, y en la ch’uspa de las cholitas los dólares necesarios para irles comprando a los Guarayos sus casas, de manera que en poco tiempo el pueblo cambió de propietarios. Una vez más se trataba de una carretera que no estaba pensada para el “desarrollo” de un pueblo que vivía simplemente bien, en armonía con la naturaleza, sino para una concepción colonizadora, ansiosa de acumulación, de crecimiento económico, de vivir mejor. (Por cierto la actual provincia Guarayos está seriamente afectada por ese cambio climático que amenaza con estrangularnos a todas y todos).

¿Alguien tiene una garantía de que la experiencia de Yuracarés y Guarayos no se iría a repetir en el TIPNIS? Que nos cuenten el secreto (en todo caso que no crea que nos mamen).

* Fuente: http://www.paginasiete.bo/2011-10-21/Opinion/Destacados/18Opi00121-10-11-P720111021VIE.aspx

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