África: La cuenca del Limpopo

Nace al sur de Pretoria, cerca de Johannesburgo, en la cordillera de Gats Rand que lo separa del valle del río Vaal,  en la región montañosa de Witwatersrand, al norte de Suráfrica, relieve cubierto de bosques a unos mil 800 metros sobre el nivel del mar.

En su curso el Limpopo describe un gran semicírculo, discurre en dirección noreste entre Suráfrica y Botswana, y después hacia el este, entre el primero de estos países y Zimbabwe; por último sigue su recorrido hacia el sureste, a través del sur de Mozambique, para terminar en el océano Índico por la bahía Delagoa.

Al dirigirse al noroeste atraviesa la cadena de Megaliesberg -donde le llega el Elanda y el Moritele-, pasa entre las montañas de Witfontein, recibe algunos pequeños afluentes hasta la frontera de Botswana y allí se le unen las aguas del Marico; gira al noreste, se le juntan el Notwani por la margen izquierda y el Motlabas por la derecha, luego el Pongola y el Polala.

Sigue en esa dirección hasta donde termina la frontera entre Suráfrica y Botswana, y se encuentra el confín del límite con Zimbabwe; del total de la longitud, 640 kilómetros sirven como división política entre estas repúblicas africanas.

Toma entonces dirección este y recoge caudales del Malagaqueen, Zand y Pafuri desde el sur y del Lotsani, Macloutsier, Shashe, Umzingwani y Bubye por el norte, mientras forma rápidos de gran belleza en su paso por la Gran Escarpa surafricana.

El tributario principal es el río Olifants (o Letaba, de los Elefantes), con 560 kilómetros de longitud, que nace en las estribaciones de los montes Drakensberg y se dirige al noreste. El cauce de este río es navegable desde su curso medio y por la confluencia con el Limpopo en Mozambique hasta el mar, aunque existen bancos de arena que obstruyen el acceso de los barcos grandes con marea baja; aún así los últimos 160 kilómetros siempre son accesibles para los navíos oceánicosEn el tramo final, al este en Mozambique, forma un lago antes de desembocar en el Índico al noreste de la bahía de Algoa o Delagoa, cerca de una ciudad que lleva su nombre, y de la urbe comercial de Xai-xai.

A lo largo de su recorrido, las etnias de diferentes localidades le llaman también Oori o Bempé, en la zona de la desembocadura, en tanto al sur le dicen Inhanpura y al norte lo denominan Metí.El navegante portugués Vasco de Gama fue el primer europeo en verlo en 1498, episodio de la expedición que lo llevó a la India; la flota lusitana ancló en la desembocadura y el explorador y marino bautizó el río con el nombre de Espíritu Santo.

Sin embargo, el Limpopo era conocido por los árabes desde la Edad Media, cuando fue una vital arteria para los mercaderes de oro, marfil, maderas y piedras preciosas; además, hubo presencia humana en la región desde tiempo inmemorial: el valle Makapans, cerca de Mokopane, contiene fósiles Australopithecus de hace 3,5 millones de años.

Los ecosistemas se dividen entre los de sabanas áridas al oeste y de selvas y bosques tropicales al este, y son hábitat de innumerables representantes de la fauna territorial; abundan las especies de antílopes, simios, aves, felinos, reptiles, rinocerontes, hipopótamos y elefantes.

Esta biodiversidad, y la calidad de vida de los 15 millones de personas que viven en la cuenca, está amenazada por las ambiciones de las transnacionales que operan las minas ubicadas en la región y vierten residuales sin tratar, y también por la caza furtiva, la tala indiscriminada, incorrectas prácticas agrícolas y el pastoreo de ganado mayor, que aceleran la erosión del suelo.

El aumento de la temperatura global incrementa la evaporación, baja el caudal de los afluentes, disminuye la humedad, e igualmente a los ríos arriban más sedimentos, por eso las aguas del Limpopo corren muy lentas y llenas de arcillas.    Los gobiernos de los países ribereños del Limpopo asimilan los alertas de los ecologistas y emprenden acciones de reforestación en la cuenca, principalmente de las distintas especies de pinos, eucaliptos y zarzos.

Asimismo se aplican proyectos de modernas técnicas agropecuarias y las medidas contra la caza ilegal son cada vez más severas, incluidas guardias militares; en Suráfrica y  Mozambique se construyen infraestructuras a fin de aprovechar las aguas del río para el regadío y solucionar el problema esporádico de las inundaciones después de la temporada lluviosa en el cauce inferior.

Las áreas protegidas abarcan un tercio de la zona de la cuenca; el río atraviesa 32 kilómetros del Parque Nacional Otto Kruger, en la frontera entre Zimbabwe y Suráfrica, mientras se han establecido nuevas instalaciones de este tipo en los dos países y el de Banhine en Mozambique, entre otros.La población local participa del manejo de estos, y de los ingresos turísticos que se generan, una buena parte queda en las comunidades.

Estos estados han firmado acuerdos internacionales sobre el cambio climático, la desertización, las especies en peligro de extinción, el derecho marítimo, los vertidos peligrosos, y los humedales, y participan en el Convenio Africano para la Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales y el Convenio para el Patrimonio de la Humanidad.

Estas políticas nacionalistas frenan el saqueo de las riquezas naturales por las compañías extranjeras y elevan la educación ambiental; salvar estos ecosistemas es una tarea impostergable que los países de África asumen en aras de un desarrollo sostenible.* Colaborador de Prensa Latina.

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Fobomade

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