Chico Mendes debe estar revolcándose en su tumba

Chico Mendes defendió la naturaleza pensando en su gente, los siringueros que sufrían las consecuencias de la destrucción de la flora, mientras que el ICMBIO está atacando duramente a algunas comunidades tradicionales que durante siglos vivieron en armonía con la naturaleza.

No me estoy refiriendo a invasores de unidades de conservación, como la Flona de Bom Futuro. Finalmente, recuerdo que esta reserva federal existía, después de que la mayor parte fuese invadida y destruida. El trabajo actual del Instituto Chico Mendes para tomar a los invasores merece todo mi respeto y, posiblemente, tendría también la simpatía de Chico Mendes.

Me refiero a la comunidad quilombera de Santo Antonio de Guaporé, cuya ubicación fue incluida en la Reserva Biológica de Guaporé, creada en 1982 por encima del mismo lugar donde la comunidad vivía, trabajaba y ocupaba hacía siglos. Para ellos no prevaleció el buen sentido, dejando que la comunidad permanezca en el mismo lugar, hasta ahora.

Pero, el buen sentido no parece estar guiando a los actuales responsables del ICMBIO, quienes, aquí y en otros lugares se resisten a legalizar el derecho constitucional de las comunidades quilomberas y tradicionales en sus territorios. En una reunión llevada a cabo a finales de agosto, un director del ICMBIO en Brasilia presentó a la comunidad un plazo de compromiso inaceptable. Este documento exigía a los miembros de la comunidad pedir autorización para realizar cualquier actividad, sea agrícola, crianza de animales, caza o pesca de subsistencia, construcción de casas y hasta para recolectar paja para los techos.

En síntesis, exigía autorización para todo, restringiendo cualquier actividad de los moradores de la comunidad. Incluso cualquier pariente o visitante que quiera ir a la comunidad tenía que tener autorización en Ibama de Costa Marques. Hasta para rezar misa en la capilla la comunidad tenía que pedir autorización.

Con esta propuesta, los responsables del ICMBIO perdieron una buena oportunidad para abrir un diálogo fructífero con la comunidad, que durante décadas viene sufriendo esta agresión: la creación de una reserva biológica que no tiene en cuenta a los habitantes que ya existían en el lugar y que acabó convirtiendo a Ibama en invasor del territorio tradicional de la comunidad quilombera. Precisamente porque ellos vivieron durante siglos de forma sustentable, manteniendo y cuidando la naturaleza, como continúan haciéndolo hasta ahora.

Ya es hora de que el ICMBIO comience a ver a las comunidades tradicionales como sus posibles aliados para conservar y guardar las reservas y unidades de conservación. Ya está pasando la hora de reparar la injusticia histórica cometida con la creación de la reserva biológica y devolver el territorio que es para la comunidad, para uso y manejo sustentable entorno a la Reserva Biológica.

En este sentido, los responsables brasileños de las unidades de conservación tenían que mirar el ejemplo de gestión de sus vecinos bolivianos en el AP-ANMI Iténez (área protegida, área natural de manejo integrado), que mantiene áreas de manejo sustentable en las comunidades, junto con otras áreas de naturaleza intacta. Este modelo mixto parece estar dando muy buenos resultados.

Pero el Plazo de Compromiso presentado por el Instituto Chico Mendes es una propuesta ridícula y absurda, si no hubiese resultado extremamente humillante para los habitantes de la comunidad quilombera: «Ya no estamos más en el tiempo de la esclavitud», se quejan. Así que parece que los responsables del ICMBIO todavía no se darán cuenta.

26 de septiembre de 2009

 

*Activista de movimientos sociales.

Tomado de: http://cptro.blogspot.com

 

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